Capítulo Primero. De la adaptación como ley de la vida - Las bases sociológicas del derecho y el estado - Libros y Revistas - VLEX 1026866897

Capítulo Primero. De la adaptación como ley de la vida

AutorMichelangelo Vaccaro
Páginas41-53
41
LAS BASES SOCIOLÓGICAS DEL DERECHO Y EL ESTADO
CAPÍTULO PRIMERO
DE LA ADAPTACIÓN COMO LEY DE LA VIDA
I. Concepto de la vida
No puede deteners e un o un ins tante a contemplar la infinita vari edad de
fenómenos que nos ofr ece e l un iverso, sin experimentar el es tremecimiento del
asombro .
Alzando los ojos a l cielo y considerando los millares de cuerpos luminosos
que se mueven armónicamente en la inmensidad del espacio; mirando a la tierra y
admirando las cadenas de montañas, cuyas cimas se pierden en las nubes; las llanu-
ras, los valles y las colinas que alternan entre sí; los volcanes que espantan con sus
rugidos vomitando humo y fuego; los ríos, los lagos y los mares, cuya superficie se
encorva y se confunde con el horizonte; dirigiendo, en fin, la mirada a las innume-
rables especies de vegetales y de animales que pueblan el globo terrestre, se siente
el hombre maravillado y estupefacto.
Guando descubre que cada uno de los cuerpos que resplan decen en la bóveda
de los cielos es un mundo; cua ndo sabe que un número consider able de otros
mundos, cuya luz no llega hasta nosot ros, existen, sin embargo, en el seno del
espacio; cuando llega a conocer que la Tierra, que nos parece tan grande, tan varia-
da y tan bella, no es más que un insi gnificante planeta apagado; cuando al examinar
la materia bruta desde más cerca, se da cuenta de que su inmovilidad no es más que
aparente, y de que cada una de las moléculas de que se compone encierra un gran
número de átomos siempre en movimiento; cuando fija su atención sobre las mani-
festaciones diversas y complicadas de la vida, y considera la estructura delicada y
variada de las plantas y de los a nimales, sus órganos, sus funciones, sus instintos y
los atributos de su inteligencia, véase el hombre vencido y anonadado frente al
espectáculo de la g randeza admirable de la naturaleza.
Cuando, en fin, trata de pene trar en el misterio del número infinito de los
maravillosos fenómenos que le rodean, siente el hombre todo el peso de su peque-
ñez y de su ignorancia.
Sin embargo, cuando llega a persuadirse de que los fenómenos innumerables
del Universo tienen su origen en una materia y en una fuerza únicas; cuando conoce
que la ley única que rige todos estos fenómenos es la de la persistencia de l a fuerza;
cuando llega a demostrarse que todo lo que existe en la naturaleza no es más que la
evolución de esa materia única q ue se transforma perpetuamente, sin destruir se; de
esa fuerza única que circula por todas partes y se divide en otras fuerzas equivalen-

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