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X. Propiedad, mercado y moralidad: aspectos éticos del derecho de propiedad

AutorHenri Lepage
Páginas277-319
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Por qué la ProPiedad
x. ProPiedad, mercado y moralidad: asPectos
éticos del derecho de ProPiedad
Hasta aquí nuestro razonamiento se ha mantenido en un terreno
exclusivamente económico: la aparición de la propiedad privada como
fundamento del orden social occidental se explica, decíamos, por sus
características de ecacia. Un enfoque semejante, sin embargo, no basta para
consagrar, ni siquiera para establecer su legitimidad. Imaginemos, en efecto,
a pesar de las conclusiones del capítulo precedente, que la planicación
centralizada, basada en la propiedad colectiva de los medios de producción,
se revelase, de acuerdo con la experiencia, como el modo de organización
económica más ecaz. ¿Bastaría tal argumento para aceptar la idea de que
tal sistema es el mejor posible, el más deseable? Si se es liberal, y si se cree
en el valor supremo de la libertad individual, se responderá sin duda, no.
Si se coloca a dicha libertad por encima de todos los demás valores, aun los
resultados económicos más brillantes no bastarían para convencernos de que
se trata verdaderamente de la «buena sociedad», de la mejor de las sociedades
posibles.
Cuando se está hablando de una institución tan importante como la
propiedad, no se puede evitar la introducción en un momento u otro de
consideraciones de orden ético. El análisis económico de la propiedad debe ir
acompañado de un estudio de las características éticas y morales del sistema.
Se trata de un problema difícil; tanto más cuanto que se suele situar, según
las circunstancias y las preocupaciones, en unos niveles de análisis muy
diferentes. De ahí el diálogo de sordos que se desarrolla con frecuencia entre
quienes utilizan las mismas palabras, creen referirse a los mismos conceptos,
pero en realidad no hablan de las mismas cosas.
A través de las aportaciones de tres autores anglosajones, me voy a
limitar a señalar tres formas diferentes de enfocar el problema y de tratar de
solucionarlo. Las dos primeras tienen en común el hecho de demostrar que los
procedimientos que sirven de base al funcionamiento del sistema capitalista
difícilmente pueden ser tachados de «inmorales», al menos si nos referimos
a las normas de moralidad más corrientes en nuestro mundo. La tercera
trata, por el contrario, de presentar un punto de vista más fundamentalista:
demostrar que la propiedad es una institución que se deriva de las exigencias
de una verdadera moral humana.
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Henri Lepage
arthur shenField: un Punto d e vista liBeral clásico
Discutir el problema moral de la propiedad es evidentemente lo mismo que
plantear el de la moralidad del capitalismo. Frente a esta cuestión hay diversas
actitudes posibles. Una de ellas es recordar que las instituciones económicas
de la sociedad liberal no se pueden disociar del contexto cultural, moral e
incluso espiritual en el que se han desarrollado y en el que han adquirido toda
su pujanza. Es la tesis que desarrolla el autor americano Michael Novak en su
voluminoso libro The Spirit of Democratic Capitalism, publicado en 19821. Lejos
de ser un sistema «amoral» (es decir, un sistema de naturaleza puramente
materialista y «sin moral»), explica Michael Novak, el capitalismo es un modo
de organización económica que ha tenido éxito precisamente por apoyarse
en un conjunto de valores humanos y morales, cuya estructura se analiza
precisamente en su libro.
Es el mismo enfoque que han elegido en Francia autores como Louis
Pauwels o Guy Sorman, e intelectuales neoconservadores americanos que
tratan de rehabilitar el liberalismo apoyándose especialmente en los recursos
culturales, morales y espirituales que sustentan el dinamismo de la sociedad
americana. En este mismo movimiento hay que situar, a mi juicio, a los autores
del último libro del Club del Reloj sobre la propiedad2.
Voy a tomar como punto de partida la conferencia pronunciada por el
profesor Arthur Sheneld con motivo de una reunión de la sociedad de Mont
Pélerin en América del Sur. El tema es «Ética y capitalismo».
