Prólogo del traductor - La individualización de la pena - Libros y Revistas - VLEX 1025809802

Prólogo del traductor

AutorRaymond Saleilles
Páginas11-15
11
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PróloGo del traductor
El insigne civilista, cuya reciente muerte ha llorado la ciencia universataria
francesa, Raimundo Saleilles, aplicó también su actividad a la esfera del
derecho penal. Fruto de su labor en este terreno es la presente obra, donde se
revelan la profundidad de pensamiento, la elevación de espíritu, la claridad y
la amenidad en la composición propias de este distinguido profesor, a cuyas
lecciones en la Facultad de Derecho de París sobre el Código civil alemán
hubimos de asistir en la primavera de 1906. No contrajo, por lo demás,
Saleilles su actividad a este orden de ideas. Católico sincero siguió con interés
y simpatía el movimiento intelectual y social, grande, en medio de algunos
extravíos que el Papa actual ha debido contener, de los últimos años del
Ponticado de León XIII. A él se debe una traducción notable de los sermones
de Newmann, el gran convertido inglés, y algunos artículos en La Quinzaine,
la interesante revista que dirigió el ilustre Jorge Fonsegrive1.
El libro que tenemos a la vista ofrece particular interés para nosotros, en
esta España donde las obras de la escuela positivista italiana han adquirido
una boga digna de ser deplorada por todos los que se preocupen de nuestro
porvenir social. Por otra parte, se hace imposible mantener las antiguas
posiciones en toda su integridad. Nuestro Código penal de 1870 es viejo y
caduco y no responde a nuestro estado social. La obra que tenemos a la vista,
aceptando muchos postulados de la escuela italiana, arma la necesidad de
mantener la idea de sanción y la idea de responsabilidad como fundamento
de la pena, esas ideas antiguas como el mundo, savia del cuerpo social, que
no pueden desconocerse ni negarse impunemente.
Somos libres. La libertad es la facultad del alma humana por cuya virtud
nuestros actos no se hallan condicionados por necesidad interna ni externa.
Creemos que esa libertad puede ser demostrada cientícamente, ya que por
encima de la ciencia puramente experimental se encuentra la metafísica,
que no ha dejado de ser ciencia aunque diversos sean los procedimientos
de una y de otra. La existencia en nuestra conciencia de las ideas de bien y
de mal, de derecho y de deber, de justicia y de injusticia, el sentimiento del
remordimiento y el de la satisfacción del bien obrar, el testimonio de la propia
conciencia que se siente libre con evidencia irrecusable, la existencia de un
principio superior independiente de nuestro organismo y que, por ser de
naturaleza distinta, debe ser autónomo con relación a este (por eso la cuestión
de la libertad va unida a la de la existencia del alma espiritual e inmortal),
aparte de argumentos que proporciona el orden religioso; la existencia de
1 Acerca de nuestro autor puede leerse la semblanza publicada por P. Imbart de Latour,
Raymond Saleilles, París, 1912.

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