Capítulo VIII. El pasado y el porvenir de la lucha y de la adaptación entre los grupos humanos - Las bases sociológicas del derecho y el estado - Libros y Revistas - VLEX 1026866966

Capítulo VIII. El pasado y el porvenir de la lucha y de la adaptación entre los grupos humanos

AutorMichelangelo Vaccaro
Páginas131-144
131
LAS BASES SOCIOLÓGICAS DEL DERECHO Y EL ESTADO
CAPÍTULO VIII
EL PASADO Y EL PORVENIR DE LA LUCHA Y DE LA
ADAPTACIÓN ENTRE LOS GRUPOS HUMANOS
I. El pasado.— Las primeras fases
Es tiempo ya de re sumir lo que hemos dicho y de hacer algunas reflexiones
sobre las consideraciones expuestas en los dos capítulos precedentes, con el fin de
caminar con más firme paso a través de nuestras i nvestigaciones ulteriores.
Como vimos ya, la lucha más grave y más interes ante que ha tenido que
sostener el hombr e s obre la tierra, es precisament e la que se prod ujo entre los
mismos hombres. Examinando las fases sucesivas de la lucha que tiene lugar entre
los diferentes grupos humanos —l ucha externa— hemos notado desde luego, que de
todos los animales superiores, el más cruel y menos dado a la piedad frente a sus
semejantes, es el hombre.
En los primeros tiempos de la humanidad, cuando era grande el número de
las especies enemigas y de los obstáculos contra los cuales tenían que luchar los
hombres, todavía desnudos y sin armas, es probable que vivieran en paz entre sí,
hasta cierto punto.
Más tarde, cuando estas dificultades fueron superadas y se multiplicaron los
hombres sobre la tierra, la escasez de los alimentos impulsó a los unos contra loa
otros. Desde este momento llegó a ser el hombre el mayor enemigo del hombre.
Las h ostilidades y las guerras se hicieron casi continua s; tanto, que creyendo
los hombres que constituía s u es tado natural, trataron de eliminarse mutuamente.
Por otra parte, la manera de emprenderse y de hacerse las guerras, era extremada-
mente pérfida.
Poco a poco, sin embargo, en lugar de sorprender al enemigo, s e consolidó la
costumbre de declarar la guerra con la esperanza de obtener, sin hacer uso de las
armas, lo que se apetecía. Gracias, además, a las treguas y a los tratados de paz, no
fueron las guerras tan continuas como antes. Desgraciadamente, la paz no era la
amistad, sino más bien la dominación.
Por último, las astucias y las trampas de que se valían para engañar al enemi-
go fueron atenuándo se y modificándose poco a poco, más bien en la forma que en el
fondo.
Vimos después de esto que la primer a lucha entre las hordas humanas que
vivían en un estado semejante al de los animales, debió de producirse a causa de la
posesión de los territorios más ricos en frutos naturales y en caza.

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