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Capítulo XXI. la persona y su dignidad inherente: el psicoanálisis y la escuela de Frankfurt

Páginas679-720
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La traición de Los fiLósofos
crisis posmoderna de Los derechos humanos
capÍtulo XXi:
la persona y su diGnidad in herente:
el psicoanálisis y la escuela de frankfurt
1. el psicoanálisis
a) el amBiente cultural:
Al despuntar el siglo XXI d.C., pareciera irse armando –en Occidente- una
suerte de moralidad post cristiana; esto es, una moralidad “cívica”, sin teolo-
gía o noción de lo sobrenatural, resultante de la convención social, embriaga-
da por una sed “libertaria” y “reivindicativa”.
Esta nueva moralidad se presenta como inmanentismo puro, desprovis-
ta de valores absolutos, y construida alrededor de las nociones emergen-
tes del “multiculturalismo” y de “lo políticamente correcto”, en franca vía de
cristalización.
Sus efectos antropológicos y sicológicos son devastadores, toda vez que
orientan a la destrucción de todo referente de autoridad, sea éste eclesial,
parental o, incluso, estatal (por ser tenida la autoridad estatal, como la úl-
tima que va quedando; residuo de una sociedad patriarcal, supremacista, e
imperialista). Parafraseando la frase de Marx, en su “Maniesto Comunista”
(1848), un fantasma recorre no sólo Europa, sino todo el mundo; y es el espíri-
tu del “nihilismo” que entendemos como una comprensión de que todo varía
de acuerdo con el sujeto. Todo esto, forzosamente culmina en una reconcep-
tualización de la persona y su dignidad inherente; que, de la conciencia y
la responsabilidad, va siendo desplazada hacia una falsa libertad, llevada a
extremos irracionales.
Pero esta “moralidad post cristiana”, lejos de serenar los espíritus inquietu-
des, alienta sus tendencias neuróticas: “Esta fue exactamente la crítica que Chris-
topher Lasch hizo a nes de la década de 1970, cuando argumentó que el impulso de
la autoestima no fortalecía el potencial humano, sino un narcisismo paralizante que,
según él, caracterizaba a la sociedad estadounidense en su conjunto. No se liberaba a
las personas permitiéndoles alcanzar su potencial; más bien, quedaban atrapadas en
la dependencia emocional: A pesar de sus ilusiones ocasionales de omnipotencia, el
narcisista depende de otros para validar su autoestima”.1
1 Lasch, Christopher: “The Culture of Narcissism: American Life in an Age of Diminishing
Expectations”, Norton, New York, 1978. Citado por Fukuyama, Francis: Ob. Cit. Supra,
pág. 113.
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Edmundo Castillo salazar
Un punto de vista contrario al expuesto sostiene Ernst Cassirer, para quien
el desplazamiento hacia una “visión introvertida de la vida” es manifestación
inevitable de una cultura avanzada, que se ha dejado de preocupar por el
entorno” para reexionar sobre el “dintorno”: “Cuanto más lejos avancemos en el
desenvolvimiento de la cultura con respecto a sus orígenes, la visión introvertida se va
adelantando hacia el primer plano. Sólo poco a poco la curiosidad natural del hombre
comienza a cambiar de dirección…”.2
Estamos de acuerdo con el autor alemán, cuando señala que este desplaza-
miento evidencia un alto grado de madurez cultural; sin embargo, esto suele
suceder también cuando las culturas llegan al pico de su madurez (digamos,
Occidente) y, tras cebarse y regodearse de sus logros materiales, comienza a
autodestruirse con un pensamiento débil” y “nebuloso”, desmontado las gran-
des realizaciones de la cultura, en aras de un subjetivismo diluyente.
B) siGmund freud:
¿Cómo fuimos llegando al precipicio? El resultado parecía inevitable a
medida que Occidente se avanzaba en la vorágine. Por ende, las causas son
múltiples, siendo un error señalar una víctima propiciatoria, que, con facilidad,
pueda ser inmolada en propiciación de una culpa colectiva. Pero, con todo,
hay líneas de pensamiento que han incidido negativamente; al menos una de
ellas, proviene de la psiquiatría freudiana que ha impactado negativamente
las ciencias sociales, la cultura, y la concepción de la persona y su dignidad.3
El psicoanálisis es una de las vetas que ha conducido a este descalabro; por
supuesto, no es el único, pero sí un factor importante. Otro factor importante,
esta vez desde el campo de la antropología, han sido las teorías del estructu-
ralismo y su otra cara de Jano, la teoría de la deconstrucción social. Alema-
nes y franceses, como veremos, compiten entre sí por conducirnos al “sheol”,
mientras el resto del mundo le sirve de comparsa. Los ingleses (Hume) y los
estadounidenses (James y Dewey) también han hecho daño. Aventurémonos,
con la audacia del profano, a espigar algunas de las ideas centrales de Freud.
