Capítulo VII: «Centralismo democrático» e integración política del poder judicial - Justicia política: Empleo del procedimiento legal para fines políticos - Libros y Revistas - VLEX 980624047

Capítulo VII: «Centralismo democrático» e integración política del poder judicial

Páginas241-280
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Justicia política. EmplEo dEl procEdimiEn to lEgal para finEs políticos
caPítulo vii
«cEntralismo dEmocrÁtico»
E intEgraciÓn Política dEl PodEr Judicial
Mit wem sässe der Rechtliche nicht zusammen Dem Recht zuhelfen?
Welche Niedrigkeit begingest Du nicht, um
Die Niedrigkeit auszutilgen?
Könntest Du die Welt endlich verändern, wofür
Wärest du dir zu gut?
Wer bist du?
Versinke in Schmutz
Umarme den Schlächter, aber
Ändere die Welt: sie braucht es!
BErtolt BrEcht, Die Massnahme, 19301
HasTa aHora hemos venido discutiendo el problema del juez que actúa bajo las
condiciones de la sociedad occidental, principalmente desde los siguientes puntos
de vista: los tipos de situación en que entra en actividad; el efecto de su formación
profesional; su relación con otros órganos del Estado, y las relaciones recíprocas que
ligan su función con los supuestos de la sociedad en general.
El equilibrio entre la comunidad y el juez se ha destacado como dinámico, cambia
con la estructura sociopolítica de la sociedad particular de que se trate y tiene un
1 «¿Con quién se hallaría indispuesto el amigo de la justicia a juntarse
para hacer progresar la causa de la justicia?
¿Qué bajeza no estaríais dispuestos a cometer
para erradicar la bajeza para siempre?
Si realmente pudierais cambiar al mundo,
¿no os arremangaríais y procederíais a hacerlo?
¿Quiénes sois?
Preparaos a barrer la inmundicia,
Haced de carnicero; pero
¡Cambiad el mundo... este clama por ello!
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OttO Kirchheimer
margen variable dentro del cual se traducen las presiones del momento y los datos
incoados de la conciencia pública, en los juicios sobre situaciones individuales some-
tidas para su examen. En tales condiciones existen inevitables diferencias entre las
políticas ejecutivas y la interpretación que dé el juez a la regla general, fundida con su
modo de ver la situación concreta. Aunque no constituyen la regla, estas diferencias
emanan lógicamente de la distribución de una sociedad que vislumbra la resultante
fricción como una contribución activa al bienestar de sus componentes. Cierta esfera
de actividad individual que no se encuentra bajo el dominio ocial, si bien no garan-
tizada con seguridad, cuenta con ciertas facilidades en tanto existan grietas entre el
entendimiento de la situación por parte del ejecutivo político y la rama judicial.
Dentro de la esfera de las instituciones modeladas al estilo soviético, es caracterís-
tico de la función jurídica que se halle organizada de modo que se eviten hasta donde
sea posible las interpretaciones contradictorias de situaciones individuales por parte
de las autoridades netamente políticas y por lo que correctamente se conoce como
funcionario judicial. La meta es lograr la máxima armonía de la actividad jurídica con
las políticas ociales, estudiándose y fallándose cada caso «idealmente» de acuerdo
con la aportación que el fallo vaya a hacer para el cumplimiento del programa del
momento. Las siguientes páginas se dedicarán a estudiar cómo se lleva a cabo dicha
norma tanto mediante arreglos formales como, lo que es más interesante, informales;
cómo afecta esa norma la relación del funcionario judicial con el resto del organismo
ocial, así como la población en general, y cómo, en ausencia de la participación ju-
rídica en la labor, la sociedad decide los conictos según el orden de importancia de
sus prioridades sociales.
La mayor parte del material relacionado con la función de esos elementos jurídicos
se ha sacado de la experiencia de Alemania oriental (Deutsche Demokratische Repu-
blic, abreviado DDR). Este régimen se recomienda solo para tales propósitos, debido
a su ausencia de extremismo totalitario. El estilo de la DDR no se ha visto constreñido
por una constante secuencia de purgas sangrientas en las las del partido gobernante,
según el patrón de la URSS y varios de sus satélites; ni la pugna interpartidista respec-
to a la política a seguir o las repercusiones de los cambios en el partido de la URSS,
han hecho en realidad estragos en el estilo del régimen. No obstante, por tener que li-
diar con una población menos sumisa que la de varios países vecinos, los gobernantes
de la DDR en ocasiones se han llegado a sentir menos seguros y han tenido que actuar
