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Capítulo IX. La nocion de persona y su dignidad inherente: el renacimiento

Páginas307-346
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La traición de Los fiLósofos
crisis posmoderna de Los derechos humanos
capÍtulo iX
la nocion de persona y su diGni dad inherente:
el renacimiento
1.
el renacimiento: sus causas y m anifestaciones
Dilthey, en su “Historia de la Filosofía”, arma de manera sumarísima:
Entendemos por Renacimiento o Humanismo el acontecimiento en el cual el cambio
introducido por las nuevas circunstancias industriales, sociales y políticas, así como
por el desmoronamiento del sistema teológico medieval, hizo posible la nueva com-
prensión de la Antigüedad y la cultura de los pueblos modernos recibió de ella el im-
puso más potente”.1 Bonita síntesis; pero ¿cómo fue que se produjo y manifestó
este cambio cultural o espiritual?
A partir del siglo XIV, Europa transitaría fenómenos culturales que cam-
biarían su sonomía. Estos cambios se dieron inicialmente en Italia y luego se
trasladaron a Flandes, Borgoña, Inglaterra y Francia. En todos estos escena-
rios se manifestó abiertamente un cambio de actitud de los hombres frente al
mundo y a la vida.
No nos corresponde, en esta exposición, asumir el debate alrededor de,
si dicho cambio, fue un radical o evolutivo (la historiografía y los mismos
historiadores de la losofía mantienen un debate abierto al respecto iniciado
por Burckhart). El punto relevante es que, a partir de esta época, fue visible,
en Europa, “un espíritu de libertad, por el cual reivindica el hombre su autonomía
de ser racional y se reconoce profundamente inserto en la naturaleza y en la historia y
decidido a hacer de ellas su reino”.2
Este espíritu libertario, sin embargo, lejos de confrontarse con la fe, la enri-
queció al proyectarla sobre los ámbitos de vida y de creación cultural (ciencias
naturales, cosmología, etc.) que, con energía creadora, eran asumidos por el
hombre renacentista.
Con el colapso del “ordo” medieval, se manifestaría cambios tan profundos
como vertiginosos:
-
En el plano político:
1 Dilthey, Wilhem: “Historia de la Filosofía”, Editorial Fondo de Cultura Económica, Méxi-
co, Segunda edición, 1956; Novena reimpresión, 1996, pág. 132.
2 Abbagnano, Nicolás: “Historia de la Filosofía: La Filosofía Moderna de los Siglos XVII y
XVIII”, Volumen 2, Editorial Hora, Barcelona, Cuarta edición, 1994, pág. 9.
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Edmundo Castillo salazar
Se decretaría la caducidad del “Sacro Imperio Romano Germánico”; o al me-
nos, del ideal milenario de su consolidación a través de un sistema políti-
co-teológico detentado por dos centros de poder; esto es, las “dos espadas
representadas por el Emperador y la Iglesia. De forma que, el orden añejo y
rancio del Medievo, se vería sustituido, ahora, por un sistema moderno de
naciones-estados, progresivamente soberanas frente a la Curia romana y toda
autoridad exógena.
-
En el orden espiritual:
Se produciría un desplazamiento de lo metafísico a lo antropológico; esto
es, de una sociedad orientada a la trascendencia y la salvación hacia una so-
ciedad cimentada en la centralidad del hombre, su libertad y conocimientos.
La idea de Dios se vería así sustituida por la idea del Hombre (con mayús-
cula). El hombre, a partir de este momento, iniciaría un largo y progresivo
proceso –de armación antropológica-, en la que, progresivamente, dejaría de
concebirse como una creatura precaria en manos de Dios y se erigiría como el
señor de sí mismo, de la creación y de la historia; lo que se consumió con la
Ilustración. Esto signicaría, con el tiempo, un radical cambio de curso, cuyas
consecuencias se siguen proyectando en la historia de la humanidad.
-
En el plano cultural:
La eclosión de la libertad produciría un progresivo cuestionamiento de los
dogmas y de otras verdades autoritariamente impuestas. A su vez, la acumu-
lación de riquezas produciría la emergencia de una nueva clase económica y,
con ella, los decisivos mecenazgos y patrocinios culturales, que harían sentir
sus efectos en todos los campos del saber.
