La nueva sociedad ¿es criminógena? - La sociedad criminógena - Libros y Revistas - VLEX 976426964

La nueva sociedad ¿es criminógena?

AutorJean Pinatel
Cargo del AutorProfesor de la Universidad de Paris (Francia)
Páginas65-81
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LA SOCIEDAD CRIMINÓGENA
CAPÍTULO 4
LA NUEVA SOCIEDAD ¿ES CRIMINÓGENA?
LAcriminalidad lesiona valores enmanantes de los instintos de simpatía,
que subsisten entre los hombres con los instintos de defensa. Cuando se desa-
rrolla y llega a ser inquietante, los instintos de defensa alcanzan, para un
número cada vez mayor de hombres, más importancia que los de simpatía.
¿En qué medida es responsable nuestra sociedad de esta situación de
hecho?
I. ¿Es nuestra sociedad responsable?
La responsabilidad de nuestra sociedad, en el desarrollo de la criminali-
dad, se puede negar afirmando que el hombre es siempre absolutamente due-
ño de sus actos. Esto es lo que el Código de Napoleón proclama, con las
únicas e xcepciones de coacción, edad o enfermedad mental. La concepción
antropológica que subyace en esta tesis es singularmente abstracta. Reposa
sobre el postulado de que el delincuente, como el hombre en general, es un ser
libre, capaz de no dar rienda suelta a su voluntad culpable.
Ahora bien, sin dejar de admitir la naturaleza racional del hombre, en la
que reside su grandeza, hay que reconocer que los hechos nos obligan a ser
más humildes. En un coloquio de ciencia penal realizado en Toulouse, en
febrero de 1969, Roujou de Boubeé, profesor de la Facultad de Derecho, aclaró
el problema: «El Código penal querría como personaje un héroe corneliano,
pero la práctica no ofrece al observador más que héroes como los de Fra nçois
Mauriac».
Etienne de Greeff, el gran criminólogo belga, muy tempranamente des-
aparecido, mostró la existencia en el hombre de mecanismos ciegos (o funcio-
nes incorruptibles) que carecen en sí mismos de coloración o significación
morales. El sentimiento de responsabilida d y el de justicia figuran entre los
mecanismos ciegos. Se les observa en la psicología normal y en la psicología
patológica, funcionando de una manera desordenada. Insertándose dentro de
la vida instintiva, estos mecanismos oscuros tienden a dirigir al hombre de
una manera refleja bajo la influencia de los instintos de defensa. Son a este
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JEAN PINATEL
nivel mecanismos reductores que hacen ver a l otro bajo el aspecto de la
intencionalidad malévola y limitándolo a ser una abstracción responsable.
Este funcionamiento mecánico de los sentimientos de responsabilidad y justi-
cia puede ser dominado. Pero hace falta, para asegurar el triunfo de los meca-
nismos valorizadores, nacidos de los instintos de simpatía, una gran violen-
cia del hombre sobre sí mismo, iluminado por el esfuerzo de la inteligencia. Es
la personalidad total la que hay que esforzarse en aprender bajo todos sus
aspectos, ya sean físicos, sociológicos, sociales, morales. Desde ese momento
el estudio del sentimiento de responsabilidad, como por otra parte el del sen-
timiento de justicia, no son más que uno de esos elementos de esta aproxima-
ción total.
La querella del libre arbitrio y del determinismo es de orden filosófico. En
la práctica, las ciencias del hombre y la criminología son ciencias de la liber-
tad, tienen por misión permitir al hombre y al delincuente dominar sus
determinismos. La libertad no se da de una vez para siempre; es una posibili-
dad, una virtualidad inscrita en el psiquismo humano. Conviene desarrollarla
y depurarla para llegar a la maestría de la elección.
En esta perspectiva, los determinismos criminógenos aparecen, a pri-
mera vista, como de naturaleza biológica y sociológica. Contrariamente a
una opinión muy extendida, no hay que olvidar o subestimar la importancia
de los factores biológicos. La personalidad criminal es un producto biológi-
co-social. Por esto nada es fatal en materia de criminalidad. El matrimonio
Sheldon Glueck, de la Universidad de Harva rd, ha demostrado cómo entre
los jóvenes de los medios desfavorecidos de Boston, presentando las mismas
características ecológicas, algunos se han convertido en delincuentes y otros
no. Es decir, que las influencias sociales criminógenas no producen su efec-
to nocivo si no inciden en un terreno propicio. Hay que subrayar, de pasa-
da, que no hay herencia criminal específica, sino una conjunción desgracia-
da de elementos hereditarios de diversos orígenes. En ningún caso pueden
ser transmitidos por herencia los actos criminales de los antepasados. Pre-
disponen, simplemente, a los sujetos a ser influenciados por los factores
sociales criminógenos.
No existe hoy día un criminólogo clínico auténtico que niegue las in-
fluencias del medio en la etiología criminal. Cuando, muy recientemente, la
biología descubrió que ciertas aberraciones de cromosoma s (síndrome de
Klinefelter, cariotipo XYY) estaban mucho más extendidas entre los delincuen-
tes que entre la población normal, aunque no alcancen a más que a un 2 % de
ellos, nadie se atrevió a afirmar que se trataba de un determinismo biológico
directo y preponderante. Se trata simplemente de un factor que predispone,
cuya significación y alcance no se revela más que en interacción con los facto-
res sociales. Todos los especialistas reconocen que es la ocasión nacida de las
circunstancias la que únicamente puede permitir a estas predisposiciones
manifestarse.

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