Luther Day - Segunda parte - Cómo ganar juicios. Práctica forense en los tribunales de los Estados Unidos - Libros y Revistas - VLEX 976304214

Luther Day

AutorFrancis L. Wellman
Cargo del AutorAbogado del Foro de Nueva York
Páginas160-165
160
Francis L. WeLLman
suspensiones, con una serie de días feriados y funerales, hablé por espacio
de nueve horas, tiempo no excesivo para esos casos en particular. Como en
todas las etapas del proceso, es esencial guardar en el alegato el sentido de
la proporción. Seguid siempre la huella principal de vuestra teoría sobre el
juicio; no os apartéis y no malgastéis tiempo precioso en cosas secundarias.
En cuanto al estilo, no aplastéis una mosca con una silla del comedor. Durante
los últimos cien años, las cosas han cambiado y ya no existen en los tiempos
modernos los rotundos períodos ni la atronadora retórica de los días idos.
Acabo de leer un libro de memorias de un hombre que vive todavía, que
asistió, siendo joven, al proceso de Henry Ward Beecher, donde describe
admirablemente cómo el abogado principal de Beecher nalizó su elocuente
alegato con una larga cita de Horacio. Nunca he leído el expediente de ese
juicio famoso; pero se puede comprender fácilmente por qué terminó con un
veredicto en desacuerdo, si hablaba al Jurado en latín el abogado de Beecher.
Algunos dicen que los días de grandes esfuerzos forenses han pasado, pero
que han cedido su lugar al imperio del interés público o de la humanidad, de
modo que siempre prevalecerán unidos, al juzgar los hechos, el contagioso
efecto de la indignación sincera y el persuasivo poder de la razón y de la
honestidad. Y ello será así hasta que algún cuerpo legislativo dicte una ley
cambiando la naturaleza humana.
lutHer day
fue una gran Suerte para mí comenzar el ejercicio de mi profesión en
Cantón, Ohio, ciudad de regular importancia, con diversos intereses,
situada en un condado populoso y próspero y con un foro rico en tradición,
notabilidad e ideales, que en espacio de tiempo relativamente escaso, dio al
país un Presidente, un Juez de la Suprema Corte y dos Senadores.
Tuve también la suerte de encontrar, en el umbral de mi carrera, al mejor
amigo de los principiantes: la oportunidad, en la persona de un tío mío, que
después fue Juez de la Suprema Corte de Ohio, que desempeñaba entonces la
función de scal acusador y me permitió actuar como su secretario privado en
el proceso de sus juicios criminales.
Los cinco o seis años que pasé en Cantón, antes de trasladarme a Cleveland
en 1910, fueron los más valiosos para mí, y más de una vez he deseado que
tuviesen la misma oportunidad todos los jóvenes abogados recién recibidos,
llenos de entusiasmo, ansiosos de comenzar la práctica de la profesión que han
elegido y perfectamente dotados para tal empresa. Intervine en el proceso de
juicios civiles, muchos de poca importancia, pero todos de suciente seriedad
o interés para mí, y de juicios criminales, desde el asalto y la agresión hasta el
asesinato y otros delitos mayores.
Si bien es cierto que en las Facultades de Derecho y en los libros de texto
el abogado joven puede obtener los conocimientos y los consejos que necesita
para intervenir en los juicios, debe, en última instancia, formarse para ello
y hacerse el camino en la dura y amarga escuela de la batalla cotidiana ante
jueces y jurados, y en la mayor parte de los casos, frente a adversarios de
ciencia y experiencia mucho más grandes.

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