Lincoln en una calumnia - Segunda parte - Cómo ganar juicios. Práctica forense en los tribunales de los Estados Unidos - Libros y Revistas - VLEX 976304157

Lincoln en una calumnia

AutorFrancis L. Wellman
Cargo del AutorAbogado del Foro de Nueva York
Páginas137-139
137
Cómo ganar juiCios
que la señora de Gould fue, durante dos años, una de sus “citadas”. La señora
Peterson era una mujer de unos cincuenta años, bien ataviada, elegante, llena
de joyas, de buen porte. El Jurado siguió su declaración con vivo interés.
Su interrogatorio terminó poco antes de las cuatro de la tarde y no había
entonces posibilidad de repreguntarla. Como en el caso de Gibbs, no quise
que su relato fuese la última impresión que el jurado se llevase ese día. Mi
primera repregunta fue: “¿Desea usted que la llame señora o me permite
decirle “Doña Citación?” Toda la sala, incluso Su Señoría, estallaron de
carcajadas y con ese acto se puso n a la jornada. Por supuesto, la señora de
Gould negó terminantemente las declaraciones de la Peterson y sus negativas
fueron perfectamente corroboradas por amigos que la conocían en Chicago.
En mi alegato nal al Jurado, después de haber expuesto los hechos
constitutivos de la conspiración criminal que se había tramado en contra de
mi defendida, terminé con esta cita de Lincoln, de su discurso pronunciado en
Springeld, en junio de 1858 sobre el tema: “La Casa dividida contra sí misma”.
“No podemos creer, en absoluto, que todas estas adaptaciones
exactas no sean el resultado de un concierto previo. Porque cuando
vemos un conjunto de tirantes y maderas de construcción, cada
uno de cuyos grupos sabemos que se han conseguido en lugares
y tiempos distintos, por obreros también distintos —Esteban,
Francisco, Rogelio y Santiago, por ejemplo— y vemos todos estos
maderos juntos, y vemos que constituyen con toda precisión el
armazón de una casa o de un molino, encajando perfectamente bien
todas las muescas y entalladuras, y estando todas las medidas y
proporciones de las diferentes piezas exactamente bien adaptadas
a sus sitios respectivos, sin que haya ni una pieza de más ni de
menos, y sin faltar ni un solo andamio —o si es que hay un lugar
vacío en la estructura, vemos ya la pieza preparada con la forma
exacta para llenarlo— en tal caso no podemos menos que creer que
Esteban, Francisco, Rogelio y Santiago, se conocían todos desde el
principio entre sí y que todos trabajan sobre un plan común o sobre
un proyecto trazado antes de que se diese el primer hachazo”.
Logré sentencia a favor de mi defendida, condenando al demandado a
pagar 25.000 dólares por daños y perjuicios.
Y que la cita fue adecuada y tuvo resonancia lo prueba, no solo el veredicto,
sino también el editorial siguiente que apareció en el “Boston Herald” del 20
de marzo de 1935:
linColn en una Calumnia
En el juicio seguido por la señora Wilma E. Gould contra su cuñado y otros,
por calumnia, fallado recientemente en su favor, su abogado, en el alegato de
cierre de la causa, citó a Lincoln como autoridad que “detalla cada uno de los
pasos que prueban, con toda perfección el proceso de una calumnia”. Tal vez
el Presidente de la Guerra Civil no empleó exactamente esas mismas palabras,
en alguno de sus discursos o juicios, pero —según parece— la referencia se

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