Capítulo XII. El pasado y el porvenir de la lucha y de la adaptación en los grupos humanos - Las bases sociológicas del derecho y el estado - Libros y Revistas - VLEX 1026866997

Capítulo XII. El pasado y el porvenir de la lucha y de la adaptación en los grupos humanos

AutorMichelangelo Vaccaro
Páginas267-285
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LAS BASES SOCIOLÓGICAS DEL DERECHO Y EL ESTADO
CAPÍTULO XII
EL PASADO Y EL PORVENIR DE LA LUCHA Y DE LA
ADAPTACIÓN EN LOS GRUPOS HUMANOS
I. Imperfección de la adaptación social humana
A pesar de los notables progreso s realizados por la humanidad, hay q ue reco-
nocer que están todavía los hombres adaptados bastante imperfectamente entre sí. Sin
que consignemos que algunos pueblos apena s han salido del estado de barbarie, y
que otros viven todavía en el estado salvaje, o poco menos, hay un hecho cierto: el
de que la guerra y las hostilidades comerciales continúan existiendo entre las nacio-
nes más civilizadas.
Si de las relacione s externas pasamos a las internas, se ve que son todavía muy
intensas la lucha política y la jurídica en el mayor número de los grupos humanos.
Y basta con decir que al gunos pue blos vi ven actua lmente ba jo el dominio de la
clase militar, otros bajo la tiranía sacerdotal, y los restantes, que son los más civili-
zados, bajo el régimen aristocrático o plutocrá tico.
Allí, en fin, donde domina la clase popular se entrevé una lucha más o menos
ruda entre ricos y pobres, entre la mayoría y la minoría.
Bien mirado, no se puede decir que el género humano, después de millares y
millares de siglos de esfuerzos y de sufrimientos, haya recorrido una gran distancia
por el camino que conduce a su bienestar y a su felicidad.
Cuando se piensa en que algunos animales inferiores, como las abejas, las
hormigas, etc. , as í c omo l as d iferentes especies de pájaro s y de her bívoros que
vagan por las florestas ví rgenes están mejor adaptados que los hombres a la vida social,
se ve uno inclinado, aunque con pesar, a proponer esta cuestión: ¿qué sirve llamar
al hombre el rey de la tierra, cuand o ex isten otras criaturas que viven en mejor
armonía con sus semejantes que él con los suyos? ¿Para qué sirve nuestra superiori-
dad, nuestra poderosa inteligencia, con todas sus maravillosas invenciones y descu-
brimientos, si a pesar de ella es tan imperfecta n uestra adaptación social, que nos hace
mucho más desgraciados que muchos animales inferiores?
Pero en lugar de recriminar inútilmente, veamos más bien si el fenómeno,
examinado más de cerca, nos parece menos terrible de lo que aparenta.
II. Causas que contrarían la adaptación humana
El hombre es el último ser que ha aparecido sobre la tierra, y ha tenido, por consi-
guiente, menos tiempo que los animales que le precedieron para adaptarse a la vida.
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MICHELANGELO VACCARO
Además, la adaptación en los animales está ligada en gran parte a variaciones
que se hicieron orgánicas y se transmiten, por consiguien te, h ereditariamente, con
más regular idad que en el hombre, cuya vida de relación consiste en f enómenos que
no son casi nunca instin tivos .
Si todo se redujera a eso, habría motivos para contentarse; pero la suerte cruel
quiere que exista n otras muchas causas, que impiden que se adapten los hombres
entre si de una manera más satisfactoria.
La primera y la más importante de las causas es la insuficiencia de los medios
necesarios para la vida, que conduce inevitablemente a la lucha y a la eliminación de
un cierto número de individuos.
Esta insuficiencia primitiva de las cosas útiles para la vida en la sociedad huma-
na, se aumenta notablemente en razón de la previsión, que, degenerand o en avaricia1,
aconseja tomar a todos no solamente lo que basta para sus necesidades, como hacen los
animales, sino apropiarse la mayor cantidad posible, lo cual entraña un número de
eliminaciones mayor que el que reclamarían las leyes ordinarias de la naturaleza.
A pesar de todo, si se produjera entre los hombres la lucha por la existencia en
igualdad de condiciones, los menos dotados entonces se verían expulsados rápidamente
del banquete de la vida por los dotados mejor, y por consecuencia, después de cada
generación se encontrarían los supervivientes muy bien adaptados al medio biológico
y al medio social.
Desgraciadamente ha tenido lugar la lucha por la vida entre los hombres de
una manera tan irregular, que el triunfo de los menos buenos llevó con frecuencia a la
degeneración2. Por consiguiente, la adaptación humana encuentra nuevos o bstáculos y
es imperfecta.
El medio social humano es mucho más complicado y mucho más variable que
cualquier otro. De lo cual resulta que el trabajo da adaptación sufre en tre los hombres
perturbaciones continuas que le impiden realizarse de una manera normal.
Este orden de cosas es tanto más deplorable, cuanto que los hombres pasan
con frecuencia de un medio más favorable para la vida, a uno menos favorable ,lo cual hace
la adaptación más difícil y penosa3.
Sabemos de hecho, que siempre que un grupo social es subyugado por otro,
no solo cambian las condiciones de su adaptación, lo cual constituye un mal, sino que
llegan a ser muy penosas y muy difíciles. Los vencedores, no tratando más que de
explotar a los vencidos, hacen todo lo posible para someterlos a un género de vida
inferior. Pero lo logran con mucha dificulta d, pues esta adaptación, sufriendo una
degeneración más o menos g rave, no se obtiene sino al precio de larg os dolores y de
enormes sacrificios, que exa ltan y sublevan a los que los padecen.
Impulsados los vencidos por los sufrimientos, solo piensan en obtener su libertad,
y aprovechando toda ocasión favorable para no degenerar, llegan siempre a sustraer-
1En mi sentir, la avaricia nace de la previsión como una exageración suya. Al principio acumularon los
hombres cosas útiles para servirse de ellas en tiempo oportuno, verificando un acto de previsión. Pero
el temor de poderse quedar sin lo necesario los ha impulsado a acumular todo lo más posible, y así llegaron
a ser avaros, por exceso de previsión.
2Véase mi libro La lucha por la existencia, trad. J. Gaure, París, 1892.
3Véase más atrás, cap. I, § IV.

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