Conclusiones - La democracia como defensa de los derechos civiles y sociales (1917-1944) - Historia de la democracia en Europa de Montesquieu a Kelsen - Libros y Revistas - VLEX 980631570

Conclusiones

Páginas345-350
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HISTORIA DE LA DEMOCRACIA EN EUROPA. DE MONTESQUIEU A KELSEN
CONCLUSIONES
El año 1945 significó el fin de la guerra en Europa, pero significó también el
año cero de la nueva época; la guerra había terminad o y había dejado destrucción y
ruinas. Quien viajó por los diversos países de Europa en los años inmediatamente
posteriores al fin de la guerra recuerda el espectáculo de monumentos caídos, de
iglesias destruidas y casas venidas abajo. Se hablaba entonces del primado de los
muertos civiles, de las casas destruid as, de las comunicaciones interrumpidas. Cada
nación tenía una «capital de las ruinas» . Gr ande era el an sia de r econstruir los
monumentos, edificios, ferrocarriles y carreteras.
Más difícil parecía la reconstrucción política. Casi nadie pensaba en un retorno
a lo anterior, como si nada hubiera sucedido, únicamente algún viejo hablaba con
nostalgia del pasado; faltó, en efecto, la tristeza romántica que había acompañado
en 1918 a la caída del Imperi o austrohúngaro. En todos vibraba una esperanza de
una sociedad mejor para evitar de nuevo los errores, para vivir un porvenir en paz.
Era un estado de á nimo que nacía del deseo de olvidar los horrores del conflicto,
pero no escondía las exigencias de liberarse del peso de las respons abilidades indi-
viduales y colectivas.
Ninguno pensaba en el enemigo vencido, pero el enemigo vencido era sobre
todo el sistema político abatido, genéricamente identificado con la dictadur a totali-
taria. No estaba cla ra la definición de la «dictadura totalitaria», pero cada uno por
su propia cuenta tenía algo que reprocha r al sistema político abatido. Aquellos que
entonces eran jóvenes recuerdan los encuentros, los debates, los coloquios que tu-
vieron lugar en las ciudades, con cuán ta at ención fueron seguidas las primeras
iniciativas culturales de la Unesco en París. Muchas eran las propuestas políticas,
pero todas tenían un denominador común: la democracia.
Unos y otros, jó venes y ancianos, hablaban de democracia como solución
segura: a la «dictadura totalitaria» venía contrapuesta la democracia como alter-
nativa.
La democracia, como solución política, tenía una alta tasa de historicida d. Los
que sentía n dentro de sí un palpito j acobino estudiaban a los hombres de la Revo-
lución fra ncesa, o a la Constitución de 1793, y entendían la democracia como «go-
bierno popular»: era el pueblo quie n co nstituía la unidad de la nación; y en el
pueblo habían creído Robesp ierre y Buo narroti. Otros estaban interesados en la
polémica sobre las «instituciones representativas» y seg uían las incidencias de la
oposición parlamentaria en el período 1830-1848, dando particular i mportancia a
las figuras republicanas de Mazzini y Lamennais. Otros descubrían las primeras
sociedades obreras de los años 1848-1871 y no sólo distinguían entre sociedades
progresistas y sociedades moderadas, sino que sostenían que la «capacidad de aso-
ciación» era una de las características fundamentales de la democracia. También el
tema de los «d erechos civiles y sociales», muy vivos en el antifa scismo europeo,
daba lugar a juicios en oposición por parte de los «idealistas» y de los «marxistas ».
Los que contemplaban el federali smo del siglo XIX propugnaban con fervor una
unión europea que habría debido armonizar el cambio democrático de los pueblos.
La r eferencia a un momento del pensamiento democrático europeo, hecha en
las fechas de 1945, permite comprender las razones de la búsqueda de aquellos
años, pero s obre todo permite recon struir el mosaico del d enominador comú n

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