Joseph DuVivier
Autor | Francis L. Wellman |
Cargo del Autor | Abogado del Foro de Nueva York |
Páginas | 139-144 |
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Cómo ganar juiCios
Picapleitos” es una vil calumnia, y todos mis amigos lo están comentando y
dicen que se reere a mí”. El editor, asombrado, le contestó: “Ya se han publicado
tres partes, la cuarta y la quinta están ya en manos de los distribuidores y la
sexta está en la imprenta; a pesar de ello pararemos las máquinas y volveremos
a imprimir la última parte del cuento con la advertencia de que todos los
episodios y personajes son puramente cticios”. “Puede usted hacer lo que
quiera —dijo la voz— pero yo lo voy a demandar por calumnias”. Y lo hizo.
Intervine como letrado patrocinante de la Compañía Editora Curtis, que
publica el “Saturday Evening Post” y, junto con los procuradores Carter,
Ledyard y Mulburn, opiné que el asunto era peligroso. Discutiéndolo con
Richardson Lyeth, también de esa rma, coincidimos en que si “El Picapleitos”
se hubiese denominado “Richardson Lyeth” o “Plenry Uterhart” habríamos
experimentado los mismos sentimientos que el demandante.
Se nos rechazó una oferta de 5.000 dólares para transar el caso, y el proceso se
inició ante el juez Robert Patterson, del Tribunal de Distrito de los Estados Unidos.
La cuestión de hecho era ésta: ¿se refería el artículo al demandante? En
las repreguntas se puso de maniesto que pertenecía al Foro de Jersey y que
nunca había vivido fuera de ese Estado; que sus actividades profesionales
se distribuían principalmente en la redacción de escritos y en la edición de
trabajos y publicaciones jurídicas, y que nunca había estado en Texas.
En mi alegato al Jurado recorrí la mayoría de las novelas más conocidas de
la lengua inglesa, demostrando que en todos los casos, quienes presentaban un
tipo que querían despreciar y escarnecer, le daban un nombre determinado,
tal como el de Edward Hyde de Stephenson, John Silver, el George F. Babbitt
de Sinclair Lewis y muchos otros más. Mi razonamiento era éste: en efecto,
existían personas que llevaban los mismos nombres, pero nadie estaba
autorizado a creer que el autor quería calumniarlos.
El caso fue elevado al Jurado por el juez Patterson, con uno de los cargos
más claros y justos que he escuchado, y coneso que estuve algo sorprendido
cuando se pronunció el veredicto a favor del demandado. La Corte de
Apelaciones del Circuito se pronunció unánimemente en el mismo sentido,
bajo el rubro de N. N. v. Compañía Editora, como lo anticipé. Es evidente que
quería evitar al demandante su aparición en los índices de jurisprudencia y
por esta razón he omitido también su verdadero nombre.
En resumen, recomiendo a mis colegas, como norma de conducta para el
trato con sus hermanos de profesión, que recuerden siempre la amonestación
de Shakespeare:
“Y haced como los adversarios lo hacen en derecho: Disputad
poderosamente, pero comed y bebed como si amigos fueseis”.
josePH duvivier
Hace algunoS añoS había ido a visitar al juez Wendeil Holmes. Lo conocía
de antes: había leído algunas de mis colaboraciones en publicaciones jurídicas y
me encargó la traducción al francés de su libro sobre el “Common Law”. En esa
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