El esquema discursivo y la esquematizacion del sujeto - La argumentación. Ensayo de lógica discursiva - Libros y Revistas - VLEX 976550481

El esquema discursivo y la esquematizacion del sujeto

AutorGeorges Vignaux
Páginas155-224
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La argumentación. ensayo de Lógica discursiva
Vii
el esQueMa discursiVo
Y la esQueMatiZacion del suJeto
“Decir que signica hacer, Y que signica, por
tanto, ser.
Nuestra manera de ser es practicar la lengua
fran cesa.
Nuestro poder de formular original y
comunicativa mente en esta lengua, tal es nues-
tro modo de ser, nuestro único medio de vida,
nuestra manera de de mostrarnos a nosotros
mismos nuestra existencia particular, y por así
decirlo, de realizarnos”, (F. Ponge, Pour un
Malherbe, París, Gallimard, 1965, p. 78).
Solicitaré al lector que considere lo que sigue como un esclarecimiento, más
que un resumen, como una profundización con miras a jalonar las fronte ras
de una problemática. Sin duda que es necesario además unicar lo que he
podido revelar de manera dispersa. No diré que ha llegado el momento de
com prometerse pues ya creo haberlo hecho. Simplemente es necesaria una
clarica ción, tanto más necesaria cuanto la preocupación por los fenómenos
discursivos se ha tornado considerable. Los efectos de esta conyuntura son
resumidos algu nas veces en la fórmula “el poder de las palabras”.1
1. el Poder de las PalaBras Y l os anÁlisis del discurso
La expresión designa tal vez el nacimiento de una mitología incluso no im-
porta demasiado que algunos conrmen esto eligiendo una datación históri-
ca: la “Revolución de Mayo” o la “toma de la palabra” etc. Ningún mito es por
cierto una construcción arbitraria, apartada de los acontecimientos cotidianos.
Bajo la presión de los mismos las ciencias humanas han sido llevadas a consi-
derar discursos distintos de aquellos habitualmente ltrados por la “razón”:
los de los niños, los de los enfermos mentales. La antropología había mostra-
do el camino, al construir una nueva actitud frente a los discursos que no son
los de nuestra sociedad. Luego, se abrieron otros campos, consagrándose al
1 C.-B. Clément, Le pouvoir des mots, París, Mame, 1973.
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GeorGes ViGnaux
análisis de esos discursos que contribuyen a fundar o a caracterizar sistemas o
universos especícos: la locura, la enfermedad, la justicia, la ciencia.
Parece así que cada vez más se ha denido y atribuido al lenguaje un nuevo
estatus. Volveré sobre esta cuestión. Precisemos que la importancia acordada
hoy en día a los estudios lingüísticos no debe ser calicada únicamente en
tér minos de moda o de capricho; asimismo, la reexión sobre un poder autó-
nomo de las palabras no debe ser juzgado tan idealista como parece. Lo que
Ja investi gación contemporánea intenta constituir es una nueva relación entre
las pala bras y las cosas. Por cierto que ésta es una cuestión vieja enriquecida sin
embar go por una problemática nueva: la del estatus del lenguaje en la ideo-
logía. La preocupación por denir esta última motiva las controversias que
observamos entre las diferentes epistemes.
Esta situación particular de la reexión acerca del lenguaje conduce al lin-
güista a ocupar un lugar que hasta el presente, se estaba de acuerdo, siguien-
do a Nietszche, en atribuir al lósofo: la de aquel cuyo rol es comentar. El
proceso no es tan peyorativo como algunos usos dejarían suponer. Quiero
subrayar sin embargo que en algunos de esos estudios que deben decidir los
modos de rela ción entre el lenguaje y el pensamiento existe un peligro. Este
peligro es el que M. Foucault2 señala: “Admitir por denición que hay un
exceso de signicado sobre el signicante, un resto necesariamente no formu-
lado del pensamiento, que el lenguaje ha dejado en la sombra, residuo que es
la esencia misma, expul sada fuera de su secreto; pero comentar supone tam-
bién que lo no hablado duerme en la palabra y que por una sobreabundancia
propia al signicado, al interrogarlo, podemos hacer hablar a un contenido
que no estaba signicado de manera explícita... En breve, descansa sobre una
interpretación psicologista del lenguaje que indica el estigma de su origen
histórico; la exégesis”.
Aun con riesgo de irritar, diré que cierto número de trabajos tienen este
as pecto exegético en la medida en que descansan sobre lo que me parecen ser
ma lentendidos metodológicos. No los juzgaré suponiendo la existencia de un
