Prólogo para un penalista de La Mancha - Por una política criminal humanista. Ensayos escogidos - Libros y Revistas - VLEX 1026895311

Prólogo para un penalista de La Mancha

AutorEugenio Raúl Zaffaroni
Páginas17-21
17
ARROYO ZAPATERO: EL PENALISMO ALBERGADO EN EL TERRITORIO COMÚN DE ...
PRÓLOGO PARA UN PENALISTA
DE LA MANCHA
POR EUGENIO RAÚL ZAFFARONI
No es tarea sencilla sintetizar en pocas páginas la obra del Prof. Luis
Arroyo Zapatero y menos aún proporcionar una idea, aunque sea a grandes
trazos, de una personalidad que trasciende en mucho a su obra de penalis-
ta, tanto en el contexto español como en el europeo y en el internacional en
general.
Pertenece Arroyo al grupo de académicos que tuvieron a su cargo la
enorme tarea de re construir el derecho español, en todas sus ramas, después
de las largas décadas de oscurantismo dictatorial que siguieron a la trágica
guerra española, que me resisto a llamar civil, porque la historia prueba que
fue el sangriento prólogo de la Segunda Guerra Mundial, pero cuyas conse-
cuencias sobrevivieron pesando como interminable secuela sobre la noble Es-
paña. No puedo evitar el sobresalto que me produce siempre la visión del
Guernica de Picasso.
Los juristas democráticos españoles mar charon al exilio y cuando acabó
el régimen dictatorial habían muerto o bien, las marcas de sus difíciles vidas y
la larga ausencia de la patria no les permitían cargar sobre sus hombros esta
tarea ciclópea. Casi todos agotaron sus fuerzas formando a los juristas de
nuestras tierras americanas y quedaron para siempre en nuestro recuerdo y
agradecimiento. Fueron otras generaciones las que debieron enfrentar el desa-
fío, y a ellas pertenece A rroyo como uno de los más destacados catedráticos.
Al igual que su condiscípulo Don Ignacio Berdugo, que fuera Rector de
la Universidad de Salamanca, y Don Juan Terradillos, catedrático de Cádiz,
fue Arroyo discípulo del Prof. Don Marino Barbero Santos, hombre de incues-
tionable integridad científica y política –que no pocos dolores de cabeza le
acarreara- y extraordinario catedrático y magistrado del Tribunal Supremo de
España.
Marino –como su generosidad nos permitía llamarle- era una fuer te y
original personalidad que sin duda marcó el destino de Arroyo. Vaya en esta
ocasión mi más emocionado homenaje al recuerdo de Marino, del que no hay
argentino que se haya aproximado a su Cátedra, que no dé fe de sus atencio-
nes y preocupación, cara cterística que se reitera y emula en su discípulo.

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