De la segregación penitenciaria a la asimilación espontánea - La sociedad criminógena - Libros y Revistas - VLEX 976426969

De la segregación penitenciaria a la asimilación espontánea

AutorJean Pinatel
Cargo del AutorProfesor de la Universidad de Paris (Francia)
Páginas121-140
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LA SOCIEDAD CRIMINÓGENA
CAPÍTULO 8
DE LA SEGREGACIÓN PENITENCIARIA A LA
ASIMILACIÓN ESPONTÁNEA
ENel siglo xix se esbozó una partición, una segre gación. De un lado
estaba el medio criminal y del otro la prisión. Hoy día el medio se ha, lo hemos
visto antes, diluido. La prisión, por su parte, cede terreno ante instituciones
como la cadena condicional, la probación (condena condicional con puesta a
prueba), la semilibertad, la libertad condicional.
Esta evolución no es más que un aspecto de un movimiento más amplio.
De una manera empírica y sin planes preconcebidos, la sociedad realiza un
intento de asimilación de los delincuentes. Así tolera una «cifra negra» de
criminalidad en base principalmente al hecho de que las víctimas no presentan
denuncia. Igualmente ciertos asuntos se resuelven en el seno de instituciones
o corpora ciones al margen de la justicia penal. Cuando se altera, la Policía
concentra sus esfuerzos en los casos que le parecen más importantes. En fin, las
fiscalías archivan un elevado número de expedientes y, generalmente, la justicia
penal solo absorbe los asuntos que puede tratar. En estos hechos emerge la
tentativa de asimilación de los delincuentes. Se centra también en las institu-
ciones penitenciarias y en la vigencia de la probación y de métodos análogos.
I. La cifra negra
Esta asimilación espontánea se manifiesta, en primer lugar, en la llama-
da «cifra negra» de la criminalidad. En su acepción más restringida, el con-
cepto de cifra negra comprende la porción de la criminalidad real que perma-
nece desconocida. Son los mismos actos lo que se ignora.
La existencia de la cifra negra no ha preocupado a los especialistas de la
estadística. Quetelet de fiende que existe «una relación aproximadamente in-
variable entre los delitos conocidos y juzgados y la suma total desconocida de
delitos cometidos». Pero si este postulad o tranquiliza a los especialistas de la
estadística, no puede menos que inquietar a los responsables de la política
criminal, pues conduce a admitir que la proporción de la criminalidad oculta
aumenta al mismo ritmo que la criminalidad conocida y juzgada. Por ello, la
criminología tra ta de determinar el volumen de la cifra negra y precisar el
proceso que la gobierna.
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JEAN PINATEL
Este desafío lanzado a la criminología debería ser, por tanto, más relevante
de lo que es para sus denigradores; la existencia de la cifra negra, si no para
poner en duda su valor científico, sí sirve al menos para invitar a la modestia:
la criminología sería incapaz de probar que la población criminal conocida es
verdaderamente representativa. Pero, en realidad , las dificultades con que se
encuentra la criminología, a causa de la cifra negra, amenazan a todas las
ciencias sociales. ¿Se debe renunciar a la ciencia política porque los documentos
importantes a menudo se pierden o desaparecen? Lo propio de las ciencias
sociales es intentar descubrir procedimientos indirectos de investigación, cuan-
do no es posible tener un conocimiento directo de los hechos. No vemos ninguna
razón para admitir que los obstáculos con que se topa la criminología no sean
tan superables c omo los relativos a otras ciencias sociales.
Se pueden utilizar dos métodos para averiguar la cifra negra: uno que
reposa en testimonios de autores en materia de delincuencia oculta, y otro
que se basa en los testimonios de las víctimas o pretendidas víctimas. El
primer método fue utilizado en 1947 en Nueva York por Wallenstein y Wyle.
Interrogaron por escrito a 1.020 hombres y 678 mujeres tomados al azar .
Constataron que el 99 % ad mitían haber cometido uno o varios de los 4 9
delitos enumerados por la ley penal del Estado. Estos resultados prueban el
carácter aleatorio del método. Por otra parte, la objetividad de las respuestas
es d udosa; por otra , ningún criter io perm ite dis cernir si l os hecho s
pretendidamente cometidos habrían sido considerados por las autoridades
responsables, susceptibles de cualificación jurídica o demasiado insignifi-
cantes para ser perseguidos. Ello no impide que con precauciones rigurosas
pueda resultar adecuado.
Es el caso, en Estados Unidos, de Martin Gold en materia de d elincuen-
cia juvenil. Los resultados publicados en 1966 muestran1:
1. Que el 28 % de los actos constatados son extremadamente anodinos.
2. Que la proporción de actos accidentales o benignos de destrucciones
de bienes ha sido notablemente más elevada entre los muchachos
ricos que entre los pobres.
3. Que la mayor parte de los jóvenes no son muy delincuentes, ya sea
por la frecuencia, ya sea por la gravedad de su comportamiento.
4. Que los registros oficiales son selectivos, en el sentido de exagerar la
delincuencia relativa de los jóvenes de condición social inferior.
5. Que un mayor número de jóvenes de condición inferior cometen con
más frecuencia actos de delincuencia que los jóvenes de situación
social más elevada, pero que estos crímenes tienden a ser más impor-
tantes.
1MARTIN G OLD: «Undet ected delin quent behav ior», en Journ al of r esearch on crim e a nd
delinquen cy, vol. 3, n.° 1, 19 66, págs. 2 7 a 46.

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