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Obsesionados por los incentivos

AutorLouis Eisenstein
Páginas147-175
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LAS IDEOLOGÍAS DE LA IMPOSICIÓN
CAPÍTULO 5
OBSESIONADOS POR LOS INCENTIVOS
Vuelvo, de nuevo, al caso Pallock (127) utilizado como luz y guía. Como
revelaron los debates de este proceso, ambos bandos se mostraron de acuerdo
en que el impuesto de 1894 se ideó para causar el desconcierto económico de
los ricos. La exención personal de 4,000 dólares fue el método de discrimina-
ción elegido. Por tanto, los eminentes abogados defensores de los acomodados
censuraron la contribución como una ley de «extorsión y confiscación» antes
que de «imposición». Un impuesto es exactamente un impuesto, mantenían,
sólo si es «equitativo y uniforme y no para individuos escogidos o de clase».
Por otra parte, argumentan, la igualdad ante la ley ha desaparecido para siem-
pre si la mayoría puede gravar a la minoría eximiéndose a sí misma. William
D. Gurthie, uno de los ilustres portavoces, lo declaró con franqueza e insisten-
cia: «estamos aquí para mantener que el Congreso no puede sacrificar a unos
—los más humildes o los más ricos— en beneficio de otros» (128). La cuestión
básica, de principio, que plantea esta impresionante declaración no se oculta
por el hecho de que en el momento de formulaba la causa inmediata de la
preocupación de Gurthie pudiera haber sido más un interés por el rico que
por los humildes.
Su colega Joseph H. Choate formuló otra queja. La exención de 4.000
dólares no sólo distinguía entre ricos y pobres, sino que también discriminaba
entre los acaudalados. «Algunas exenciones —manifestó Choate— son siem-
pre defendibles por haberse establecido con el fin de impedir que se pisotee a
los pobres; para evitar que se quiten hasta los placeres elementales de la boca
y de la mesa del mecánico y del peón; en una palabra, para permitir una
comodidad perfecta en todos los hogares del país» (129), Pero la exención de
4,000 dólares iba mucho más allá de «aquel principio político». Eximía a gente
que gozaba de un «bienestar perfecto» sin trabajar ¿Con qué fundamento,
preguntó, debiera otorgarese una exención a alguien que vive «en la ociosidad
(127) Pollock v. Farmer Loan & Trust Co., 157 U.S. 429 (1895), rehearing 158 U.S. 601 (1895). Ver p. 18.
(128) 157 U.S. 450, 452, 497-498.
(129) Esta parte de la retórica de Choate no aparece en el Informe U. S. Puede hallarse en el ejemplar
impreso de su argumento archivado por el Tribunal Supremo. Ver 19 Sup. Ct, File Copies of
Briefs, Closing Argument of Mr. Choate, 60. Ver también 39 L Ed. 807.
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LOUIS EISENSTEIN
y está en jauja», percibiendo 4.000 dólares netos al año, procedentes de valo-
res invertidos? Si urna exención de 4,000 dólares es razonable, entonces, de la
misma manera, cualquier exención superior es igualmente racional. De ahí que
si trazara la divisoria en 20.000 dólares, «un hombre con 666.000 al 3 por 100
o 500.000 dólares al 4 por 100» sería también «objeto apropiado para la exen-
ción» (130).
La ley de 1894 hacía asimismo otras distinciones que molestaron a
Gurthie y a sus colegas. Mientras los individuos gozaban de una exención de
4,000 dólares, las sociedades no disfrutaban de ninguna. Mientras las socie-
dades eran objeto de gravamen, las cajas de ahorro, compañías de seguros
mutuos y sociedades hipotecaria« [18] y de préstamos estaban libres de im-
puestos. Estas diferencias fueron igualmente atacadas con las adecuadas pa-
labras de reproche. Las exenciones se identificaron con la desigualdad y la
desigualdad era el pillaje.
«Si van a aprobarse exenciones —prosiguió el argumento— entonces ta-
les exenciones deben concederse también a quienes tienen sus recursos inver-
tidos en empresas y obtienen sus ingresos de los beneficios de éstas». La ini-
ciativa particular y la societaria deben tratarse de idéntica forma. El Congreso
tampoco puede otorgar la inmunidad fiscal a ciertas «sociedades y compañías
privadas favorecidas». Como señaló Gurthie, «si el negocio de una compañía
de seguros se guía por el procedimiento accionario para beneficio de todos los
accionistas, cada dólar se grava; si se orienta hacia el beneficio de sus miem-
bros o asegurados, que no son sino otra forma de accionistas, está totalmente
exento». Gurthie reconoció, a regañadientes, que el poder para gravar lleva
consigo el poder para eximir, pero insistió en que una exención debe justificar-
se por «algún interés público». Aunque no ofreció mucha ayuda para distin-
guir intereses «públicos» de «privados», había algo de lo que estaba seguro.
«Las empresas privadas que persignen, en primer lugar, el beneficio de sus
miembros nunca pueden ser socorridas con la excusa de la discrecionalidad
para eximir». Choate fue todavía más audaz. Ni siquiera deseaba perdonar
las exenciones más santificadas, es decir, las que disfrutan las asociaciones
religiosas. «Tomad, por ejemplo, la iglesia de la Trinidad» en Nueva York,
declaró, «con sus cientos de fincas, almacenes y casas y millones de valores,
de los que recibe una renta fabulosa. ¿Existe algún tipo de política pública en
la exención de esa renta a costa de los sectores más pobres del país?» (131).
Las calurosas observaciones que he citado están teñidas indudablemente
de ambigüedad. Pero la confusión no es un hecho insólito en numerosas de-
claraciones de principios. Si actuaran de otra manera no parecerían tan efecti-
(130) 157 U. S. 549-550.
[18] Building Associations: se trata de una clase de banco orientado a la concesión de hipotecas, cuyo fin
es el fomento de la construcción e inversión en compañías constructoras. Podría hablarse, igual-
mente, de bancos, cajas mutualidades, etc. (N. del T.).
(131) Id. 443-449, 550.

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