Las contradicciones de la modernización - Delito y modernidad. Nuevas argumentaciones en la criminología realista de izquierda - Libros y Revistas - VLEX 976550998

Las contradicciones de la modernización

AutorJohn Lea
Cargo del AutorProfesor de Criminología de la Universidad de Middlesex
Páginas97-124
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DELITOY MODERNIDAD. NUEVASARGUMENTACIONESE N LA CRIMINOLOGÍA REALISTA DE IZQUIERDA
CAPÍTULO IV
LAS CONTRADICCIONES
DE LA MODERNIZACIÓN
Durante el periodo que va entre las dos guerras mundia les, la dinámica de la
modernización capitalista, particularmente en Europa, pareció haberse agotado, o
bien a sumido nuevas formas autoritarias representadas por el fascismo y el estali-
nismo. De hecho, los sistemas autoritarios compartían, con las innovaciones demo-
cráticas lib erales del New Deal en los Estado s Un idos y el Estado de bienesta r
keynesiano en Europa, una estrategia de intervención estatal destinada a sostener la
expansión económica y a estabilizar las relaciones entre el capital y la mano de
obra organizada. Después de la derrota del fascismo en Europa, se podría admitir
verosímilmente que en Europa occidental y Norteamérica las versiones represivas
y la «ofensiva modernizadora» podían reasumir su curso como una forma de «mo-
dernidad organiz ada» (Wagner, 1 994) conducida de manera intervencionista por el
Estado democrático liberal.
Otros temas, como la sexualidad, la familia y la cultura estaban presentes y se
dibuja ban en la elabo ración de los r egímenes a utoritario s, tanto del fa scismo
(Theweleit, 1987 ; Koonz, 1988) como del estalinismo (Buckley, 1985), y en el nuevo
modelo familiar del asistencialismo estatal (McDowell, 1991). Sin embargo, el pro-
blema dominante que estos regímenes empezaron a solucionar fue el del sostenido
crecimiento económico y la estabilización de las relaciones de clase. En el Estado de
bienestar keynesiano de las democracias liberales -la forma de modernidad organi-
zada que nos ocupa aquí-, la forma de establecer relaciones de clase sosegadas era
una forma de corporativismo democrático o «contrato social». Sin embargo, otros
aspectos importantes, tales como los de las áreas políticas, estaban esencialmente
subordinados a este proyecto.
La cuestión de la delincuencia ocupaba una condición dependiente o subordi-
nada. Su eclipse por medio de los asuntos de clase, e incluso las relaciones familia-
res, testifica acerca del progreso de las relaciones sociales del control del delito. La
socialización de la clase obrera en general ya no era un problema. Las relaciones de
clase asum en ahora la forma de comp romiso corporat ivo entre el trabajo bien
organi zado y el capital. Los a spectos que preocu paban al Estado de bien estar
keynesiano no eran los de la insubordinación genera l de la clase obrera, sino las
nuevas formas de organización política e industrial que aquélla había ideado, y la
necesidad de confront ar los probl emas de p obreza y d e des igualdad social que
demandaban solución. En este contexto, los problemas del delito y su con trol se
convirtieron en marginales en lo que atañe a los aspectos principales de planifica-
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ción social y polí tica. El delito consolida su condición moderna como desviación
claramente definida y excepcional, además d e ser considerado como fractura oca-
sional y preocupar a un cuerpo especia l de juristas profesionales y criminólogos.
Sin embargo, el estado de las cosas se encuentra en un interregno. Los logros
de la modernidad organizada en su forma democrática keynesiana, desde fines de
la Segunda Guerra Mundial hasta fines de la década d e 1960, en retrospectiva se
pueden exagerar fácilmente y, en cambio, se deberían ver como elementos constitu-
yentes de «un intervalo de configuración, que a la vez que mostraba cierta coheren-
cia interna, también cargaba con la semilla de su propia defunción» (Wagner, 1994,
p. 77). Desde la perspectiva del control del delito, esta pausa que se sitúa entre las
décadas de 1950 y 1960, se yergue entre dos periodos en los cuales el delito y la
criminaliz ación representan los discur sos e in strumentos del control social más
importantes, por n o decir dominantes: los discursos de la policía del siglo XIX, la
disciplina y la socialización moral de la clase obrera, y las nuevas arengas emer-
gentes en las décadas de 1970 y 1980, acerca de un delito ubicuo y el riesgo como
preocupaciones centrales de las nuevas formas de gobernancia de las sociedades
capitalistas avanzada s.
La imagen especular del periodo de la modernidad organizada no era otra
cosa más que la de un interregno -más bien la consumación y la eliminación de
los obstáculos residuales para la modernización. Las ciencias socia les y la inge-
niería soc ial permitirían l a supremacía de l a sociedad y la eliminación de los
problemas sociales remanentes, de la misma forma en que las ciencias exactas y
la tecnología posibilitaron dominar la naturaleza. En este escenario, y a despecho
del perfil relativamente bajo dado a la cuestión del delito, existía un gran núme-
ro de problemas sin resolver, heredados de la primera fase de la modernización.
El consenso acerca de las relaciones sociales del control del delito era frágil en
las comunida des obreras. A pesar de las crecientes definiciones comunes de delin-
cuencia, aún había un consentimiento extendido hacia los delitos sociales sin im-
portancia, y la aceptación de la policía y de las instituciones de justicia penal era
todavía precaria. El empleo de la justicia penal como mecanismo de control de
clases, aunque ahora más estrechamente enfocado en las periódicas disputas in-
dustriales que durante el siglo previo, seguía siendo un rasgo significativo de la
vida de las clases trabajadoras y subrayaba la dificultad de ai slar y neutralizar las
relaciones sociales del control del delito de la contaminación de conflictos polí ti-
cos más abiertos.
De manera menos destacada en el debate, pero aún como problemas irresolu-
tos, se encontraban los límites de la delincuencia práctica, constituidos por la rela-
tiva autonomía de la organiz ación comercial y la familia como institucion es d e
gobernancia privada. Las fronteras que ellas presentaban a las relaciones sociales
del control del delito, eran in estables de manera inherente. Precisamente a causa de
la universa lidad formal del derecho penal, las demandas para su refuerzo práctico
en esferas tales como la de la violencia doméstica o de los fraudes comerciale s
serios, podían generar expectativas de desarrollo. Finalmente, desde una perspecti-
va más global, los diversos obstáculos que enfrentaban las relaciones sociales del
contr ol del deli to, constit uidos por la represió n colonia l o las varie dades de
gobernancia delictiva, era probable que se hicieran cada vez más inestables a medi-
da que avanzaba la modernización. En vista del carácter del presente periodo, es
importante compren der los diversos modos mediante los que las estructuras de la

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