Introducción - Las bases sociológicas del derecho y el estado - Libros y Revistas - VLEX 1026866891

Introducción

AutorMichelangelo Vaccaro
Páginas11-37
11
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
Cuando hace cuatro años publiqué este libro, me propuse dos fin es:
1.º Exponer una nueva teoría sociológica, de la cual había ya trazado las líneas
principales en algunas de mis obras anteriores1.
2.º Demostrar que esta teoría podría dar una base sólida a la filosofí a de l
derecho, y a las demás ciencias juríd icas que todavía proceden sin orden y sin
criterio seguro.
Creí haber expuesto con suficiente claridad estos dos fines; pero he tenido que
reconocer pronto mi equivocación. Sucedió, en efecto, que viendo algunos que en
mi libro se trataba de lucha y adaptación, creyeron que yo había querido hacer senci-
llamente una aplicación de estas leyes biológicas a la sociedad humana, y no lleva-
ron más adelante su examen. Habiéndose dado otros cuenta de que la teoría que
había desarrollado se separaba de todas las demás, hablaron de ella con elogio;
pero en términos tan generales y tan vagos, que hicieron suponer que no habían
notado las diferencias que existían entre ella s, y que no conocían los principio s
sobre los cuales descansa mi teoría. A pesar de l a decl aración que había hecho,
creyeron algunos que me habla propuesto escribir un tratado de filosofía del dere-
cho; y produjo desilusión y descontento, porque no se encontró en mi libro lo que,
razonablemente, no debía contener.
Era un deber de mi par te hacer que desapar ecieran estas equivocaciones; pero
he tenido siempre ta n po cos deseos de volver sobre mis escritos y de enta blar
discusiones sobre su contenido, que no me decidí nun ca a dar las explicaciones que
se esperaban de mí.
Hoy, sin embargo, al imprimirse mi libro en lengua francesa, me haría culpa-
ble de una gran negligencia si no aprovechara esta ocasión para satisfacer los de-
seos legítimos del público.
La sociología ha hecho progresos notables en estos últimos años; pero tiene
dos categorías numerosas de enemigos que tratan de pon er obstáculos por diferen-
tes caminos a su triunfo definitivo.
La primera de estas dos categorías se compone de todos los supervivientes de
una época que ha desapare cido; de todos los retardatarios; de todos los representan-
tes de la ciencia oficial, conser vadora y arcaica, por naturaleza; en una palabra, de
1La luch a por la ex istencia y sus efec tos en la huma nidad, Roma, 1886; Sobre la vida de los pueblos en
relación a la lucha por la existencia (Revista de Filosofía científica, 1886, p. 591 y siguientes); Sobre la vida
de los animales en relación a la lucha por la existencia (en la misma Revista, 1887, p. 656 y siguientes);
Origen y funciones de las leyes penales. Roma, Bocea hermanos, 1889.
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MICHELANGELO VACCARO
todos los que han unido su nombre y su fortuna al mundo antiguo que todavía
duerme en el seno de la atmósfera inconmovible de la metafísica.
Hasta el presente, no han querido estos hombres ni traslucir que se apercibía n
de la existencia de la sociología, aunque esta ha aparecido de un modo brillante en
el firma mento científico. Hoy que la ven res plandecer con una espléndida aureola,
tratan de ocultarla detrás de l as nieblas de sus sofismas. Convencidos, sin embargo,
de que habría n sido vanos sus esfuerzos en este sentido, se han puesto a trabajar en
las tinieblas; y aprovechándose de su ven tajosa situación, niegan a la recién venida
el derecho de entrar en esos castillos feudales que se llaman Universidades. Persi-
guen por todas clases de medios a los que la estudian con perseverancia, y esperan,
por este camino, hacerla perecer de inanición.
¡Qué ilusos!
Pues si en épocas menos civi lizadas que la nuestra no llegó a detenerse el
progreso de la verdad y de la ciencia con la ayuda del tormento y de la hoguera,
¿no es estúpido esperar obtener hoy el mismo resultado por medio del e ngaño y de
procedimientos de mezquinería?
La seg unda categoría de enemigos de la sociología la forman todos los entu-
siastas de las novedades, todos los apóstoles improvisados, todos aquellos que, sin
haber hecho los estudios necesarios, calificándose de sociólogos, escriben y discu-
ten con motivo de esta ciencia con una ligereza deplorable, obrando como novelis-
tas más que como hombres de ciencia, mezclándolo y confundiéndolo todo. Sin
saberlo y sin querer lo, son estos últimos los mejores alia dos de los detractores
sistemáticos e interesados de la sociología, pues ofrecen una tarea fácil a la crítica;
estos son los que desacreditan nuestra ciencia y los que hacen sus progresos más
lentos y más labor iosos.
Sin embargo, a pesar de la a cción de estas fuerzas perturbadoras, está llamada
la Sociologí a a triunfar, y a triunfar pronto, pues ella es el coronamiento necesario
de todo el pensamiento moderno; todas las ciencias soci ales necesitan de ella y
trabajan pa ra ella. ¿Quién podrá detener sus progresos?
Por otra parte, la sociología puede decirse que está ya constituida. En efecto,
una ciencia está constituida cuando se conocen su objeto y sus límites; cuando se sabe
cuáles son los fenómenos que debe estudiar, cuál es la extensión del dominio d e su
estudio, dada la naturaleza de los fenómenos mismos, y cuál es el fin a que tienden
sus investigaciones.
Ahora bien; todos están conformes en reconocer que la sociología tiene por
objeto el estudio de los fenómenos sociales humanos, y que este estudio tiende a descu-
brir las leyes generales que los rigen. Las dudas y las controversias estriban princi-
palmente sobre la manera como deben hacerse las investiga ciones para llegar al
conocimiento de estas leyes y sobre el valor intrínseco y la exactitud de las que se
consideran ya descubiertas.
Y aun estos dos puntos se han esclarecido mucho. Mientras que hasta estos
últimos tiempos prevalecían los métodos demasiado exclusivos, hoy se reconoce
generalmente que la sociología se satisface lo mismo con el método inductivo que
con el método deductivo, completado por el primero; o en otros términos, se recono-
ce que pu eden descubrirse las leyes sociológicas, ya induciendo de la observación
directa los fenómenos s ociales, ya deduciéndolos de una ciencia más general, como

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