Capítulo XXV. La persona y su dignidad inherente en la filosofía feminista - La traición de los filósofos - Libros y Revistas - VLEX 1023495405

Capítulo XXV. La persona y su dignidad inherente en la filosofía feminista

Páginas815-840
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La traición de Los fiLósofos
crisis posmoderna de Los derechos humanos
capÍtulo XXv
La persona y su diGnidad inhe rente
en la filosofÍa feminist a
1. relevancia filosófica del movimiento
Los manuales e historias de losofía no suelen incluir en su contenido al-
gún capítulo relativo al feminismo; lo que estimamos un error. El feminismo
no es únicamente un movimiento histórico-social reivindicativo de derechos,
sino también un serio esfuerzo de comprensión losóca de la especicidad
de la mujer; y, por ende, si no degenera en obtusa ideología, un esfuerzo que,
decididamente, debe contribuir a una mejor comprensión de los pilares sobre
los que se sustenta la dignidad de la persona.
Y esto es de una relevancia culturalmente muy superior a muchas de las
establecidas escuelas losócas. Se impone, por lo tanto, incorporar -sino to-
das-, algunas de las reexiones hechas por eminentes pensadoras relativa-
mente recientes.
Por supuesto que nos hubiera gustado incluir un abanico más amplio de
lósofas en esta exposición; admirables pensadoras del siglo XX como Simone
Weil, Hanna Arendt y Ayn Rand. Sin embargo, la necesidad de disciplinar
la extensión de esta obra nos obligó a excluirlas. No podemos prescindir, sin
embargo, de Edith Stein y Simone de Beauvoir; sobre todo, porque ambas,
pese a sus perles humanos tan radicalmente opuestos, representaron en su
tiempo las más serias e ilustres exponentes en el ámbito de la reivindicación
de la condición de la mujer; componente de primer orden en el pensamiento
losóco contemporáneo y de la posmodernidad.
2. eXponentes del movimiento
a) edith stein:
Comprendemos en esta categoría tanto a pensadoras que se situaron intra o
extramuros del movimiento; es decir, tanto a pensadoras que, sin ejercer nin-
guna militancia, abogaron públicamente por la equiparación de los derechos
de la mujer a los del hombre; como aquélla, que profesaron abiertamente su
militancia en estas fuerzas sociales.
También, a efectos de ser equilibrados en la exposición, incluimos a pen-
sadoras que se sitúan en las antípodas de su comprensión ontológica de la
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Edmundo Castillo salazar
mujer. Así, Edith Stein, en la aceptación moderna del término (fuertemente
ideologizada y laicista), difícilmente pudiera ser tenida como “feminista”; sin
embargo, ello no obsta para armar que tanto sus ideas como su estilo de vida
abogaron por la dignidad de la mujer, a partir de lo que es especíco a ella.
En tal sentido, una de las conferencistas en un Simposio sobre Edith Stein
organizado por la Ponticia Universidad de Chile (mayo, 2010), traía a cola-
ción lo antes expuestos, al preguntarse si:
“¿Fue Edith Stein una feminista en los términos que se entiende esta ex-
presión como comprensiva de una igualdad de género tal que desconoce
el ser profundo de lo femenino y de lo masculino del ser humano hasta el
extremo de negar las diferencias y la necesaria complementariedad querida
por el Creador desde los orígenes del mundo?
¿Fue Edith Stein una mujer que supo escrutar los signos de los tiempos en
que vivió (siglo XX) y vio la necesidad de educar a las mujeres de manera
que, al pasar del ámbito privado al campo público, pudieran desempeñarse
desde su ser mujer y prestar utilidad a la sociedad sin perder el centro de su
alma, su interioridad?”1 Lo trataremos de responder a continuación.
Edith Stein (Breslau,1891-1942) fue, desde muchos puntos de vista, una
persona excepcional. Proveniente del judaísmo, en su juventud perdió la fe
de sus padres y, tras sus estudios universitarios, donde fue discípula dilecta
de Edmund Husserl, emprendió una búsqueda personal, en procura de la
verdad última, que le llevó a su conversión al catolicismo.2
Y no solamente se convirtió al catolicismo, sino que también tomó los há-
bitos de la Orden Carmelita convirtiéndose en una monja de claustro. Y no
solamente adoptó la vida monacal y contemplativa, sino que también llevó su
fe a los extremos del martirio (convirtiéndose en una testigo de sangre de su
causa), pues dio su vida por otros durante su cautiverio en Auschwitz, donde
murió en una cámara de gas. Durante el papado de San Juan Pablo II, luego
de ser beaticada (1987), fue canonizada (1998), convirtiéndose en la primera
judía en ostentar tal dignidad.
Durante su vida académica, se sintió profundamente atraída por los plan-
teamientos de la fenomenología; y no podía ser de otra forma para una pen-
sadora que aspiraba, a través de un conocimiento objetivo, llegar a la esencia
de la verdad y del ser.
Recuérdese que, en tiempo de su maestro (Husserl), imperaba en Europa
un cierto fastidio con un pensamiento que, además de negar la metafísica, se
1 Martínez, María Eliana: “Edith Stein y la Formación de la Mujer”. Ponencia realizada en
el Simposio sobre Edith Stein, PUC, Santiago, mayo 2010, Pp.61-62.
2 Para la comunidad judía, la conversión de uno de sus miembros a otra religión signica
una ruptura total con la familia y la nación. Esto da una idea de la entereza y fuerza de
convicción de Stein. Uno de sus biógrafos reere el desconcierto familiar como sigue: “El
paso que Edith había dado nos resultaba incomprensible a todos. Sólo conocíamos el catolicismo
por lo que habíamos podido observar en la clase social más baja de nuestra zona de Silesia oriental,
y creíamos que la religión católica consistía en tirarse al suelo y besar los zapatos del sacerdote”.
Feldman, Christian: “Edith Stein: Judía, Filósofa y Carmelita”, Editorial Herder, Barcelo-
na, Segunda edición, 2009, pág. 52.

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