El Señor Magistrado Murphy - El señor magistrado - Libros y Revistas - VLEX 976552460

El Señor Magistrado Murphy

AutorJohn P. Roche
Páginas221-250
221
El Señor Magistrado Murphy
por
John P. roche
la conFrontación
“Es descorazonador encontrar tantas cosas correctas en una opinión que
me parece fundamentalmente errónea”. Ultimo disentimiento del señor
ministro Murphy, en el caso Wolf vs. Colorado, 338 U.S. 25, 41 (1949).
“Conar en una sencilla fórmula para la fácil determinación de lo que
es un derecho fundamental (de cateo y secuestro) para nes de cum-
plimiento legal obligatorio, puede satisfacer un anhelo de certidumbre,
pero desdeña los movimientos de una sociedad libre”. El señor ministro
Frankfürter, por la Corte, caso Wolf vs. Colorado, 338 U.S. 25, 27 (1949).
El 19 de julio de 1949 fallecía, en Detroit, Frank Murphy, ministro asociado
de la Suprema Corte de los Estados Unidos. La prensa liberal lamentó la pérdida
de un poderoso adalid de la libertad civil. Otros periódicos observaron el proto-
colo de la ocasión deplorando cortésmente su muerte; la Escuela de Derecho de la
Universidad de Michigan elaboró un número conmemorativo de la Michigan Law
Review499 en honor de su distinguido ex alumno; unos cuantos encomios aparecie-
ron en las publicaciones jurídicas,500 y luego se hizo el silencio. Este silencio se ha
roto solo ocasionalmente mediante ligeras alusiones a los talentos de Murphy, y por
una tradición verbal en los círculos de las escuelas de leyes en el sentido de que el
ministro era un indocto jurídico, un rutinario político del Nuevo Trato, que se había
499 48 Mich. L. Rev. 737-810 (1950).
500 Ibid. Véase también Frank, Justice Murphy, The Goals Attempted, 59 Yale L.J. 1
(1949); Gressman, Mr. Justice Murphy: A Preliminary Appraisal, 50 Colum. L. Rev.
29 (1950); Arnold, Mr. Justice Murphy, 63 Harv. L. Rev. 289 (1940). Desde el año de
1957 han aparecido dos artículos de mérito: Gressman, The Controversial Image of
Mr. Justice Murphy, 47 Geo. L.J. 631 (1959), y Howard, Prank Murphy and the Sit-
Down Strikes of 1937, 1 Labor History 103 (1960).
Allison DunhAm / PhiliP B. KurlAnD
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introducido en los sagrados arcanos del Derecho con una falta de respeto rayana en
blasfemia, y que miraba a las veneradas tradiciones jurídicas como un ebrio mira al
poste de un farol: como medio de apoyo más bien que como foco de luz.
Murphy fue ciertamente un fenómeno extraño, y dadas las manifestaciones
políticas de la generación pasada, parece que jamás veremos a alguien que se le
parezca. Frank Murphy fue también un liberal resuelto y militante. Probablemente
una de las guras más cordialmente detestadas del período del Nuevo Trato por su
inquebrantable negativa para emplear la ley marcial contra los huelguistas de bra-
zos caídos, también se creó enemigos entre los seguidores del presidente Roosevelt
por su defensa incondicional de las libertades civiles aun en contra de la “ilustra-
da” administración. Además, a causa de su manera completamente pragmática de
abordar el derecho y las tradiciones legales, incurrió en la enemistad de todos los
eruditos jurídicos que seguían el apostolado del señor ministro Frankfürter. Liberal
ideólogo, y hasta ritualista, atrajo sobre sí el rencor de los “realistas” de dura men-
talidad, tales como el ministro Jackson. Mientras en Jackson se cumplía el deside-
rátum de Holmes, en el sentido de que un juez debe tener en algo de Mestófeles
(de hecho, haciendo aparecer a veces al propio Holmes, por comparación), Murphy
carecía por completo de dicha cualidad. En sentido real, sugiero yo, el señor minis-
tro Murphy era un peregrino utópico en este valle de lágrimas, un hombre con una
entrega religiosa, profundamente arraigada, a la edicación de una sociedad nueva,
en la cual los hombres serían a la vez libres y prósperos. Así, pues, cuando falleció
Murphy, la Corte, más que a su principal paladín de la libertad civil, perdía a un
ministro que era la viva encarnación del mito libertal militante del Nuevo Trato.
Las críticas contra el juez Murphy son interesantes en sí mismas por la luz
que arrojan sobre su estatura simbólica. Los críticos más indulgentes, tales como
Herman Pritchett, sugieren que “la preocupación superactiva” del ministro “por los
derechos individuales” le condujo a “andanzas casi quijotescas”.501 Esto es suave,
sin duda, en relación con la severidad de Philip B. Kurland. Al comparar a Murphy
con el ministro presidente Vinson, Kurland observaba:
“Ninguno tenía gran capacidad intelectual. Ambos dependían en abso-
luto de sus secretarios jurídicos para la producción de sus opiniones.
Ambos se preocupaban muchísimo por su lugar en la historia, aunque
ni el uno ni el otro tuviera ningún apasionamiento por la historia de la
Corte como institución... Ninguno trataba los casos presentados como
problemas complejos; para cada uno de ellos había un aspecto que for-
zaba la decisión. Cada uno sentía una lealtad muy especial en favor del
Presidente que lo había nombrado.”502
501 Pritchett: The Roosevelt Court (1948), 285.
502 Kurland, Revisado por Pritchett, Civil Liberties and The Vinson Court, 22 U. Chi. L.
Rev. 297, 299 (1954).

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