La apertura de la causa y el interrogatorio directo - Segunda parte - Cómo ganar juicios. Práctica forense en los tribunales de los Estados Unidos - Libros y Revistas - VLEX 976304196

La apertura de la causa y el interrogatorio directo

AutorFrancis L. Wellman
Cargo del AutorAbogado del Foro de Nueva York
Páginas155-159
155
Cómo ganar juiCios
el juez y el jurado una casa que puedan apreciar y comprender. Los juicios,
por amplios y complicados que sean, pueden descomponerse en elementos
simples, comprensibles para el juez y el Jurado; si no pueden simplicarse,
tampoco podrán ganarse.
la aPertura de la Causa y el interroga torio direCto
Una vez que se tiene el juicio, la preparación y dispuestos los pulimentos
preliminares, la siguiente cosa que toca hacer es la apertura de la causa. Su
extensión y carácter dependen por completo de la naturaleza del juicio. Mis
aperturas han ocupado toda la gama entre cinco minutos y dos horas y media.
Las de cinco minutos no fueron demasiado cortas y las de dos horas y media
no fueron tampoco demasiado largas. Las aperturas no son tan difíciles como
las repreguntas y los alegatos, pero son importantes. La llave de todas las
aperturas es saber hacer sobresalir al cliente, esfumándose el procesalista.
Cuando el asunto es bastante sencillo y se puede conar en testigos que
lo relatarán desde la tarima, es mejor presentar el caso en forma simple y
breve, dejando que se desenvuelva por medio de los testigos. Si en la apertura
de un asunto sencillo el abogado ocupa demasiado tiempo en indignación
y ostentación personal, la atención se concentrará en él y no en el cliente.
Supóngase que en un asunto bien sencillo —por ejemplo, una demanda por
indemnización de daños y perjuicios por accidente de tráco— el abogado
delinea simplemente la naturaleza del asunto, diciendo posiblemente unas
pocas palabras sobre la culpa concurrente, en lenguaje llano (si tal es el
problema del caso). Entonces, el cliente y los testigos serán los primeros que
hablarán de los hechos, recibiendo en consecuencia mucha más atención
que si el abogado los hubiese expuesto con lujo de detalles, de tal modo
que los testigos trabajen de discos fonográcos. Si el juicio debe ganarse,
es el demandante o el demandado quienes deben captarse la simpatía del
juez o del Jurado, y esto puede lograrlo mejor la parte misma que su letrado
remunerado.
Esto nos conduce naturalmente al segundo paso de importancia en el proceso,
o sea el interrogatorio directo. Por supuesto, es más fácil que las repreguntas,
y mucho de lo que he dicho sobre la apertura de la causa le es aplicable. La
regla capital, en esto, es no olvidar jamás que el interrogatorio directo nunca
debe ser una ocasión para que el procesalista demuestre su calidad, sino una
ocasión para que demuestre por qué a su cliente, en denitiva, debe hacérsele
justicia por el juez o Jurado. Hay que hacer que el demandante y sus testigos
expongan el caso en su propio lenguaje, en su forma personal, de modo que el
abogado sea una modesta guía para lograr que hablen en voz sucientemente
alta, y para explicarles, cuando se les presenta alguna dicultad, algunos de
los tecnicismos de la ley, en cuanto a la producción de las pruebas. El abogado
debe desaparecer completamente, ante la abrumadora demostración de que
su cliente tiene razón y de que nada puede evitar que gane el pleito.
El cumplido más grande que puede recibir el abogado que ha ganado un
juicio es hacer que el Jurado piense y diga después que la parte vencida tenía
un letrado mejor pero que la parte vencedora tenía una causa mejor. Esto

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