Introducción - Mitos y paradojas de la justicia tributaria - Libros y Revistas - VLEX 1026903040

Introducción

AutorLuigi Einaudi
Páginas37-49
37
Mitos y paradojas de la justicia t ributaria
introducciÓn
Durante mucho tiempo he dudado acerca del título más apropiado que
habría debido dar a este ensayo. No habría sido del todo malo un título
que dijese: En defensa del Estado contra los doctrinarios, porque en verdad la
cofradía de los doctrinarios se está convirtiendo en todo el mundo conocido
en el peligro “número uno” para la Hacienda pública. Los administradores
públicos que, como ministros de Hacienda o directores de los grandes
servicios scales, dirigen la Hacienda de los Estados contemporáneos, deben
defender rabiosamente los sistemas vigentes, que funcionan, bien o mal, y
que rinden miles de millones, contra la manía reformadora de los doctrinarios
que, buscando la justicia y no contentos con la justicia simple y tosca, que es
la única posible prácticamente, quieren la justicia perfecta, que es complicada
y destruye diez para recaudar uno.
Los doctrinarios son esa gente que continuamente examinan las leyes
vigentes en los países extranjeros para señalar al gobierno de su propio país los
nuevos impuestos, no conocidos en la patria, y que, considerando superado
lo nacional y antiguo, tienen siempre a or de labios lo ultramontano y lo
moderno. Respeto sumamente la legislación comparada, a condición de que
quien se haga paladín de ella conozca la ley nacional, sepa las vicisitudes
y las razones de su formación y sienta curiosidad por la norma extranjera,
sobre todo y en general, únicamente para llegar a saber por qué esa norma es
adecuada al país en que nació y, en cambio, exigiría modicaciones profundas
si se quisiera introducirla en el propio. El doctrinario es aquel que apenas
descubre una institución que le parece buena, regulada en las leyes rusas
o neozelandesas o peruanas, brama inmediatamente: “¿Nos atreveremos a
quedar atrás en la vía del progreso scal en relación con pueblos venidos al
mundo mucho tiempo después que nosotros?” El doctrinario lee en un libro
cualquiera, o se imagina, una escala nueva de tipos del impuesto sobre la
renta, que le parece más bella y más racional que la vigente, mejor apoyada
por una extensa demostración en símbolos algebraicos, y pretende que
inmediatamente la haga suya el ministro de Hacienda.
Los doctrinarios son una de las siete plagas de Egipto y, en cuestión de
perniciosidad pública, solo aparecen detrás de otra pestilencia conocida en
nuestra lengua con el nombre de “peritos” y más conocida en el lenguaje
internacional ginebrino con el nombre de “expertos”. Doctrinarios y peritos
son aliados estrechísimos, porque les aige el mismo vicio mental, que es
la convicción de creerse llamados por Dios para resolver “problemas”: el

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