De la pena de muerte - De los delitos y de las penas - Libros y Revistas - VLEX 975269901

De la pena de muerte

AutorCesare Beccaria
Páginas41-48
41
DE LOS DELITOS Y DE LAS PENAS
§ XVI.—De la pena de muerte
Esta inútil prodigalidad de suplicios, que no ha mejorado
jamás a los hombres, me ha inducido a examinar si la pena de
muerte es verdaderamente útil y justa en un gobierno bien orga-
nizado15.
¿Cuál puede ser el derecho, que se atribuyen los hombres,
para matar cruelmente a sus semejantes? No ciertamente aquel
de que resultan la soberanía y las leyes. Estas no son más que la
suma de mínimas porciones de la libertad particular de cada uno;
representan la voluntad general, que es el agregado de las volun-
tades particulares. ¿Quién ha querido dejar nunca a otros hombres
el arbitrio de matarlo? ¿Cómo puede estar, en el mínimo sacrificio
de la libertad de cada uno, el del mayor de todos los bienes, la
vida? Y si esto se admite, ¿cómo se armoniza un tal principio con
el de que el hombre no es dueño de matarse? Y debía serlo, si tie-
ne poder para conceder a otros, o a la sociedad entera, ese dere-
cho16.
No es, pues, la pena de muerte un derecho, ya que he demos-
trado que no puede serlo; es una guerra de la nación con un ciuda-
dano; porque juzga necesaria o útil la destrucción de su ser. Pero
si demuestro que no es la muerte ni útil ni necesaria, habré ganado
la causa de la humanidad.
La muerte de un ciudadano no se puede creer necesaria más
que por dos motivos. El primero cuando, aún privado de libertad,
tenga todavía tales relaciones y tal poder, que interese a la seguri-
dad de la nación; cuando su existencia pueda producir una revolu-
ción peligrosa en la forma de gobierno establecida. La muerte de
algún ciudadano viene a ser, pues, necesaria, cuando la nación
recupera o pierde su libertad, o en tiempo de la anarquía, cuando
los desórdenes mismos hacen las veces de leyes; pero durante el
tranquilo reinado de las leyes, en una forma de gobierno por la
que los votos de la nación estén reunidos, bien provista hacia el

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