Capítulo III. La adaptación humana y sus caracteres particulares - Las bases sociológicas del derecho y el estado - Libros y Revistas - VLEX 1026866908

Capítulo III. La adaptación humana y sus caracteres particulares

AutorMichelangelo Vaccaro
Páginas67-75
67
LAS BASES SOCIOLÓGICAS DEL DERECHO Y EL ESTADO
CAPÍTULO III
LA ADAPTACIÓN HUMANA Y SUS CARACTERES
PARTICULARES
I. La adaptación humana
El hombre e s una criatura débil; condicionada y dependiente. Por el contrario,
las fuerzas de la naturaleza, donde tiene su origen, y de las cuales toma siempre
todo lo que sirve para co nstituir o mantener su orga nismo, son excesivame nte
poderosas.
No pudiendo sustraerse a la acción natural de tales fuerzas, debe el hombre
sufrirlas y adaptarse a ellas; porque la resistencia a las fuerzas naturales conduce a la
muerte, mientras que la adaptación es una fuente de vida.
Conocida ya la depen dencia y la relación íntima que existe entre l os organis-
mos y las fuerz as naturales en medio de las cuales viven y se desenvuelven, es ya
superfluo insistir más sobre este punto. Además, nunca se ha sostenido de un modo
serio que fuese el hombre absolutamente independiente de las fuerzas naturales
que l e rodean.
Los mismos autores que atribuyeron al hombre un origen privilegiado, no
han reconocido en él nada de espiritual y divino, fuera de su alma. Para ellos, todo
lo otro no es sino un poco d e tierra, sometida a las leyes inferior es de la naturaleza.
Los filósofos griegos, que fijaron especialmente su atención sobre esta creen-
cia religiosa, entrevieron que las funciones del alma , es decir, los fenómenos psí-
quicos, no son in dependientes de l cuerpo, y que obedecen también a las fuerzas
cósmicas, y a ello atribuyeron los errores de la inteligencia .
Los poligenistas del siglo pasado, con intención de destruir el dogma bíblico,
según el cual descienden todos los hombres de una sola pareja, sostuvieron la fijeza
de la especie humana, y, como consecuenci a, con sideraron como originarias las
principales diferencia s que distinguen a los habitantes de los diferentes luga res del
globo. Sin embar go, no pensaron nunca en nega r en teramente la acción de las
fuerzas externas sobre los organismos. Se limitaron solo a atribuir a esto último la
diversidad de los rasgos fisionómicos y las diferencias individuales que se encuentran en
los representantes de un mismo tipo especificado1.
1Cf. con Qnatrefages: L’Espè ce hum aine, lib. I, c ap. II, I II y XIV, y la Histoire générale des races
humaines, páginas 7 y siguie ntes.

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