más cuidadosamente que sus colegas de otras partes. Cuando se han visto obligados
a apretar los tornillos, siempre resulta motivo de mayor vacilación tener que aojar-
los, y esto redunda en una verdadera aversión hacia los experimentos de liberalidad.
Cuando no se conocen los efectos de las tendencias, sean benignas o desmedidamente
severas, el estilo clásico resalta con gran relieve.
Nuestro análisis tomará como punto de partida un caso ocurrido en 1954, haciendo
descollar las diferentes coacciones y consideraciones entrelazadas que se presentaron
en su adjudicación.
1. El pErro Extraviado y El vigilantE político
Durante la convención nacional del Partido de Unidad Socialista (seudónimo en
Alemania oriental del Partido Comunista y abreviado SED), el jefe de la organiza-
ción, Walter Ulbricht, relató el patético caso de la vil persecución de que fuera objeto
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uno de los eles del partido de toda la vida2. La víctima era un pre-1933 y post-1945
comunista de la ciudad de Mühlhausen, Turingia. «M» había prestado servicios a la
junta local de desnazicación durante los primeros años después de la guerra y poste-
riormente fue nombrado representante del SED en la unidad de protección de planta
de una empresa industrial propiedad del gobierno. Como durante el celoso desem-
peño de sus funciones se había creado muchos enemigos, sus compañeros de trabajo
habían venido esperando desde hacía mucho tiempo la oportunidad de tomar un
desquite; y esta oportunidad se presentó en forma sumamente inesperada y curiosa.
Una noche del mes de octubre de 1953, el vigilante en jefe de los guardias de la
planta descubrió dentro del predio a un perro, sin medalla o marca alguna, que arre-
metió contra él. «M» en seguida se apoderó de un garrote y emprendió la persecución
del animalito, expidiendo órdenes a los vigilantes a su mando y a otros obreros jóve-
nes que se hallaban a su alcance, para que lo ayudaran a pescar al invasor. Dirigido
circunspectamente por el señor «M», el pelotón de perseguidores del perro logró -
nalmente rodear a su enemigo.
Todavía armado con el palo y no percatándose de su victoria, «M» asestó repeti-
dos golpes al animal y, creyéndolo seriamente herido, trató de rematarlo, fuera de
toda consideración humana, como posteriormente insistió. Los testigos hostiles luego
atestiguaron que «M» había golpeado con verdadera saña y furia al indefenso can de
mala ralea. Suponiendo que ya había muerto, «M» ordenó que se arrojara el cuerpo
al horno, pero no se ejecutó su orden. Al regresar a sus labores al día siguiente, «M»
descubrió en una carretilla lo que la noche anterior él diagnosticara como un cuerpo
ya sin vida. Tomando el seudocadáver lo arrojó sobre un montón de cenizas, donde
aún ardían rescoldos. Un testigo hostil posteriormente declaró haber retirado el cuer-
po del perro, que aún mostraba señales de vida, insistiendo que la muerte no ocurrió
sino hasta mucho después, cuando él, el testigo, enterró al martirizado animalillo.
Las cosas entonces adquirieron perles de pesadilla. La versión de «M» respecto a
la batalla nocturna fue acogida con burlas por todo el mundo, como una maraña de
mentiras. De la noche a la mañana «M» se convirtió en un sádico villano, verdadera
amenaza pública. El populacho estaba verdaderamente excitado. El periódico local se
vio abrumado con multitud de cartas, varias de las cuales publicó, donde se exponía
a «M» como un salvaje torturador de animales; y en la planta circuló una petición
rmada por muchos, en la que se solicitaba la inmediata remoción de «M». Frente a
la sala de tribunales, donde se juzgaba a este, se congregaron muchas personas que
clamaban por un severo castigo y hasta se escucharon algunas voces que pedían al
verdugo.
Las consecuencias inmediatas fueron espantosas. Se despidió a «M» del trabajo, se
le expulsó del partido y la corte local lo sentenció a un año de prisión más el pago de
daños, por «destrucción ilegal de propiedad, en combinación con un acto intencional
de crueldad a los animales». Al presentársele la apelación, el tribunal de distrito con-
rmó el veredicto, aunque trocando la sentencia de prisión por una multa más bien
suave.
2 Protokoll der Verhandlungen des IV. Parteitages der Sozialistischen Einheitspartei Deuts-
chlands, 30. März bis 6. April 1954, in der Werner Seelenbinderhalle in Berlín, Berlín
oriental, 1954, pág. 180; véase en la pág. 559 el análisis que hace el presidente de la con-
vención, Kiefert.

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