-
La “economía libidinal” y el principio del placer:
En 1929, Freud, armaba en “El Malestar de la Cultura”, con sutileza de
rabino judaico, que existía en la “economía libidinal” de las personas (concepto
con el que Freud reemplaza la noción cristiana de la “economía de la Salvación”)
2 Cassirer, Ernst: “Antropología Filosóca. Introducción a una Filosofía de la Cultura”, Edi-
torial Fondo de Cultura Económica, México, Tercera edición, 2016, Pp. 20-21.
3 Un pensador de la posmodernidad, de credenciales nada conservadoras, reconocerá el
nivel cultual alcanzado por el psicologismo: “Como sea, en nuestros días y en nuestra sociedad
de orientación psiquiátrica, se mira con benevolencia cualquier cosa que pueda brindar placer al
individuo. La psiquiatría se ha convertido en la nueva religión”. Foucault, Michael: “Conversa-
ción sin complejos con el Filósofo que analiza las “Estructuras de Poder”: Entrevista con
Jerry Bauer, 1978, contenida en el libro: “El Poder, una Bestia Magníca: Sobre el Poder,
la Prisión y la Vida. Grupo editorial Siglo Veintiuno, Buenos Aires, Primera edición, 2012.
pág. 132
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algo así como un “principio del placer”, que mueve a toda persona a la búsque-
da de su felicidad. Todos aspiramos a la felicidad.
Luego destacaba que, en dependencia de la estructura psíquica y de las
circunstancias externas, toda persona procuraba esa felicidad recurriendo a
múltiples pulsiones o a combinaciones de éstas (sean éstas: el aislamiento, en
procura de la quietud; la intoxicación, en procura de sensaciones placenteras;
la sublimación de los instintos, acrecentando el placer en el trabajo; el goce de
la belleza; etc.). Concluía Freud señalando que la búsqueda de la felicidad o
economía libidinal” no imponía una regla única, valedera para todos, de forma
que, el individuo, debía buscar por sí mismo la manera en que pudiera ser
feliz.
-
El sometimiento de los instintos agresivos del hombre:
Ahora bien, aplicando el psicoanálisis a la cultura (“psicoanálisis aplicado”),
Freud armaba que existía en el hombre una realidad dual, en constante pug-
na, traducida en los “instintos agresivos”, de muerte o de destrucción, innatos
a la persona (que persisten, sin explicación suciente, desde los primitivos an-
tropoides hasta el hombre moderno) y el “eros”, o necesidad afectiva de crear
una familia (que, en Freud, siempre es para garantizar la satisfacción genital
del macho) y de vivir en comunidad. Para ello, el hombre tuvo que aceptar el
malestar de la cultura”, traducido en una limitación de sus instintos agresivos
ejercida, inicialmente, por la autoridad social, como un elemento exógeno a
su persona.
-
La religión y el sentimiento de culpa:
Posteriormente, la religión se encargó de profundizar esa autoridad sobre
los instintos del hombre, internalizándola en su estructura psíquica (a través
del sentimiento de culpa), de manera que, en el hombre, hay una estructura
psíquica tripartita consistente en el “yo” (o sujeto actuante o parte autónoma
de su conciencia); el “súper-yo” (o autoridad internalizada que tortura despó-
ticamente al pecaminoso “yo”); y el “ello” (que es el patrimonio de lo repri-
mido, que permanece en el subconsciente de la persona). De esta forma, la
renuncia instintual” abre paso a la “conciencia moral”.
Culmina Freud, con una profecía: “…la cultura está ligada indisolublemente
con una exaltación del sentimiento de culpabilidad, que quizá llegue a alcanzar un
grado difícilmente soportable para el individuo…”. Nuevamente, en sus propias
palabras: “La agresión es introyectada, internalizada, devuelta en realidad al lugar
de donde procede: es dirigida contra el propio yo, incorporándose a una parte de éste,
que en calidad de súper-yo se opone a la parte restante, y asumiendo la función de
“conciencia” (moral), despliega frente al yo la misma dura agresividad que el yo, de
buen grado, habría satisfecho en individuos extraños. La tensión creada entre el severo
súper-yo y el yo subordinado al mismo la calicamos de sentimiento de culpabilidad;
se maniesta bajo la forma de necesidad de castigo”.4
Pero, para Freud, lo que decididamente constituía un error, y una imposi-
ción inaceptable, era que “la religión” prescribiera una receta única para todas
4 Freud, Sigmund: “El Malestar de la Cultura”, Editorial Paidós, Madrid, 2016, pág. 124;
pág. 130 y pág. 135.

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