De cómo toda forma de gobierno no es propia para todos los países - Libro Tercero - Contrato social o principios de derecho político - El contrato social - Libros y Revistas - VLEX 976582517

De cómo toda forma de gobierno no es propia para todos los países

AutorJean-Jacques Rousseau
Páginas67-70
67
EL CONTRATO SOCIAL
El gobierno simple es el mejor en sí mismo, sólo por el hecho de ser
simple. Pero cuando el poder ejecutivo no depende suficientemente del legisla-
tivo, es decir, cuando hay más relación del príncipe al soberano, es preciso
remediar esta falta de proporción dividiendo el gobierno; pues entonces cada
una de sus partes no tiene menor autoridad sobre los súbditos, y su división
las hace a todas juntas menos fuertes contra el soberano.
Existiría también el mismo inconveniente si se estableciesen magistrados
intermedios que, dejando al gobierno en su plenitud, sirviesen solamente para
armonizar los dos poderes y mantener sus derechos respectivos. En este caso
el gobierno no es mixto, sino moderado.
Se puede remediar por procedimientos semejantes el inconveniente opues-
to, y cuando el gobierno es demasiado débil es también posible erigir tribuna-
les para concentrarlo. Esto se practica en todas las democracias. En el primer
caso se divide el gobierno para debilitarlo, y en el segundo, para reforzarlo;
porque tanto el máximum de fuerza como el de debilidad se encuentran en los
gobiernos simples, mientras que las formas mixtas ofrecen una fuerza media.
CAPÍTULO VIII
DE CÓMO TODA FORMA DE GOBIERNO NO ES PROPIA
PARA TODOS LOS PAÍSES
No siendo la libertad un fruto de todos los climas, no se encuentra al
alcance de todos los pueblos. Mientras más se medita este principio de
Montesquieu, mejor se ve su verdad; mientras más se le discute, más ocasión
se ofrece de hallar nuevas pruebas que le apoyen.
En todos los gobiernos del mundo, la persona pública consume y no
produce nada. ¿De dónde le viene, pues, la sustancia consumida? Del trabajo
de sus miembros. Lo superfluo de los particulares es lo que produce lo necesa-
rio para el público. De donde se sigue que el estado civil no puede subsistir
sino en tanto que el trabajo de los hombres produce más de lo preciso para sus
necesidades.
Ahora bien; este sobrante no es el mismo en todos los países del mundo.
En muchos es considerable; en otros, mediano; en algunos, nulo, y no faltan
otros en los que es negativo. Esta relación depende de la fertilidad del clima,
de la clase de trabajo que la tierra exige, de la naturaleza de sus producciones,
de la fuerza de sus habitantes, del mayor o menor consumo que les es necesa-
rio y de otras muchas relaciones semejantes, de las cuales se compone.
De otra parte, no todos los gobiernos son de la misma naturaleza; los hay
más o menos devoradores, y las diferencias se fundan sobre el principio de
que mientras más se alejan de su origen, las contribuciones públicas son más
onerosas. No es por la cantidad de las imposiciones por lo que hay que medir
esta carga, sino por el camino que han de recorrer para volver a las manos de

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