El turbulento credo de la capacidad - Las ideologías de la imposición - Las ideologías de la imposición - Libros y Revistas - VLEX 976304654

El turbulento credo de la capacidad

AutorLouis Eisenstein
Páginas85-99
85
LAS IDEOLOGÍAS DE LA IMPOSICIÓN
CAPÍTULO 2
EL TURBULENTO CREDO DE LA CAPACIDAD
La ideología de La capacidad de pago se expresa con la voz de la justicia
desapasionada, como corresponde a una buena ideología. De acuerdo con sus
partidarios, la imposición sobre la base de la capacidad es un principio ideal
de política fiscal que está perfectamente a salvo de las presiones de los argu-
mentos opuestos. Es el principio al que quisieran aspirar todos los legislado-
res sabios, ya que es intrínsecamente intachable como las Formas o Ideas de
Platón. Como mínimo, prosigue la ideología, el principio exige un impuesto
progresivo sobre la renta que sea aplicado universalmente sin ningún tipo de
favor o excepción. Tal impuesto es en sí mismo justo, indiferente a toda clase,
grupo o interés. Las desviaciones del principio son una rendición indecorosa
ante presiones egoístas.
Esta visión es, sin duda, atractiva, pero ignora indebidamente la historia.
Nuestro impuesto sobre la renta, al igual que el impuesto sobre sucesiones, fue
concebido deliberadamente como una medida partidista contra determinados
segmentos de la sociedad americana. Para aplaudir sus actuales virtudes es
necesario no olvidar su feo origen .
Excepto por causa de una aberración durante la Guerra Civil, el Congre-
so se abstuvo cuidadosamente de establecer un impuesto sobre la renta hasta
finales del siglo XIX. Los impuestos reinantes eran contribuciones sobre el
consumo —derechos de aduanas y diversos gravámenes sobre consumos es-
pecíficos tales como derechos sobre el tabaco y las bebidas más fuertes—. Esta
prolongada situación se ajustaba perfectamente a las expectativas de los Pa-
dres Fundadores. Estos pensaron, confiadamente, que hasta que hubiera trans-
currido mucho tiempo, los ingresos provendrían de contribuciones, aranceles
«y, en general, de todo tipo de derechos sobre artículos de consumo». Todo lo
que esperaban, lo creían también deseable. Hamilton no tuvo más que elogios
para los impuestos sobre el consumo. «La suma con la que debe contribuir
cada ciudadano», explicó a toda el que pudiera mostrarse inquieto, «estará en
función da su propia opción, pudiendo regularse de acuerdo con sus recur-
sos. El rico puede ser extravagante, el pobre, frugal; la opresión del individuo
puede siempre evitarse mediante una selección prudente de objetos propios
para tal tipo de gravámenes». Es una notable ventaja de los impuestos sobre

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