La descomposición del control del delito - Delito y modernidad. Nuevas argumentaciones en la criminología realista de izquierda - Libros y Revistas - VLEX 976551002

La descomposición del control del delito

AutorJohn Lea
Cargo del AutorProfesor de Criminología de la Universidad de Middlesex
Páginas179-207
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DELITOY MODERNIDAD. NUEVASARGUMENTACIONESE N LA CRIMINOLOGÍA REALISTA DE IZQUIERDA
CAPITULO VII
LA DESCOMPOSICIÓN DEL CONTROL DEL DELITO
¿Cuáles son las fuerzas en juego que gobiernan el control del delito en el
siglo XXI? Yo sugerí que las relaciones sociales del control del delito, que per mi-
ten el funcionamiento del derec ho pe nal y de l Es tado c omo r eguladores de los
conflictos y los daños interpersonales durante las varias etapas de la moder nidad
que van desde el siglo XVIII al XXI, han pasado de estar ampliamente consolidadas
a ser gradualmente erosi onadas. Como señalé en el capítulo anterior, el último
proceso se ha reflejado en los cambios de la propia naturaleza de la delincuencia.
Est os co mpre ndía n, e n pri mer l ugar , a la con fusi ón en los l ímit es de la
criminalización: su creciente normalización, tanto como experiencia, así como tam-
bién motivación, y la pér dida de una clara identidad definida de los delincuentes
y de las actividades que desarrollan. En segundo lugar, la creciente integraci ón
de la delincuencia en las diná micas de la vida económica y social fue un aspecto
de esta confusi ón. En este proceso de ascend ente normalizació n estructural, la
delincuencia se convierte, tal como lo era en un periodo anterior, en un compo-
nente cada vez más importante de l a superviven cia de las comunidades pobres,
así como también de los poderosos grupos comerciales. Desde la venta de portae-
quipajes par a a utomóviles hasta la evasi ón c orporativa de impuestos , desde la
agresión a las vecindades pobres hasta la agresividad de las especulaciones finan-
cieras, la delincuencia es parte del modo en que trabaja la sociedad capitalista, en
lugar de apartar se d e la nor ma. Finalmente, en ese contexto, div ersos tipos de
grupos delictivos, sin importar sus identidades ni su visi bilidad, s e estaba n vol-
viendo más poderosos. Desde los delincuentes locales que intimidan a las comu-
nidades pobres, hasta los poderoso s gr upos in ternacionales que intimidan Esta-
dos o los vuelven i rrelevantes para las r edes gl obales, la capac idad de la delin-
cuencia organizada para asegu rar s u entor no y proteg er sus activid ades se est á
acr ecen tando . Est os pr oces os no e stán ocur riend o de m aner a imp arcia l e
igualitariamente, ya sea en plano geográfico o para todas las variedades de deli-
to; e impactan menos en las categorías legales formales que se pueden mantener
al margen de las dinámicas de las a uténticas relaciones sociales, pero que son, en
contraste, cruciales para el proceso de criminalizació n práctica.
Pero a la par d e los cambios en la naturaleza del delito, se encuentran los
más amplios cambios sociales, que según señalé en el Capítulo V se derivaban de
las di námicas del capitalismo en una ép oca de «cri sis lenta» o reproducc ión
autodestructiva. En primer lugar hubo una declinación en la socialización o en la
preocupación de las élites gobernantes por la a daptación y la integración de la
clase trabajadora. Esto se refleja en el descenso del asistencialismo ciudadan o y
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del compromiso a favor de la preocupa ción por la segurida d y el manejo del
riesgo como determin ante de la relación entre lo s grupos y las clases socia les.
Bajo estas condiciones de la «muerte de lo social», las políticas se preocupan cada
vez más por la seguridad y el patrullaje que mantiene a los grupos riesgosos a
distancia. La defunción del asistencialismo y el debilitamiento del Estado ha des-
cargado muchas funciones de seguridad en la propiedad privada y en los in divi-
duos. En tanto , el Estado, al preocupar se crecientemente por el ma nejo de los
excluidos, en lugar de hacerlo por su inclusión, también enturbia los límites entre
el con trol del d elito y e l control genera l de la població n a travé s de vari as
estrategias de prevención, que funden el control de la delincuencia con un exten-
so espe ctro de indi viduos y de actividades considerado s como inde seables y
riesgoso s.
Entonces, al pretender ver más en detalle los cambios en el funcionamiento
del Estado en lo que respecta al control del delito, nos encontramos con una para-
doja. Aunque el desplazamiento hacia el manejo del riesgo se ha reflejado en varios
hechos que minan el funcionamiento de las relaciones sociales del control del deli-
to, la criminalización, como modo de manej ar una ascendente variedad de conduc-
tas y problemas socioeconómicos, es tá aumentando. El a specto positivo de esto lo
constituye la creci ente p reocupación por obtener justici a soc ial, en tanto que el
aspecto negativo está dado porqu e la criminalización como modo de alcanzar la
justicia social, enfrenta tremendos obstáculos. En este último sentido, el avance de la
criminaliza ción es el resu ltado obvio del r elativo declive de los mecanismos de
negociación colectiva y de la planificación característica del Estado asistencialista
keynesiano. Las dificultades sociales se ven cada vez más como problemas in divi-
duales de conducta y de responsabilidad, en lugar de hacerlo como aspectos políti-
cos colectivos sobre la adjudicación de recursos; mientras que el Estado se vuelca al
derecho penal, en l ugar de inclinarse hacia la planificación social como la forma
preferida de intervención y regulación de los procesos sociales.
De este modo,
como nues tras institu ciones soci ales y polític as recurren a la i mposición
delictiva en respuesta a una diversidad de problemas sociales cada vez más
grande, los medios procesales se están desar rollando y diversificando rápida-
mente. De cara a esta diversidad, resulta imposible identificar una práctica
unificada de criminalización, en términos de los enfoques procesales distinti-
vos. Por cierto, es cada vez más difícil estar seguros de dónde decir que se
encuentran los límites entre la imposición delictiva y la que no lo es (adminis-
trativa, civil, reguladora) (La cey, 1995, p. 21).
Por lo tanto, d e hecho, la ascenden te criminali zación refl eja las mis mas
tendenc ias qu e el recurs o par a el manejo y la prevención del riesgo . La prime-
ra es fre cuentemente el e lemento legal q ue sostiene lo úl timo. La políti ca so-
cial refere nte al co ntrol del delito s upone la transfer encia de los p roblemas
sociale s a las acc iones y responsabili dades individua les y a la res ponsabilidad
privada indi vidual de tomar medidas preventiva s. Lo s pro blemas sociales apa-
recen co mo cuestiones delictivas, al mismo tiempo que el delito se fu nde en
pr obl ema s má s am plio s d e r ies go y de se gur ida d. El re sul tad o e s l a
crimin alización gener al de los pobres socialmen te excluid os, la nue va «clase
peligro sa» (ver Gord on, 1994).

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