Las estrategias del terror: gestión del castigo y trabajo forzado en el primer franquismo - Por una política criminal humanista. Ensayos escogidos - Libros y Revistas - VLEX 1026895673

Las estrategias del terror: gestión del castigo y trabajo forzado en el primer franquismo

AutorLuis Arroyo Zapatero
Páginas219-239
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POR UNA POLÍTICA CRIMINAL HUMANISTA. ENSAYOSESCOGIDOS
LAS ESTRATEGIAS DEL TERROR:
GESTIÓN DEL CASTIGO Y TRABAJO
FORZADO EN EL PRIMER FRANQUISMO
Toda Dictadura se hace eterna para quien la sufre. Por lo común dura en
torno al tiempo que Ortega y Gasset llamaba de una generación, pero la Dicta-
dura de Franco alcanzó tres generaciones, cuarenta años. La explicación no es
solo que contó con el apoyo del fascismo y el nacionalsocialismo hasta 1945 y
desde poco más de un lustro después del bloque occidental, en el que, aunque
de modo vergonzante, fue un fiel aliado contra el comunismo. La razón de su
pervivencia estuvo, sobre todo, en que se construyó sobre el exterminio físico
de los demócratas liberales y de los de izquierda, mediante la muerte y el
exilio forzoso, mediante la conversión de España en una inmensa prisión y en
el sometimiento de centenares d e miles de personas y familias c ondenadas
arbitrariamente a la cárcel y al trabajo esclavo, sometidos todos, presos y fami-
lias, a la amenaza penosa y eterna de regresar a la prisión. Así crecen exilio y
amenaza permanente durante 40 años. El encarcelamiento masivo, el trabajo
forzado y la liberación condicional con la amenaza permanente sobre la cabe-
za es el mecanismo del terror sobre los que se quedaron y no fueron ejecuta-
dos, toda una época en que no hubo ni paz, ni piedad ni perdón, como había
comprometido Manuel Azaña.
El autor de La Celestina hace saber que «todas las cosas son criadas a
manera de contienda o batalla». Así, la justicia que se ha hecho en Argentina
-y en la que nuestro homenajeado Carlos Julio Lascano, el gran renovador del
esplendor de la Ciencias penales en Córdoba, ha sido noble protagonista- no
es suficiente y se requiere el continuo exorcismo de la Memoria, que es la
única vacuna contra el terror que no requiere laboratorios sino compromiso
moral.
En 1937, segundo año de la Guerra civil española, se estableció el siste-
ma de redención de penas por trabajo, que permitía a los reclusos reducir
tantos días de su condena —primero liberaban un día por cada d os trabaja-
dos— como días de trabajo realizado y por lo que recibían una retribución
ciertamente miserable, así como una ayuda para la familia. Con este sistema
se trataba de gestionar el problema de masificación de los centenares de miles
de presos políticos a r aíz de la Guerra Civil, pero, sobre todo, se quería crear
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un sistema de control socia l brutal sobre los reclusos y sobre sus familias.
Todos los conde nados lo fueron por tribunales militares y por los delitos de
traición o auxilio a la traición, que en derec ho español se llaman delitos de
rebelión, en una suerte de Justicia «al revés», pues quienes fueron condenados
por rebelión o traición fueron los leales a la Republica. 1 El sistema sobrevivió
a la Dictadura y se convirtió en Democracia en un beneficio penitenciario
espectacular que permitía hasta el nuevo Código de 1995 reducir a la mita del
cumplimiento de las penas de prisión. Lo que interesa a quí hoy es su función
en la Dicta dura
Introducción
No resulta f ácil imaginar lo que sería el avance de la s tropas de Franco
ocupando ciudades y procediendo a la detención de todos cuantos podían ser
identificados como partidarios activos de la Republica, así como de los miem-
bros del ejército progresivamente vencido y desarmado2.
Durante los primeros días de ocupación de ciudades y terr itorios las
cosas podrían ser como fueron, por ejemplo, en Badajoz: la plaza de toros
como lugar de encierro y allí mismo como lugar de ejecución masiva. Pero
incluso cuando se exterminaba a centenares quedaban miles a los que no se
quería poner en libertad y a los que querían castigar pa ra lo que procedían a
su encierro en prisiones de todas clases y en campos de concentración. Así
desde 1936 y hasta bien sobr epasado el año 1945.
Tampoco resulta fácil estimar el número de personas condenadas a muerte
y e jecutadas no solo en los tiempos revueltos d e la guerra civil sino de los
tiempos de orden tras abril de 1939 y hasta el final de la Segunda Guerra
Mundial. Es más, esa cifra de ejecutados tras la guerra Civil es todavía el gran
secreto de nuestra historia3.
1Sobre las terminologías v. Lui s Arroyo Zapatero, Rebelión y traici ón. Los demonios fami-
liares de Europa y la Orden de arresto europea, en Luis Arroyo Zapatero/Adan Nieto/
Marta Muñoz, Coop erar y castigar: el caso Puigdemont , Edicio nes UCLM, Cuenca 2018, p.
13-20.
2La bibli ografía sobre la Guerra Ci vil española es hoy inmensa y quizá sean útil especial-
mente para lec tores en las Américas las obras siguientes: Hugh Thomas, La gue rra civil
español a, Grijalbo Barcel ona 1995; Julio Aróstegui Sánc hez, La Gu erra C ivil española,
Dastin, Madrid 2004; Pierre Vilar, Planeta, Barcelona 2005; Paul Preston, La Guerra Civil
española, 1936-193 9, Plaza y Janés, Barcelona 1987 y El holocausto español: odio y exterminio
en la Guerra Civil y después, Debate, Madrid 2011; Enrique Moradiellos, Historia Mínima de
la Guerra Civil española, Turner y el Colegio de México, 2016.
3Para una visión de conjunto de pol ítica y derecho penal de la España de Franco v. Marino
Barbero Santos, Política y Derecho penal en España, Túcar, Madrid 1977. Sobre la diversidad
de d atos sobre los ejecutados durante la Guerra Civil, vid. ROSIQUE, K., «El Rég imen
sigue «en pie de guerra», en Franco-Hitler: diálogo de sordos en Hendaya: 1939-1940 / coord.
por Daniel Arjona, Silvia Fernández, en LAVIANA, C., (ed.), El franquismo a ño a año. Lo
que se conta ba y oc ultaba dura nte la dictad ura, 1. 1939-1 940, Bibl ioteca el Mund o,
Unidad Editorial, Madrid, 2006, págs. 27-41, p. 29.

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