De las repúblicas en la edad media y en el mundo moderno - De las formas de gobierno y de las leyes por que se rigen - Libros y Revistas - VLEX 976580236

De las repúblicas en la edad media y en el mundo moderno

AutorHippolyte P. Passy
Páginas183-197
183
CAPÍTULO XII
DE LAS REPUBLICAS EN LA
EDAD MEDIA Y EN EL MUNDO MODERNO
Europa ha contado en su seno gran número de repúblicas, que han vivido bajo
formas muy diversas; y entre aquellas que conservaron su unidad constitutiva y las
que unidas unas a otras por un pacto de defensa común, se sometieron en lo que
concernía a la ejecución de los respectivos compromisos a una autoridad Central,
subsistieron diferencias demasiado caracterizadas para no haber inuido sensible-
mente sobre sus destinos; así, conviene clasicarlas por separado.
repúBlicas unitarias
Hubo en la Edad media una era, durante la cual aparecieron en los más de los
Estados de Europa tendencias a la organización republicana. Las ciudades habían
adquirido una alta importancia: ricas y con poblaciones numerosas, muchas de ellas
disponían de milicias aguerridas y formidables, e intereses cada día mas cuantiosos
las impulsaban a reclamar con creciente energía el derecho de gobernarse a sí pro-
pias. Tal fue, en efecto, el n que trataron de alcanzar, pero ni en Alemania, ni en
Flandes y los Países Bajos, consiguieron desprenderse de los vínculos del vasallaje
original, y las luchas que sostuvieron no les fueron ventajosas.
Solo en el suelo de Italia no sucedió así: allí la autonomía llegó a ser patri-
monio de las ciudades y hubo un momento en que se vericó su transformación
en verdaderas repúblicas, resultado que debieron a circunstancias de un orden es-
pecialísimo. En una época en que la fuerza lo decidía todo, lo que más temían los
Papas era la formación en la Península de un Estado bastante poderoso para poner
a Roma bajo su dominio: en su sentir, el libre ejercicio del poder de que estaban
investidos, exigía la subdivisión de Italia en muchos pequeños Estados, y cada vez
que una casa real dilataba en ella sus conquistas, le suscitaban fuera enemigos que
venían a derribarla. Esta política hábilmente practicada dio sus frutos: en cuatro si-
glos quebrantó sucesivamente tres monarquías ya considerables, cuyos instrumen-
tos fueron sucesivamente los Griegos, los Francos y los pueblos Teutónicos, y vino o
parar en hacer de Italia un feudo del Sacro romano Imperio, de un imperio cuyo jefe

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