Discusión VI: Origen, forma, esencia y propiedades de la sociedad civil. ¿Proviene ella de la naturaleza? - Libro segundo - Elementos de derecho natural y de gentes - Libros y Revistas - VLEX 976350263

Discusión VI: Origen, forma, esencia y propiedades de la sociedad civil. ¿Proviene ella de la naturaleza?

Páginas319-346
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ElEmEntos dE dErEcho natural y dE gEntEs
dIsCUsIón vI
ORIgEn, fORMA, EsEnCIA y PROPIEdAdEs dE LA sOCIEdA d CIvIL.
¿PROvIEnE ELLA dE LA nAtURALEzA?
§ I
PREMIsAs
No satisfecho el género humano con las sociedades hasta ahora
descriptas, la providencia quiso que formara aquellas que llamamos
estados y repúblicas. Y fue el consenso tan general que no existe na-
ción bárbara que no tenga por lo menos algún simulacro de repúbli-
ca o estado. Se ha escrito que los cafres, algunos insulares del nuevo
mundo y los montañeses del Cáucaso no tienen gobierno, pero esto lo
arman autores a quienes se puede sospechar de narrar hechos que
no han bien examinado y niegan la existencia de un gobierno don-
de no hay basílicas y soldados, donde no brilla el resplandor de los
palacios y de la cortes. Sin embargo, los cafres están repartidos en
diecisiete naciones gobernadas cada una por un konquio; cada aldea
está administrada por el krale que tiene el derecho de castigar a los
delincuentes. Se reúnen todos los jefes de aldeas para deliberar acerca
de los negocios públicos bajo la presidencia del jefe de la nación que
es al mismo tiempo el general del ejército. Este es el relato que hace
Pedro Kolbins quien, mucho tiempo vivió entre los cafres. Heineccius
duda que sea exacto lo que Salustio cuenta de los Aborígenes y de
los Gétalos, Estrabon de los Sumidas, Valerio Flaco de los Bebricios,
Plinio de los Trogloditas. Homero de los Sicilianos cuando describe el
estado natural de estos insulares: «No tienen foros donde repercuta el
eco de las asambleas ni la voz del juez; viven en los antros sombríos
de las altas montañas; cada cual gobierna su esposa y sus hijos; nadie
piensa en ocuparse de los demás. El autor francés del tratado sobre el
gobierno civil reere la siguiente que ha sacado de Acosta: «Es muy
probable que estas gentes no hayan tenido durante mucho tiempo ni
reyes, ni comunidades, pero que han vivido y han andado en tropeles
así como lo hacen actualmente los habitantes de la. Florida y lo prac-
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CiriaCo Morelli
tican aún los chiriguanos, las gentes del Brasil y varias otras naciones
que carecen de reyes, y cuando se presenta la ocasión de hacer la paz
o la guerra, eligen sus capitanes como quieren.» (Charl., Hist. de la N.
Fr., lib. II. En Boehm., Jus. pub., pág. 2, lib. I, 1, X.) En la América Aus-
tral, entre el Perú y el Brasil hay con los chiriguanos, tribus aun más
errantes que en ninguna parte, se jan y obedecen a generales y sobe-
ranos que los españoles llaman caciques. ¿Puede armarse que estas
tribus forman un estado y una sociedad civil en la acepción moderna
de la palabra? A ellas se aplican muy bien las palabras de Boehmer:
«Esta multitud reunida fue desde un principio, no hay que dudarlo,
muy ruda, y apenas puede suponerse que haya entre estos individuos
un pacto expreso, dada la diversidad tan grande de espíritus. Pero
del solo hecho de reunirse aquellos hombres que obedecían a razones
naturales de conservación, puede deducirse que hay entre ellos algún
pacto tácito, pacto sin embargo, muy débil, puesto que nadie está pri-
vado de la facultad de retirarse de esta sociedad, y que ninguna con-
federación particular obliga, de un modo positivo, a los jefes de fami-
lia.» Hablan la misma lengua que los chiriguanos, pero no pertenecen
a la misma nación los Tapes del Brasil cuyos soberanos gobernaban a
cincuenta familias según los unos, a ochenta según los otros. Los jesui-
tas tenían bajo su cuidado al mismo número de jefes que conservaban
el privilegio que los eximía de pagar el impuesto de los convertidos a
la fe y los tributos para el rey católico. Los súbditos se llaman todavía
Aba-boyae, es decir, los servidores del hombre. Pero ignoro si esta servi-
tud es la esclavitud tal cual existía en la familia de Abraham o si es
una sumisión civil y política, pues una vez convertidos a la religión
de Cristo se hallan sometidos a España y de sus prerrogativas de jefes
solo conservan la aludida excepción de impuestos.
Salvador Gili, después de armar que en la misma América, en el
Orinoco, los pequeños reyes son sometidos a un régimen en parte mo-
nárquico y en parte aristocrático, agrega: «De hecho, no he visto orden
en la justicia, ni aparato de soldados y alguaciles, ni penas establecidas
para los transgresores. Todas las deliberaciones son tumultuosas, aun
las importantes y las decisiones más serias se toman en la embriaguez
y después de los bailes». (Gili, Saggio, t. II, l. 4, c. 1.) Dobrizhoffer cuen-
ta lo mismo de sus Abipones, pero no encuentra entre ellos gobierno
monárquico ni aristocrático. Cada tribu tiene varios caciques. «Pero a
su cacique no lo veneran como a un soberano, ni le pagan tributos, ni
le prestan obediencia, ni le conceden los derechos de juez, de árbitro
de las cosas, de vengador de los crímenes.» (Dobrishoffer, Hist. de Abi-
pon., t. II, cap. XII).
2. Con más sabiduría que nadie el apóstol indica el n de la socie-
dad civil, aun en el texto que da Heineccius: «A n de que, bajo la
autoridad de los reyes y de todos los que están constituidos en dig-

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