Capítulo XIX. La persona y su dignidad inherente: La filosofía estadounidense - La traición de los filósofos - Libros y Revistas - VLEX 1023495260

Capítulo XIX. La persona y su dignidad inherente: La filosofía estadounidense

Páginas615-642
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La traición de Los fiLósofos
crisis posmoderna de Los derechos humanos
capÍtulo XiX
la persona y su diGnidad inhe rente:
la filosofÍa estadouniden se
1. amBiente cultural
Del otro lado del Atlántico, en los Estados Unidos de América, no obstan-
te, su poblamiento de siglos atrás por comunidades procedentes de distintos
puntos de Europa, la irrupción del pensamiento losóco fue un fenómeno
tardío. ¿Y por qué no decirlo?, al comienzo, apenas hubo balbuceos discretos
salidos de las plumas de Ralph Waldo Emerson y Henry D. Thoreau antes de
que surgiera la primera escuela losóca estadounidense: el “pragmatismo”.
El anti-intelectualismo ha solido ser un rasgo propio de la sociedad estadou-
nidense, pero también es un fenómeno común a las naciones emergentes que
aún deben descapotar páramos incultos antes de fundar exquisitos “clubes
losócos”:
No hay país del mundo que se haya preocupado menos de losofía que
América (Tocqueville). Los emigrantes no tienen tiempo para especula-
ciones sobre las razones primeras del mundo; necesitan una losofía que
les ayude a subsistir en la lucha por la existencia. De ahí que elabora-
ran el pragmatismo que puede considerarse como la losofía nacional de
Norteamérica”.1
Así, hasta un poco más de un siglo de independencia, entre 1890 y 1950,
surgiría una escuela losóca conocida como el “pragmatismo”, de impronta
muy estadounidense; vale decir, muy al estilo de una población práctica, sin
demasiada vocación teorizante (anti intelectualista), que losofa para armar
su presencia conquistadora de la vida. Esta escuela hunde sus raíces en el no-
minalismo medieval,2 el empirismo inglés y el vitalismo spenceriano.
1 Fischl, Johann: “Manual de Historia de la Filosofía”, Editorial Herder, Barcelona. Séptima
edición, 1967. Tercera reimpresión, 2002. Pág. 380.
2 Los nominalistas (Guillermo de Ockham) fueron los primeros en impugnar las nociones
metafísicas como sustancias dotadas de entidad ontológica, destacando que no eran más
que creaciones lógicas en el proceso de ordenar el conocimiento del universo. Esto en el
Medioevo se conoció como la controversia de “los universales”: “El primero y sólo auténtico
conocimiento es de la cosa particular. Ese conocimiento es primeramente una visión intuitiva de
una realidad externa o interna, y sólo en segundo término un juicio de lo visto en la experiencia
externa o interna. Pero éstos no son una nueva realidad, sino sólo cciones que pertenecen a la ló-
gica -la ciencia favorita de Ockham-, no a la metafísica. Con el realce dado a la experiencia externa
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Edmundo Castillo salazar
El lósofo español, Julián Marías, dice de esta escuela: “En los últimos años
del siglo XIX, irrumpe, además, un nuevo factor: los Estados Unidos. En conexión
muy estrecha con la tradición británica, pero con fuerte inuencia alemana y, en
menor grado, francesa, se inicia una especulación losóca en América del Norte que
está determinada por la estructura de una sociedad bien distinta y por una perspectiva
diferente de los problemas”.3
La particularidad de la emergente nación estadounidense viene dada por
su optimismo y sentido igualitario, por su vocación expansiva y por su talante
democrático. En poetas tempranos como Walt Whitman, esto se expresaría en
un verso libro y un canto a la naturaleza, impregnado de un vitalismo libre de
corsés técnicos. En estos, se sacraliza la naturaleza y la libertad conquistadora
del hombre, al mismo tiempo que aoran los pruritos de la educación recibida
en valores calvinistas y protestantes. Veamos algunos extractos espigados de
uno de sus libros de poemas, “Hojas de Hierba” (1855):
En el poema “Saliendo de Paumanok”, canta al hombre libre resultado de
la quintaesencia estadounidense: “Soy el hombre crédulo de las cualidades, tiem-
pos y razas/Surjo del pueblo en su propio espíritu/Aquí está lo que canta la fe libre”.4
En otro poema, “Canción del Camino Abierto”, Whitman canta a la liber-
tad, al progreso y al destino que el hombre estadounidense se labra a sí mis-
mo: “A pie y alegre cojo el camino abierto/Sano, libre, el mundo ante mí/Ante mí el
largo sendero pardo me lleva donde yo quiera. Ya no pediré suerte/Ya no me quejaré,
ya no pospondré nada, nada necesito/ He acabado con las quejas de puertas adentro,
con las bibliotecas, con las críticas quejumbrosas/Fuerte y contento viajo por el cami-
no abierto”.5
Verdaderas salutaciones a un futuro, que se avista promisorio y provi-
dencial.6 Whitman, rapsoda de su tiempo, conjugó visiones naturalistas, ra-
cionalistas, panteístas y religiosas. En sus poemas, tácitamente, proclama la
libertad del hombre, que se hace a sí mismo y que, a la vez, emprende la do-
minación de vastos espacios. Este prototipo de hombre se apropia de las ideas
y las pone a su servicio y utilidad. Sin duda, está gestándose -tácitamente- la
idea de una “verdad instrumental” al servicio del hombre-agente que, algu-
o interna puso Ockham el fundamento de la ciencia natural y psicología empírica de los tiempos
modernos”. Fischl, Johann: Ob. Cit. Supra, pág. 207.
3 Marías, Julián: “Historia de la Filosofía”, Alianza Editorial, Madrid, 2016, pág. 360.
4 Whitman, Walt: “Hojas de Hierba”. Editorial Edicomunicacion, Barcelona. 1999. Pág. 22
5 Whitman, Walt: Ob. Cit. Supra, pág. 54.
6 Nos preguntamos si esta caracterización inicial de la sociedad estadounidense, como la de
una sociedad optimista y pletórica de conanza, en expansión y conquista, puede seguir
pregonándose con dada la precariedad de su cosmovisión espiritual. Los lósofos alema-
nes del círculo de Frankfurt y el psicoanálisis freudiano, que han propiciado un pensa-
miento tribal, de identidades sufrientes, sin duda, han tenido un efecto corrosivo en dicha
sociedad; sin dejar de mencionar tampoco el mismo germen del pragmatismo radical y
su negación de la Verdad. En un sentido integral, hoy, los Estados Unidos distan de exhi-
bir el perl de sus años adolescentes, mostrándose, por el contrario, como una sociedad
dañada por sus élites, que se afeminan y degradan con velocidad inusitada. Frente a los
tártaros y mongoles del Este, estas minorías actúan como eunucos bizantinos engarzados
en rivalidades palaciegas y debates autodestructivos. ¿Estará todo perdido?

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