Prólogo - El impuesto justo - Libros y Revistas - VLEX 976582430

Prólogo

AutorLuigi Einaudi
Páginas21-23
21
El impuEsto justo
pROLOGO
Como yo también escribí hace unos años un libro en búsqueda del impues-
to «óptimo», no pensé, cuando el autor me concedió el privilegio de leer este
libro en galeradas, que hubiese intentado nuevamente una de esas empresas
que los amantes de la llamada, «práctica» suelen considerar doctrinarias. Es
una necesidad del espíritu escudriñar el porqué de las instituciones políticas,
jurídicas, sociales, económicas, en cuyo seno vivimos; y si preciso es recono-
cer que no existe un fundamento racional de muchas instituciones, sobre las
cuales, todo lo más, se puede decir que están regidas por un antiguo mito, por
una fórmula aceptada, por un encanto que, una vez roto, todo cruje, resulta
difícil creer que en lo profundo del impuesto deba buscarse solo el encanto de
las cosas que existen. Los hombres quieren instintivamente explicarse por
qué pagan, y si la respuesta no surge con claridad claman contra la injusti-
cia. La creencia en la monarquía o en la república, en una o dos cámaras, en
un presidente elegido por el pueblo o por una asamblea o, como sucedió en
algún tiempo y país, extraído a la suerte, es un acto de fe. Pero la creencia
en el impuesto sobre la renta, sobre el patrimonio o sobre las herencias o los
consumos no es un acto de fe. Puede ser un acto de fuerza o de prepotencia;
pero el grupo político que resulta ser el culpable se esfuerza siempre por en-
contrar una justicación racional a su actuación, aunque derive solamente
de la voluntad de hacer pagar a los grupos dominados los medios del propio
sustento. Con frecuencia, y hoy no mas que en el pasado, esa actuación quiere
ser deliberadamente racional.
La gran disputa que leemos en los libros de teoría tributaria se ciñe a esto:
¿cuál es el fundamento racional del impuesto? Puesto que el principio de la
«capacidad contributiva» es una petición del principio («se debe pagar lo
que se puede pagar»: ¿pero cómo se dene el «poder» pagar?); puesto que el
principio de la «contraprestación» o del «benecio» es absurdo (el problema
del impuesto se plantea precisamente porque los hombres ignoran la ventaja
individual de los servicios «indivisibles», únicos por los que se exige el im-
puesto a los ciudadanos), el autor recurre al «principio del interés», inspira-
dor de la antigua ley Rhodia de jactu, según la cual, como Paulo recordaba:
«cavetur ut si levandae navis gratia jactus mercium factus est omnium con-
tributione sarciatur quod pro omnibus datum est (L. 1, Dig. XIV, 2),
puesto que placuit omnes, quorum interfuisset jacturam eri conferre
oportere (L. 2, 2 ibid.)».

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