Undécima lección: La regal prohibitiva de los atentados contra la propiedad - Lecciones de sociología - Libros y Revistas - VLEX 976808429

Undécima lección: La regal prohibitiva de los atentados contra la propiedad

Páginas125-132
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LECCIONES DE SOCIOLOGÍ A. FÍSICA DE LAS COSTUMBRES Y DEL DEREC HO
UNDÉCIMA LECCIÓN
LA REGLA PROHIBITIVA DE LOS ATENTADOS
CONTRA LA PROPIEDAD
Pasamos ahora a la segunda regla de la moral humana: la que protege no
ya la vida sino la propiedad de la persona human a, cualquiera sea el grupo
social al que pertenezca, con tra los atentados ilegítimos. El primer interrogan-
te que deb emos plantea mos es el de saber c uáles son las cau sas que han
determinado el establecimiento de esta regla. ¿De dónde viene el respeto que
inspira la propiedad, respeto que la ley consagra con sanciones penales? ¿De
dónde viene que las cosas estén ta n estrechamente vin culadas a la persona que
participen de su inviolabilidad? Tratar con el método adecuado tal cuestión -
que no es otra que la de la génesis del derecho de propiedad- requeriría largas
investigaciones. Pero al menos podemos fija r algunos puntos importantes.
Comencemos por examinar las soluciones más usuales. El problema está
en saber cuál es el vínculo que une así la persona a los objetos que le son
exteriores y que, natu ralmente, no forman parte de ella misma. ¿De dónde
proviene que el hombre pueda disponer de ciertas cosas como dispone de su
cuerpo, excluyendo a los otros, y que sea la legitimidad de esta exclusión lo
que otorgue carácter ilegítimo a los t oques de otro? La solución más radical y
la má s simple sería que este vínculo es analítico, esto es que hay en la natura -
leza del h ombre algún elem ento, alguna p articulari dad constituci onal que
implica lógicamente la atribución, la a propiación de ciertas cosas. La propie-
dad podría ser deducida de la noción misma de la actividad hu mana. Basta-
ría con analizar ésta para descubrir por qué el hombre es y debe ser propieta-
rio. Ha parecido a gran cantidad de t eóricos q ue la idea del trabajo llenaba
esta condición. En efecto: el trabajo en el trabajo del hombre, es una manifesta-
ción de las facultades del ind ividuo, es la persona en acción. Tiene, por lo
tanto, derech o a los mism os se ntimientos que la persona inspira. Pe ro, por
otra parte, por na turaleza, el hombre tien de a e xteriorizarse, a proy ectarse
hacia afuera, a encarnarse en los objetos exteriores a los que concede valor.
Tenemo s c osas que no son más que act ividad humana c ristalizada . No es
pues cuestión de preguntarse de dónde viene que estén vinculadas al sujeto,
ya que provienen, son parte de él m ismo. Las posee com o se posee a sí mismo.
No hay ahí d os términos diferentes, heterogéneos entre los cuales estaría un
tercero que habría que descubrir y que haría su unión: pero habría continui-
dad perfecta del uno al otro: uno no sería más que un aspecto particu lar del

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