De los juramentos - De los delitos y de las penas - Libros y Revistas - VLEX 975269896

De los juramentos

AutorCesare Beccaria
Páginas26-27
26 CESARE BECCARIA
las leyes, y pena de las más graves que intimen, para que los hom-
bres no eludan así la necesidad del ejemplo que deben al público.
No es necesaria esta pena cuando está fuera de duda que un acu-
sado ha cometido tal delito, de manera que las preguntas sean inú-
tiles, de la misma manera que es inútil la confesión del delito cuan-
do otras pruebas justifican su culpabilidad. Este último caso es el
más ordinario, pues la experiencia demuestra que en la mayor par-
te de los procesos los reos niegan el delito.
§ XI.—De los juramentos
Una contradicción entre las leyes y los sentimientos natura-
les del hombre, nace de los juramentos que se exigen del reo, a fin
de que sea un hombre veraz, cuando tiene el máximo interés en
ser falso; como si el hombre pudiese jurar con verdad que contri-
buirá a su propia destrucción; como si la religión no callase en la
mayor parte de los hombres, cuando habla el interés. La expe-
riencia de todos los siglos ha demostrado que han abusado de este
precioso don del Cielo más que de ninguna otra cosa. ¿Y por qué
habrían de respetarla los criminales, si los hombres a quienes se
estima como más sabios la han violado tan a menudo? Dema-
siado débiles, por demasiado alejados de los sentidos, son para la
mayoría los motivos que la religión opone a la perturbación del
temor y al amor a la vida. Los asuntos del Cielo se rigen por leyes
ciertamente diferentes de las que rigen los asuntos humanos. ¿Y
a qué comprometer los unos con los otros? ¿Y para qué poner al
hombre en la terrible disyuntiva, o de ofender a Dios o de contri-
buir a la propia ruina? Así, la ley que obliga a semejante juramen-
to, manda o ser mal cristiano o ser mártir. El juramento deviene
poco a poco en una simple formalidad, destruyéndose de ese modo
la fuerza de los sentimientos religiosos, única garantía de honesti-
dad en la mayor parte de los hombres. Cuán inútiles son los jura-
mentos lo ha hecho ver la experiencia, pues cualquier juez puede

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