Un derecho de clase para los comerciantes miembros de la sociedad urbana - Historia del derecho mercantil - Libros y Revistas - VLEX 976550331

Un derecho de clase para los comerciantes miembros de la sociedad urbana

AutorFrancesco Galgano
Cargo del AutorProfesor Emérito de la Universidad de Bolonia (Italia)
Páginas33-52
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HISTORIA DEL DERECHO MERCANTIL
CAPÍTULO SEGUNDO
UN DERECHO DE CLASE PARA LOS COMERCIANTES
MIEMBROS DE LA SOCIEDAD URBANA
2.1. Mercaderes y artesanos en el sistema comunal
La antigua clase mercantil se había extinguido en los albores del feuda-
lismo ante una Europa carente de rutas comerciales al exterior.1 Durante toda
la alta Edad Media, la vida económica se encierra en la propiedad feudal. Los
recursos de la tierra y los productos del trabajo sólo satisfacen las necesidades
del consumo directo de los productores y las pretensiones del señor feudal. El
renacer del tráfico europeo y la aparición de una nueva clase de mercaderes, a
partir del siglo xi, se explican por la reapertura de las vías comerciales en el
norte y en e l sur de Europa.2 Sin embar go, esto no ba sta para comprender la
decadencia de la clase feudal (con la apertura de las vías comerciales habría
podido conseguir un beneficio pare cido al que obtuvieron los antiguos lati-
fundistas), ni da cuenta del carácter particular de la nueva clase mercantil
que, a diferencia de la vieja, es una clase políticamente activa: la clase que
dirige el desarrollo económico. La crisis del sistema feudal, a la que se vincula
directamente la fortuna de los nuevos mercaderes, vino determinada por razo-
nes internas. La ineficacia de la economía señorial y la baja productividad del
trabajo servil, unidas a la creciente necesidad de renta que tenía la clase domi-
1«Mientras existió una vida u rbana y un comercio, los gra ndes dom inios posey eron un
mercado para el excedente de sus productos. Es indudable que durante la época merovingia,
el suministro y el abastecimiento de las aglomeraciones urbanas y de los comerciantes se
hizo gracias a ellos. Pero las cosas deb ieron cambiar cuando, dominando el Islam en el
Mediterráneo y los normandos en los mares del Norte, desapareció la circulación y con ella
la clase comerciante y la población urbana. Los señoríos (.. .) perdieron sus sal idas comer-
ciales. No existiendo ya la posibilida d de vender a l exterio r por falta de compra dores,
resultó inútil seguir produciendo más de lo mínimo indispensable para la subsistencia de
los hombres, propietarios o arrendatarios que vivían en el dominio» (v. Henri Pirenne, Les
villes du Moyen Age, París, PUF, 1971, t rad. cast. F. C alvo, Las ciudades de la Edad Media,
Madrid, Alianza Edito rial, 2.a edición, 1975, pp. 31 y ss.).
2Según H. Pirenne, Las ciudades de la Edad Media, cit., p. 56, « es el resultado de un agente
externo: gracias al contacto q ue mantuvieron estos dos puntos (Venecia y la Italia meri-
dional, y la costa flamenca) con el comercio extranjero, este agente se pudo manifestar y
propagar (...). De la misma manera que el comercio occidental desapareció al cerrarse sus
salidas al exterior, volvió a surgir con la apertura de éstas».
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FRANCESCO GALGANO
nante, son las causas de esta crisis. Los señores feudales aumentaron cada
vez más la presión ejercida sobre los productores hasta el punto de hacerla
insoportable. La población servil desertó en ma sa de los señoríos. La sustrac-
ción de la fuerza de trabajo del sistema productivo perjudicó de manera irre-
parable la posibilidad de supervivencia.3
Entre aquellos que se desvinculan de la servidumbre feudal se halla no
sólo la plétora de vagabundos y mendigos y las bandas de salteadores, sino
también un elemento económicamente activo: los mercaderes ambulantes, que
viajan en caravanas por razones de seguridad, que trafican entre las diversas
cortes señoriales o entre éstas y las nuevas rutas comerciales extraeuropeas,
adquiriendo y revendiendo, y que obtienen los mayores beneficios de la enor-
me desproporción existente entre el precio de los productos en los lugares de
producción y el precio de los mismos en los lugares de consumo.4
A esta primera generación de mercaderes ambulantes se debe la forma-
ción de un originario capital comercial, premisa necesaria del desarrollo suce-
sivo. Sin embargo, se mueven todavía en el contexto de la economía señorial;
pues el tipo de comercio que realizan lo exige. El modo de producción feudal,
al separar el productor del consumidor, es la fuente de los beneficios. La se-
gunda generación de mercaderes ya no será ambulante; se organizará estable-
mente en la ciudad. Es la generación que será la artífice de un nuevo modo de
producción basado en una nueva forma de comunidad política.
Las antiguas ciudades romanas, que habían estado prácticamente de-
siertas durante la alta Edad Media, se repueblan a medida que se intensifica el
éxodo de los feudos. Las primitivas caravanas de mercaderes las habían elegi-
do con anterioridad para sus «asentamientos»,5 resultando ideal que estuvie-
ran situadas en los cruces de las carreteras romanas, prote gidas por l as
fortificaciones feudales y que la presencia próxima de los monasterios les ga-
rantizará la inmunidad. Para la gente que huía del campo, la ciudad significa-
ba un sitio donde organizar formas libres de convivencia social. Se constituye
una sociedad ur bana que halla su expre sión política en la organización co-
munal. Allí la clase mercantil coexiste, especialmente en las c iudades italia-
3Así Maurice Dobb, Est udios so bre el desarroll o del capitalism o, t rad. cas t. L. Etcheverry y
Reyna Pastor de Togneri, Buenos Aires, Siglo XXI Argentina editores, 1.a edición, 1971, pp.
55 y ss. Según el historiador inglés: «Lo que claramente falta en la interpretación tradicio-
nal, es un análisis de las relaciones internas del feudalismo como modo de producción y
del papel que ellas desempeñaron en cuanto a determinar la desintegración o la supervi-
vencia del sistema. Y si bien el resultado final puede considerarse fruto de una c ompleja
interacción entre la acción externa del mercado y estas relacio nes internas del sistema, en
determinado sentido puede afirmarse que estas últimas ej ercitaron la influencia decisiva»
(v. M. Dobb, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, cit., pp. 60 y ss.).
4«El comercio y la industria debieron reclutarse en su origen entre hombres desprovistos de
tierra y que vivían, por decirlo a sí, al margen de una sociedad en la que sólo la t ierra
garantizaba la existencia» (v. H. Pirenne, Histoire Economique et Sociale du Moyen-Age, París,
PUF, 1 933; trad. cast. S. Echavarrí a. Historia económica y soci al de la Eda d Media, México,
FCE, 1939, 11.a re imp., 19 74, p. 40).
5V. H. Pirenne, Historia económica, cit., p. 37; Las ciudades de la Edad Media, cit., pp. 88 y ss.

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