Prólogo a la segunda edición - Nueva historia del derecho natural - Libros y Revistas - VLEX 976312060

Prólogo a la segunda edición

AutorFrancisco Carpintero Benítez
Cargo del AutorCatedrático Emérito de Filosofía del Derecho de la Universidad de Cádiz
Páginas13-14
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PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN
Saco a la luz un estudio que fue publicado en Madrid hace ya veinte años.
Las dudas fundamentales siguen en pie. Concretamente, ¿es necesario mencionar a
tantos autores en la explanación de la historia? Y ya que lo hago, ¿esto es afán por
mostrar erudición?
Es un tópico decir que el arte se hace imitando a lo que se ama, y que la ciencia
la hacemos dando patadas a lo que no nos convence. Los tratados sobre las historias
de cada ciencia surgieron fundamentalmente en el siglo XIX, y no sabemos si han
hecho más daño que provecho. Porque en un tratado de historia de la Filosofía,
por ejemplo, cada autor es despachado con unas cuantas líneas, y si es una gura
especialmente ilustre, tiene el honor de que se le dediquen unas pocas páginas.
Obviamente, así no se puede explicar nada de Aristóteles, de Tomás de Aquino o
de Hegel. Y lo que es peor, se crean mentalidades sobre estos autores que acaban
consolidándose por muy poco auténticas que sean. Para conjurar este peligro, Co-
pleston hizo un resumen de las obras principales de cada uno pero, aunque es en-
comiable su mayor amor por la persona de cada lósofo, poca utilidad tienen estos
resúmenes para el que no conoce ya por anticipado las obras resumidas.
Lo normal suele ser lo ya indicado, que se dediquen algunas líneas, o pági-
nas, a cada lósofo importante. Si atendemos a dos de los libros más conocidos
sobre la historia del Derecho natural y la Filosofía del Derecho, los de Verdross y
Welzel, vemos que hacen alusiones muy leves al autor que les ocupa en cada caso
y, por esta misma levedad, tales alusiones suelen ser poco precisas. Incluso cabe la
posibilidad de que un autor de alguna de estas historias aproveche la indefensión
de sus lectores para tomarse la justicia por su mano, y como la generalidad con la
que expone hace casi invericable cada texto, que denigre a quien no le gusta y que
eleve al Olimpo de los genios a personas sincréticas y poco innovadoras. Éste sería
el caso de Hans Welzel.
Pero, frente a este modo de hacer historia, tenemos la gran intuición de Hegel
que invoca a ese Espíritu que guía la marcha de los destinos humanos. No comparto
con Hegel tanta fe en ese Geist que dirige la historia, pero lo cierto es que el se-
gundo milenio de nuestra Era ha perseguido colectivamente dos metas: la libertad
individual y la secularización. Parece que los últimos cinco siglos se han puesto de
acuerdo en coordinar la marcha hacia estos objetivos últimos, de modo que poca di-

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