Capítulo II: De la familia - Parte segunda - Filosofía del derecho - Libros y Revistas - VLEX 976806692

Capítulo II: De la familia

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FilosoFía del derecho
caPíTUlo ii
de la FaMilia
Hasta casi en la primera mitad de este siglo se buscaba el origen
del hombre en las cosmogonías. En 1847 la Sociedad de Anticuarios
del Norte encargó a un geólogo, a un zoólogo y a un arqueólogo la
exploración de algunas pequeñas colinas articiales situadas en la ori-
lla del mar, llamadas Kjoekkenmoedding y algunos pantanos de turbas,
llamados skoumosses. Los doctos exploradores, que se llamaban For-
chammer, Steentrup y Worsae, dinamarqueses, encontraron en aque-
llas colinas conchas, residuos de peces, huesos de pájaros y de algu-
nos mamíferos, y también utensilios, instrumentos y armas de piedra
groseramente tallada. En la turba después examinaron las diferentes
capas geológicas con su ora respectiva, y de los utensilios y armas
hallados dedujeron los distintos grados de civilización de aquellos
primeros habitantes. Entonces Thompsen, después de los primeros
descubrimientos, distinguió las tres épocas, de la piedra, del bronce
y del hierro, a que posteriormente se dio el nombre de prehistoria. La
edad de piedra que es la más antigua corresponde a la vegetación del
pino; la de bronce ocupa el período entre la vegetación del pino y la
de la encina; y nalmente la edad de hierro, la más moderna, es con-
temporánea del haya. Boucher de Perthes hizo otros descubrimientos
importantes en el mismo año de 1847 en las canteras de arena en Ab-
berille, cerca de París, donde recogió muchos trozos de sílice más o
menos groseramente labrados, pero que conservaban las señales de la
mano del hombre.
Estos descubrimientos hacían solamente suponer la existencia del
hombre fósil; pero Boucher de Perthes tuvo la fortuna de encontrar
una mandíbula humana en Moulin Quignon, a lo que siguió después
un sepulcro encontrado por los ingenieros del ferrocarril en Croc-Mag-
non, no lejos de la estación de Eyries, los cráneos de Furfooz, etc. Unas
cuarenta localidades diseminadas por toda Europa, pero especialmen-
te en su parte occidental, nos han dado hasta ahora cerca de cuarenta
cabezas más o menos completas y numerosos fragmentos de cráneos
y otros huesos de la cara. Lund ha indicado en varias cavernas del
Brasil algunas Osamentas humanas mezcladas con huesos de anima-
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DioDato Lioy
les, y también en el campo de los Auges, en California; en las demás
partes del mundo no se ha encontrado nada de esto1.
El naturalista Quatrefages en la más reciente edición de su célebre
obra La especie humana, lo ha analizado y clasicado todo, admitiendo
no solo el hombre cuaternario sino también el terciario, que se cree
encontró Capellini en las arcillas de Montoperto, cerca de Siena, y
hasta la posibilidad del hombre de época secundaria, cuando existían
otros mamíferos. Pero rechaza al hombre bestia y toda procedencia
del mono; pues no ha reconocido en todos los restos hallados sino los
caracteres puramente humanos. De las armas, utensilios y huesos de
animales deduce el estado social de algunas poblaciones primitivas,
semejantes al de algunas tribus de Pieles-Rojas. En los grabados y es-
culturas hallados en algunos pedazos de pedernal o en la empuñadu-
ra de las armas, representando plantas y animales, se revela un gusto
artístico bastante avanzado. En las sepulturas había algunas cabezas
desdentadas, que revelan un extremo cuidado por la vejez, y los ob-
jetos más queridos de los difuntos, que hacen pensar en una resurrec-
ción. Del conjunto de todas estas cosas deduce el autor que aquellas
poblaciones vivían de la caza y de la pesca; pero eran ya sedentarias
y comenzaban a poseer algunos animales domésticos; por lo cual han
podido muy bien ser origen de las razas existentes; y de este modo
llena el abismo que separaba al hombre prehistórico de la creación
adámica.
Los mismos caracteres que separan al hombre del mono, hicieron
que Quatrefages permaneciera el a la monogenia. Distinguiendo cui-
dadosamente la especie, la variedad y la raza para los seres orgánicos,
funda la unidad de la especie humana sobre bases inquebrantables.
«La especie, dice, es el conjunto de los individuos más o menos seme-
jantes, que pueden ser considerados como procedentes de una mis-
ma pareja, por una sucesión no interrumpida y natural de familias.
Cuando la complexión de un individuo se exagera traspasando un
límite bastante mal determinado y constituye un carácter excepcional
que lo distinga de sus más próximos parientes, este individuo forma
una variedad. Si, por último, los caracteres propios de una variedad
llegan a ser hereditarios, tenemos una raza. La raza es, pues, el con-
junto de los individuos semejantes pertenecientes a una misma espe-
cie, que han recibido y transmiten por vía de generación especial los
1 En 1700 el duque Luis Everardo, ordenando hacer excavaciones en un oppidum romano
en Canstard, en los alrededores de Stuttgard, encontró un fragmento de cráneo humano
entre huesos de animales; pero la geología y la paleontología no habían nacido aun, y no
se concedió importancia alguna a este precioso fragmento. En 1857 se encontró en una
caverna cerca de Dusseldorf un esqueleto completo: pero los operarios, no conociendo su
valor, lo hicieron pedazos. En 1823 presentaron a Cuvier un hueso humano encontrado en
el Gran Ducado de Baden, pero no le había dado importancia alguna.

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