todo mejor o “universal”: este método no existe; incluso es preciso recono-
cer y refutar ese prestigio extendido de la metodología confundida con una
tecnolo gía. Un ejemplo frecuente es el del estatus acordado a la lingüística en
tanto modelo y panacea, testimonio de la cienticidad.
La situación de algunos análisis textuales es así paradójica: apuntan a ela-
borar redes de especicación de los modos de signicación inherentes a dife-
rentes categorías de discursos y para hacerlo se apoyan en una metodología
lin güística orientada más hacia la sintaxis que hacia la semántica y general-
mente limitada al estudio de la oración. Esta paradoja no siempre pasa desa-
percibida; la alternativa se dene entonces como:
— contribuir a contruir un cuerpo de procedimientos lógico-semánticos en
el marco mismo de la teoría lingüística;
— o bien reconocer que existen tantas metodologías para el análisis del dis-
curso como objetos especícos, como categorías de textos (o incluso de
géneros) a los cuales se los aplicamos (véase III. 2.).
2 Naissance de la clinique, P. U. F., p. XII, XIII.
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La argumentación. ensayo de Lógica discursiva
Esta doble cuestión me parece una falsa cuestión. Las formas de análisis
examinables para el discurso son las que, según entiendo, toman en prés-
tamo de la lingüística los instrumentos que ésta ha podido elaborar sobre
todo a pro pósito del texto en tanto fenómeno de lengua. Sin embargo, diré
que es secun dario anticipamos al futuro prediciendo la constitución de una
ciencia universal del discurso o, por el contrario, la multiplicación de disci-
plinas textuales parti culares. Y, para volver al problema del prestigio de la
técnica, compartiré la opi nión de J. C. Gardin,3 según la cual “vale más una
exégesis probada, pero de la que no vemos bien por medio de qué opera-
ciones lógico-lingüísticas ha sido in ducida de los textos, que una interpreta-
ción rigurosamente deducida, pero que no da ningún punto de apoyo para
el conocimiento experimental de ellos. Con cretamente esto signica que es
necesario volver a considerar los enfoques refe ridos a las situaciones y a las
problemáticas del análisis.
Los análisis del discurso deben -¿es preciso recordarlo? — tanto a la contri-
bución de los documentalistas o de los psicosociólogos como a la de los
lingüis tas o aún a la de los lógicos. Vayamos un poco más lejos; un discurso
literario no es un discurso cientíco; tiene poco sentido querer aplicarles un
mismo “molde”. En una palabra, como en la ciencia, lo esencial es la verica-
ción. La validación de un análisis del discurso está determinado por la prueba
de los re sultados que su aplicación permite obtener. Ello impone una delimi-
tación rigu rosa de los objetivos que tenemos derecho de planteamos, teniendo
en cuenta el objeto de estudio y la “potencia” de los instrumentos de análisis.
Lo que es pertinente para el documentalista no lo es necesariamente para el
historiador. La pureza de los métodos importa menos que su pertinencia y
la lucidez frente a lo que ellos hacen intervenir, en particular la actitud del
analista frente a la lengua o a un texto. La preocupación por la clasicación
y por la lógica es muy vivaz y respetable como para maltratarla. Los análisis
del discurso están así en la misma situación que la semiótica en la que algunas
veces se inspiran: tienen, como lo ha resumido U. Eco,4 “necesidad de hacer
un largo viaje a través de la lógica formal y de las lógicas de los lenguajes
naturales”, añadiendo “para qui zá destruirlas”,
Alcancé en algunos pasajes precedentes a indicar rechazos, es decir eleccio-
nes (véase III. 3.). Estas alternativas no tendrían interés si se contentaran con
ser subjetivas. En realidad explicitarlas es un pretexto para precisar las con-
diciones de una lucidez necesaria. Esta clarividencia me parece que debe fun-
darse en un principio fundamental e indispensable: estar en todo momento
del análisis en condiciones de poder decir lo que se hace y las implicaciones
de esta práctica.
2. una distancia necesaria
Pero esta distancia no es suciente: todo analista puede justicar las etapas
de su “exégesis”. Hay “buenas y malas razones”; ninguna moral metodológi-
ca permite la selección. La lógica misma ya no es un referente y con respecto a
3 Les Analyses de discours, Neuchâtel, Delachaux et Niestlé, 1974, p. 56.
4 Le Monde, 1 marzo de 1973.

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