La sociedad que se desintegra - Delito y modernidad. Nuevas argumentaciones en la criminología realista de izquierda - Libros y Revistas - VLEX 976550999

La sociedad que se desintegra

AutorJohn Lea
Cargo del AutorProfesor de Criminología de la Universidad de Middlesex
Páginas125-151
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DELITOY MODERNIDAD. NUEVASARGUMENTACIONESE N LA CRIMINOLOGÍA REALISTA DE IZQUIERDA
CAPITULO V
LA SOCIEDAD QUE SE DESINTEGRA
Para fines de la década de 1970, toda una época, quizás incluso la propia
modernidad, parecía estar llegando a su fin. Cada vez quedaba más claro que se
estaban produciendo cambios funda mentales en el desarrollo del capitalismo. Des-
de mediados del siglo XIX en adelante, se había considerado que, a pesar de l as
frecuentes recesiones económicas, la masiva pobreza, la desigualdad social, la gue-
rra y la vio lencia, el capitalismo actuaba como la fuerza de consol idación socia l.
Sostenía la difusión de las ideas de la Ilustración, la libertad individual y los dere-
chos humanos; creaba las condiciones en las cuales las masas podían demandar la
inclusión en esos derechos, edificaba ciudades y comunidades estables; y creaba las
condiciones para el surgimiento de formas de integración que reducían el conflicto
social y político a un mínimo compatible con la supervivencia del sistema. Inclusi-
ve si esa estabilidad even tualmente hubiese requerid o l a cr eciente intervención
esta tal -una t ransic ión a la mod ernida d organi zada del Estado d e bienes tar
keynesiano- el capital habría sido capaz de sostenerla . Más precisamente, consolidó
las relaciones sociales del control del delito como el mecanismo para la gobernancia
de una amplia variedad de conflictos y daños.
Éste ya no es más el caso. Está bastante claro que en los primeros años del
siglo XXI la dirección del desarr ollo se ha alterado fundamentalmente. Las tenden-
cias hacia la cohesión social, la integración y la homogeneización cultural son aho-
ra desplazadas por contratendencias hacia la fragmentación social y la polarización,
la desigualdad, la pluralización y la diversificación. A una escala mayor, la moder-
nización como proceso de asimilación global a la estructura social de los países
capitalistas avanzados, a lo sumo una débil tendencia, ha sido desplazada por la
acentuación de las diferencias y las desigualdades entre los Estados y las regiones.
Estas tendencias eran discernibles, tal como he apuntado, incluso durante el apogeo
del Estado de bien estar keynesia no, pero ahora están ascendiendo, definiendo el
carácter del sistema.
En resumen, estamos en la nebulosa de lo que Peter Wagner (1 994) denominó
la segunda crisis de la modernidad -la primera fue la crisis que dio lugar al Estado
de bienestar keynesiano-, donde las e structuras d e la modernidad organizada se
disipan a favor de la declinación de la economía de producción masiva del fordismo,
al debi litamien to del Esta do-naci ón bajo el imp acto de la gl obaliza ción, a la
pluralizacióny fragmentación de las identidades y los valores sociales, y a la caída
de la privatización cívica y las restricciones a la conducta individual.
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JOHN LEA
La reproducción destructiva
La modifi cada dinámica del desarr ollo capitalista ha sido artic ulada por
István Mészáros (1995) en los sig uientes términos. Durante el siglo xix, cuando
Marx producí a su clásico análisi s del capitalismo, la economía periód ica y las
crisis sociales se manifestaban como «g randes tormentas» (Marx, 197 3, p. 411).
Estas disr upciones epis ódicas, se veras, no interfe rían con «la art iculación social
predominantemente productiva del capital en los tiempos de Marx» (Mészár os,
1995, p. 559). En el capitalismo de hoy en día la crisis y la dislocación se mani-
fiestan en una variedad de modos , como un rasgo permanente del sistema, más
que como un repentino epis odio de disrupción cíclica. Las cris is se «d ifunden,
tanto en el sentido temporal, como en relación con su ubicación estructural». Lo que
tenemos ahora es más bien un «continuo deprimido, que exhibe las características
de una crisis crónica y más o menos permanente, endémica y acumulativa, con las
perspectivas finales de una crisis est ructural que se profundiza constanteme nte»
(Mészáros, 1995, pp. 597-598).
Este continuo d eprimido combina la intensificación de los síntomas clásicos
de la crisis, tales como la tasa descendente de ganancias (Brenner, 1998, 2000) y la
sobrecapacidad industrial masiva en relación con las oportunidades de beneficios
(Greider, 1997), con la firme destrucción de la infraestructura social y económica, y
también del entorno físico. El ascendente desempleo estructural, que alcanza nive-
les de pobreza global, con salarios por debajo de l os niveles de pobreza; la crecien -
te producción de contamina ción ambiental y de desperdicios, y la genera ción de
una enorme cantidad de fondos de «capital ficticio» que, incapaz de generar inver-
siones lucrativas en la producción de mercancías y en el empleo estable del trabajo,
despliega métodos puramente monetarios de obtención de ganancias, tal como la
especulación con divisas y en los mercados de valores; características cada vez más
prominente s.1
La combinación de una intensificada competencia por salidas redituables en
los mercados globales con el predominio de los capitales financieros especulativos,
produce una creciente orientación hacia la rentabilidad a corto plazo y la inseguri-
dad de empleo en un régimen dominado por lo que el economista estadounidense
Bennet Harrison ha denominado «capital impacien te» (Harrison, 19 94; ver también
Sennett, 19 98, pp. 22-23). Este régimen contrasta con la estabilidad económica y la
predictibilidad a largo plazo del periodo keynesiano de la postguerra. La localiza-
ción estructural de la crisis se difunde a esferas más amplias, que incluyen la desor-
ganización de la estructura social, la desaparición de las comunidades, el debilita-
miento del Estado y la política como mecanismos gobernantes, de la cultura y el
espectro completo de la organización de la vida urbana. El capitalismo como siste-
ma mundial se caracteriza a hora por la creciente inestabilidad, la incertidumbre y
el riesgo. El capitalismo está ahora derribando las viejas estructuras de la moderni-
dad organiz ada que a lguna vez sostuvo.
La raíz de esto yace en la transformada relación entre el capital y el trabajo. El
capital está renunciando cada vez más a la depen dencia sobre la clase trabajadora
1La transición de los fondos, desde la inversión productiva a la especulación financiera, ha sido
dramática en los años re cientes. En 1 979, e l 30% de las transacciones globales extranj eras de
intercambio se computaban en el comercio de bienes y servicios. Para 1995, esto sólo representaba
el 1.5% (Khor, 1997; ver también Kennedy, 1998).

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