En este contexto, de novedades vertiginosas, surgiría un prototipo de sabio
renacentista: el “humanista”. Prototipo del hombre renacentista que, con di-
ferentes posicionamientos críticos frente a la autoridad y el orden regentado
por ésta, representaría la actitud contestataria que requería la modernización
del saber de su época. Con la bella prosa que le caracterizaba, decía Stefan
Zweig de este fenómeno:
El orden heredado de la Edad Media se altera, hay cosas que suben y otras
que bajan: la nobleza se hunde, las ciudades prosperan, los campesinos se
empobrecen, el comercio y el lujo orecen con exuberancia tropical gracias
al abono del oro oceánico…
La rme obediencia de la fe había sido el signo de la Edad Media. Arriba
estaba la férrea autoridad, que ofrecía la palabra sagrada a la humanidad
que la contemplaba desde abajo crédulamente entregada. No había duda
que osara contradecir a verdad eclesiástica y, donde surgía la contestación,
manifestaba la Iglesia su capacidad de defenderse: la excomunión rompía
la espada de los emperadores y extinguía la respiración de los herejes.
Esta obediencia humilde y unánime, esta fe ciega y feliz al servicio de una
gran comunidad, unía a los pueblos, tribus, razas y clases, por extrañas y
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hostiles que se fueran las unas a las otras. En la Edad Media, la humani-
dad occidental sólo tenía un alma: la católica”.3
Este mundo cultural, de frailes, de procesiones mendicantes, de abadías y
sotanas, de dogmas teológicos, cilicios, indulgencias y anatemas –que a pesar
de haber sostenido la civilización colapsada de la antigüedad-, habíase torna-
do pesada y asxiante, se mostraba insuciente para acompañar al hombre en
la aventura de libertad y saber que engolfaba su espíritu.
Así, en otro pasaje, Zweig dice en un tono bastante iconoclasta: “Se acaba
con comentarios y disputas, las viejas autoridades caen como ídolos destronados, las
torres de papel de la escolástica se derrumban, la mirada se libera. Una ebre espiri-
tual por el saber y la ciencia surge… Gracias a su probada y triunfante conanza en sí
mismo, el ser humano del siglo XVI deja de sentirse una diminuta mota de polvo sin
voluntad, sedienta del rocío de la gracia divina, para ser el centro del acontecimiento,
el motor del mundo”.4
Con más densidad losóca, Xubiri condensa siglos de losofía, de eman-
cipación de la razón creada frente a Dios, hasta llegar a este punto de glori-
cación de la criatura, cuando dice:
Sin mundo ya, Grecia recibe un día la predicación cristiana. El cristia-
nismo salva al griego, descubriéndole un mundo espiritual y personal que
trasciende de la naturaleza. A partir de este momento, el hombre va a
emprender una ruta intelectual distinta; desde una naturaleza que se des-
vanece, va a entrar en sí mismo y llegar a Dios. Cambio el horizonte del
losofar. La losofía, razón creada, fue posible apoyada en Dios, razón
increada.
Pero esta razón creada se pone en marcha, y en un vertiginoso despliegue
de los siglos irá subrayando progresivamente su carácter creado sobre e
racional, de suerte que, a la postre, la razón se convertirá en pura criatura
de Dios, innitamente alejada del Creador y recluida, por tanto, cada vez
más, en sí misma. Es la situación a que se llega en el siglo XIV”.5
Empero, no debe reforzarse la idea errónea según la cual, el Renacimiento
signicó el abandono de la fe y del deseo salvíco, sustituido por una actitud
y visión paganizante de la sociedad. “La actitud práctica de los hombres del Rena-
cimiento no comenzó, ni mucho menos, por una ruptura con el cristianismo”.6
En efecto, las actitudes individuales fueron heterogéneas y complejas; en
muchas de ellas, coexistía un deseo de liberalización y revitalización de la
vida y de la cultura, sin renegar –por ello- de una identidad siempre cristiana,
pero libre de opresiones estructurales y dogmáticas. Asiste razón a Abbagna-
no cuando arma:
3 Zweig, Stefan: “Erasmo de Rotterdam: Triunfo y Tragedia de un Humanista”, Ediciones
Paidós, Barcelona, 2005, pág. 31.
4 Zweig, Stefan: Ob. Cit. Supra, pág. 30.
5 Xubiri, Xavier: “Nuestra Situación Intelectual” en “Naturaleza, Historia, Dios”, Editorial
(no aparece), Madrid, quinta edición, 1974: biblio3.url.gt.≥Libros≥LYM≥NG. pág. 26.
6 Maritain, Jacques: “El Humanismo Integral”, Editorial Lohlé-Luman, Buenos Aires, 1996,
pág. 28.

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