La prevención social de la criminalidad - La sociedad criminógena - Libros y Revistas - VLEX 976426966

La prevención social de la criminalidad

AutorJean Pinatel
Cargo del AutorProfesor de la Universidad de Paris (Francia)
Páginas91-112
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LA SOCIEDAD CRIMINÓGENA
CAPÍTULO 6
LA PREVENCIÓN SOCIAL DE LA CRIMINALIDAD
LAprevención social de la criminalidad tiene como fin suprimir de la
sociedad sus ra íces y neutralizar los procesos.
«Vale más prevenir los crímenes que castigarlos». Por haber escrito esta
frase (1764) en su célebre T ratado de los delitos y penas, Beccaria es considera-
do como un precursor de la criminología. Pero, en realidad, hizo falta espe-
rar hasta 1881, con la magistral Sociología criminal de Ferri, para que fuera
elaborado un vasto programa de prevención social. Preconizó equivalentes
de la pena o sustitutivos penales. Desde el punto de vista económico recla-
maba una legislación social previsora . En el plano científico, propugnaba el
desarrollo de métodos criminalísticos. En el plano c ivil y administrat ivo,
solicitaba clara mente la reparación a las víctimas de los delitos y la simpli-
ficación de la legislación. En el pla no familiar, recomendaba la prohibición
del matrimonio para ciertas personas y una regulación inteligente de la pros-
titución. En fin, en el plano educativo, reclamaba la elevación del nivel de
vida de las familias y la función social de la escuela. Era, en lo esencial, un
programa socialista y laico. Estos principios serían aplicados ampliamente
en Suecia, donde la criminalidad por inadaptación cultural o económica fue
reducida a muy poca cosa.
Es, por tanto, posible—el ejemplo de Suecia lo muestra—reducir —si no
hacer desaparecer—la criminalidad de inadaptación económica y cultural. La
nueva sociedad puede y debe hacerlo1.
Pero mucho más grave e s la aparición de una criminalidad ligada a la
nueva sociedad misma, al vacío cultural y moral que ella engendra. Única-
mente mediante la consideración de las necesidades del hombre, no solo en el
orden material, sino en los planos intelectual y espiritual, la nueva sociedad
podrá sobrevivir. El hombre no está hecho para la sociedad, es la sociedad la
que debe existir para el hombre.
Conviene fijarse, en primer lugar, dada la situación, sobre la prevención
social general, y pasar revista seguidamente a los medios más especializados
1El desarrollo de las reformas sociales en Francia ha estado dominado por factores de
orden político. Los imperativos de la política criminal han permanecido siempre secun-
darios o marginales.
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JEAN PINATEL
de prevención social, entre los que ocupan un primer puesto los destinados a
reducir la criminalidad de inadaptación económica y cultural.
I. La prevención social general
Son necesarias reformas estructurales para que las nuevas formas de
criminalidad —violencia juvenil, abuso de drogas, crimen «de cuello blan-
co»— no continúen siendo estimuladas por la misma sociedad.
Dado que la promoción del hombre está ligada al desarrollo de sus ins-
tintos de simpatía, en detrimento de los instintos de defensa, los valores fun-
damentales sobre los que la nueva sociedad deberá apoyarse son, según De
Greeff: la libertad, el amor, el desinterés, la entrega, el honor. Aun a riesgo de
parecer utópico, conviene esbozar a grandes trazos los contornos de una so-
ciedad basada en tales valores.
El egocentrismo segregado por la sociedad ceder á su lugar a la conside-
ración de la personalidad de los demás. Ideas claras y simples serán la base
de las legislaciones y reglamentaciones, cuya multiplicación se evitará. Un
margen importante se concederá a la elaboración de acuerdos, particulares o
locales, concretados tras libres discusiones. La ley se quedará en lo fundamen-
tal, siendo conocida por todos y fácil de interpretar. El respeto de la regla
jurídica deberá ser absoluto, como absoluto será el respeto a los demás.
La organización del trabajo favorecerá la cooperación y la solidaridad.
Las relaciones industriales estarán gobernadas por el espíritu de las relacio-
nes humanas, por el espíritu de equipo. El sentido de personalidad del hom-
bre podrá desarrollarse normalmente en su trabajo.
Todo hombre tendrá garantizado un cierto dominio en el tiempo. No será
el pupilo de la seguridad social o el agente económico al que se despide capri-
chosamente. Su trabajo le asegurará simultáneamente cierta estabilidad y po-
sibilidades de promoción en base a sus méritos. Deberá poder ahorrar, benefi-
ciar a sus hijos; en una palabra, estar alentado a organizarse en el tiempo.
El ritmo de vida y de trabajo del hombre será compatible con su biología,
no habitará en ningún caso a más de treinta minutos de su lugar de trabajo. Es
decir, que los dos problemas esenciales, el alojamiento y la circulación en las
ciudades, deberán resolverse prioritariamente. Dicho de otra forma, todas las
frustraciones inútiles serán suprimidas.
El tiempo libre estará ampliamente favorecido por la jornada continua y
los fines de semana de descanso. Las posibilidades deportivas y cultura les
estarán al alca nce de todos.
La familia estará defendida, los padres instruidos de sus deberes, la edu-
cación familiar aclarada.
Estas exigencias, muy ligeramente esbozadas, son vitales. Pueden rea li-
zarse sin desórdenes profundos, sin mutaciones políticas. Son compatibles

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