La revolución ecojurídica - La ecología del derecho hacia un sistema jurídico en armonía con la naturaleza y la comunidad - Libros y Revistas - VLEX 976351287

La revolución ecojurídica

AutorFritjof Capra/Ugo Mattei
Páginas187-207
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LA ECOLOGÍA DEL DERECHO. HACIA UN SISTEMA JURÍDICOE N ARMONÍACON LA NATURALEZA...
CAPÍTULO 10
La revolución ecojurídica
La Revolución Científica introdujo el concepto de naturaleza
comparándola con una máquina y el de la razón humana como
una entidad superior a los procesos naturales. La subsecuente Revo-
lución Industrial produjo un gran «progreso» en términos de desa-
rrollo tecnológico y de producción eficiente, y la transformación
institucional de algunos bienes comunes en capital concentrado sir-
vió a una necesidad social real de superar una existencia de subsis-
tencia brutal. El capital concentrado significaba industria, desarro-
llo científico y artístico, mejor medicina y, finalmente, más condicio-
nes higiénicas para muchos.
Sin embargo, la concentración del capital también supuso la
«mercantilización» de la tierra, y para ello la clase terrateniente se
alió con las instituciones gubernamentales para vencer la resistencia
de los comuneros, que se dedicaban a la agricultura de subsistencia
con una especialización limitada. Los procesos de producción tradi-
cionales se transformaron en la producción capitalista moderna de
alimentos y manufacturas, y este esfuerzo fue asistido por una teo-
ría de los derechos de propiedad ilimitados, basados en una ideolo-
gía de libertad, la mejora y el trabajo productivo, propuesta por John
Locke, y en una segunda de la soberanía estatal ilimitada, avanzada
por Thomas Hobbes.1
El lado oscuro del «progreso»
El actual ordenamiento jurídico dominante está al servicio de la
necesidad de acumulación de capital. Para hacerlo, se ha separado
progresivamente de la política y la economía, los ámbitos en los que
el derecho puede responder a las necesidades humanas. En la esfera
política, con la extensión progresiva del sufragio universal, el orden
1Ver Macpherson (1962).
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jurídico moderno ha tomado la forma de constitucionalismo liberal,
que gobierna el mundo de hoy. En la esfera económica, ha tomado
la forma de un capitalismo de mercado de laissez-faire que solo el
Estado puede limitar. Como discutimos en el Capítulo 6, la actual
visión occidental de las instituciones sociales separa artificialmente
a los individuos entre ellos mismos y a ellos de sus ecosistemas. Las
dos teorías simples de la propiedad (Locke) y de la soberanía (Hobbes)
se presentan ideológicamente como opuestas una de la otra, pero en
realidad estas teorías son coherentes en su estructura (concentra-
ción e individualización del poder y exclusión) y finalidad (transfor-
mación de bienes comunes en capital).
El acuerdo entre estas dos teorías ha destruido progresivamente
las instituciones comunales que habían proporcionado subsistencia y
que eran coherentes con los ciclos reproductivos de la naturaleza. Sin
embargo, la concepción basada en el crecimiento, la innovación, la
modernización y la mejora ha convencido incluso a los perdedores en
estos procesos sociales de que la riqueza se mide solo a través del di-
nero, el valor de cambio y la acumulación, dejando de lado cualquier
valor humano no monetario. Se ha convencido a la gente de que vale
la pena trabajar duro, vendiendo tiempo por salarios para participar
en el proceso de acumulación y consumo. En esta concepción, por
ejemplo, el trabajo doméstico, como el cuidado de niños o de los an-
cianos, o la producción de los propios alimentos, la confección de ropa
artesanal o la construcción de la propia vivienda, no cuentan como
producción, no crean riqueza y no contribuyen al producto interno
bruto porque se producen fuera de un intercambio de mercado. Así
mismo, la única forma reconocida de satisfacer las necesidades es com-
prar bienes y servicios en el mercado.
Desde la época del movimiento de cercamiento, la implacable
propaganda en torno a los triunfos de la revolución científica y tec-
nológica hizo que los habitantes del campo (a menudo descritos en
términos despectivos) internalizaran la idea de que su estilo de vida
era primitivo, brutal, inculto e inferior al de la vida en la ciudad.
Para la mayoría de los habitantes urbanos, la vida urbana en última
instancia comprende largas horas en fábricas poco saludables, en
desplazamientos al trabajo estresantes o en trabajos mal pagados
sin beneficios ni seguridad. Las masas del campo creen que carecen
de cultura, a pesar de ser los únicos miembros de la sociedad que
aún podrían hacer algo tan crucial como generar alimentos de una
manera ecológicamente sostenible, gracias a su dominio de un cono-
cimiento colectivo muy antiguo y altamente sofisticado.

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