Arthur Sheneld, antiguo director de asuntos económicos de la
Confederación de industrias británicas (organización empresarial inglesa), y
muy ligado al Institute of Economic Affairs de Lord Harris, es uno de los
conferenciantes más lúcidos y más apreciados de Mont Pèlerin. Su texto se
titula «Capitalism under the Test of Ethics»3 y resume la que es, a mi juicio,
la posición típica de un liberal clásico (en el sentido Mont Pélerin). Entre las
críticas que se hacen del capitalismo hay pocas que discutan su superioridad
puramente económica. Lo que se le reprocha sobre todo es su naturaleza
«inmoral», que proviene, se dice, del hecho de que el capitalismo tiene una
tendencia natural a favorecer los comportamientos humanos menos virtuosos,
cuando, por el contrario, la esencia de una «buena sociedad» debería ser la de
consolidar en los hombres el sentido de la virtud y de los valores morales.
Los que así piensan, observa Sheneld, tienen razón en mantener que el
criterio de ecacia no es suciente para juzgar el carácter deseable o no de la
sociedad en la que se vive. Los hombres tienen igualmente necesidad de sentir
1 Michael Novak, The Spirit of Democratic Capitalism, American Enterprise Institute/Simon
and Schuster, Nueva York. 1982. Tiene este libro la originalidad de presentar lo que el
autor llama una «teología de la economía». Es la primera vez que un teólogo hace una
defensa del capitalismo.
2 George Berthu y el Club del Reloj, Vive la propriété, Albin Michel, París, 1984.
3 Arthur Sheeld, «Capitalism under the Test of Ethics», Miméo, Société du Mont Pélerin,
1980. En la misma reunión, el profesor H. M. Hartwell presentó también una comunicación
sobre el tema: «Ethics and Capitalism: The Morality of the Market System».
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que viven en un sistema «justo» o, al menos, no excesivamente «injusto». A
partir de este enfoque, son los partidarios de la sociedad de mercado los que
tienen que demostrar que las instituciones que tratan de defender responden
tanto a ese imperativo como al de la ecacia económica.
Sin embargo, antes de realizar tal demostración, conviene tomar una serie
de precauciones conceptuales. Como señala Murray Rothbard, solo se puede
ser moral cuando se tiene la posibilidad y la libertad de comportarse de
forma inmoral, es decir, optar por una actitud o un comportamiento que otros
pueden juzgar contrario a las normas morales y a su concepción de la virtud
o de la justicia4. Dicho de otra forma: tan solo se puede hablar de moral a
propósito de decisiones o de opciones esencialmente voluntarias; solo cuando
tenemos ante nosotros personas capaces de acción.
«Por denición, precisa el profesor Sheneld, las expresiones
“justo” e “injusto” no pueden ser aplicadas más que a individuos
que actúan de forma personal o en grupo. En última instancia, se
puede considerar que un gobierno es justo, o que una empresa se
comporta de forma injusta, porque se trata de grupos humanos
animados por un n común, o constituidos para la realización
de un objetivo común que implica, por ello, una capacidad y una
voluntad de acción frente al entorno. Pero a menos que se acepte
la existencia de “seres colectivos” dotados de una personalidad,
de una voluntad y de nalidades propias, irreductibles a los nes
de los seres humanos que los componen, nos ocurre que al pasar
a considerar sistemas abstractos de relaciones sin nalidad, como
cuando se habla de ”la sociedad” o del “capitalismo”, tal lenguaje
no tiene ningún sentido. Solo pueden ser calicados de justos o de
injustos y, por lo tanto, solo pueden ser sometidos a un juicio moral
los comportamientos de los seres humanos que actúan en el seno
de estos sistemas, o incluso, por extensión, las reglas sociales que
condicionan la estructura de estos comportamientos, pero no los
propios sistemas.»
Una estructura o una situación que es consecuencia de fuerzas o de elementos
que escapan a todo control de la voluntad humana no puede, como subraya
Hayek en el segundo tomo de Droit, Législation et Liberté, ser calicada de
justa o de injusta, aun cuando se trate de acontecimientos no queridos5. Y ésa
es precisamente la situación propia de una sociedad basada en el libre juego
de la propiedad privada y del mercado: la interacción de un gran número de
4 Cf. Murray Rothbard, «Antimarket Ethics: a Praxeological Approach», en su libro Power
and Market, Institute for Humane Studies/Sheed Andrews and McNeel Inc. Kansas City,
1970.
5 F. A. Hayek, Derecho, Legislación y Libertad. Tomo 2.º: El espejismo de la justicia social,
versión española en Unión Editorial, Madrid, 1979. Pocas expresiones con tanto éxito en
la actualidad como la de «justicia social». Reclamar justicia es reaccionario. Pero hablar en
nombre de la «justicia social» es ir en el sentido del progreso y de la historia. Sin embargo,

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