Capítulo V. Derechos sobre la persona ajena - Parte Tercera. Sistema de relaciones de Derecho privado - Las reglas jurídicas - Libros y Revistas - VLEX 1027194723

Capítulo V. Derechos sobre la persona ajena

AutorErnest Roguin
Páginas191-195
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Las regLas jurídicas. estudio d e ciencia jurídica Pura
caPítulo V
derechos soBre la Persona ajena
137. Después de los derechos del sujeto activo sobre su propia persona,
aparecen naturalmente los que posee sobre la persona de otro. Podría, sin
embargo, comenzarse por los derechos del hombre sobre las cosas, es
decir, los seres materiales no humanos, como los cuerpos inanimados, los
vegetales y los animales. La sumisión directa al sujeto activo de esta clase
de objetos es, efectivamente, más indispensable a la vida del individuo y de
la sociedad que la de otros seres humanos. Las cosas son, en cierto modo, la
prolongación material y necesaria del cuerpo de su dueño; habría motivos,
por consiguiente, para colocar los derechos reales antes de los que vamos a
tratar en este capítulo.
Pero por un lado tenemos que comparar los derechos reales con los
monopolios y los derechos de obligación, razón para exponerlos después
de los de potestad y los de familia; y por otra parte, hay que separarlos con
precisión de los derechos sobre la misma persona, con los cuales se confunde
frecuentemente. Ahora bien; esta distinción solo puede hacerse comparándolo.
Por último, tanto los derechos reales como los de potestad, tienen el carácter
común de ser poderes sobre seres considerados como cosas inertes; en los
hombres, objeto de los segundos, se prescinde del alma; en una palabra, los
derechos de potestad y de familia recaen sobre el hombre considerado como
cosa, no son más que derechos reales diferenciados por el carácter humano
de su objeto, Puede decirse que al realizar la enumeración de los derechos
como lo hacemos, llegamos efectivamente a un grupo de derechos reales o
de derechos absolutos sobre cosas concretas, y el que, con justicia, tiene más
anidad con los derechos estudiados anteriormente, en los cuales era también
el hombre el objeto.
Integran, además, nuestra clase los poderes del sujeto activo sobre la
individualidad, no solo corporal, sino moral, de otros seres humanos; esto es
un motivo más para seguir el orden elegido, aparte de que la clasicación
ideal no puede representarse en un plano, y menos aún una línea como exige
el orden de la escritura, sino que se desenvuelve más bien en el espacio1: y
dejemos ya esta cuestión de prioridad.
1 No se ha comprendido todavía, generalmente, este principio de grandísima importancia.
Va haciéndose ya estadística cúbica, o sea ayudándose de cuerpos dotados de las tres

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