De la urbanidad (o de la discreción) en los jueces - Elogio de los jueces: escrito por un abogado - Libros y Revistas - VLEX 939699947

De la urbanidad (o de la discreción) en los jueces

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Mientras el proceso se concebía como un duelo entre los litigantes,
en el cual el magistrado, a modo de árbitro en campo de deportes,
se limitaba a anotar los puntos y a controlar que se observaran las
reglas del juego, parecía natural que la abogacía se redujera a un
certamen de acrobacias y que el valor de los defensores se juzgara
con criterio, como si dijéramos, deportivo.
Una frase ingeniosa, que no hiciese avanzar un paso a la verdad,
pero que atacase en lo vivo cualquier defecto del defensor contra-
rio, producía el entusiasmo del público, como hoy, en el estadio, el
golpe maestro de un futbolista. Y cuando el abogado se levantaba
para informar, dirigíase al público con el mismo gesto del púgil que
al subir al ring muestra la turgencia de los bíceps.
Pero hoy, cuando todos saben que en cada proceso, aun en
los civiles, se ventila, no un juego atlético, sino la más celosa y
alta función del Estado, no se acude a las Salas de justicia para
admirar escaramuzas. Los abogados no son ni artistas de circo ni
conferenciantes de salón: la justicia es una cosa seria.
Yo me pregunto –me decía confidencialmente un juez– si en el
comportamiento extraño de ciertos abogados en la audiencia pú-
blica, no habrá la misteriosa intervención de algún medium.
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