El discurso como representación - La argumentación. Ensayo de lógica discursiva - Libros y Revistas - VLEX 976550478

El discurso como representación

AutorGeorges Vignaux
Páginas73-99
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La argumentación. ensayo de Lógica discursiva
iV
el discurso coMo rePresentaciÓn
“ ¿Puede existir una región de la sabiduría en
la que el lógico esté desterrado?... “
(F. Nietzche. La Naissance de la tragédie, Pa-
rís, Gouthier, Mediatons, 1964, p. 95).
1. la teatralidad del discurso a rGuMentatiVo
El empleo de la palabra representación no es accidental. He desarrolla do
precedentemente este punto reriéndome a lo que implica desde el punto
de vista de la actividad lingüística. Querría añadir ahora que esto implica
tam bién tener en cuenta la naturaleza, el rol y las funciones del discurso
argumen tativo en el intercambio social. Resumiendo anticipadamente, diré
que es im portante concebir el discurso como siempre algo más que discur-
so. En conse cuencia, es negar esta realidad propia del discurso redescubrir
simplemente en las huellas discursivas lo que el análisis sociohistórico-po-
lítico ha podido pro veer por otra parte en otros documentos. No es cuestión
tampoco de denir, a partir de la investigación de las diferencias estilísticas
o racionales entre textos, los planos de fractura históricos, ni de seguir ese
procedimiento a menudo observado que consiste en rencontrar en los dichos
del sujeto lo que sabemos por otra parte de sus posiciones social e histórica.
De interés será sin embargo examinar cómo, a partir solamente de los tex-
tos y de los contemporáneos se puede determinar la representación de un uni-
verso o de un funcionamiento socio-cognitivo del cual se sabe que remite a
algo exterior y comparar a continuación los dos tipos de análisis: el del texto y
el de las circunstancias de producción. Es evidente, en particular, que el aná-
lisis úni camente textual ignora un cierto número de parámetros tales como
los gestos, las actitudes, los tonos, los lugares, las presencias, que un análisis
circunstancial permitiría englobar para alcanzar una unidad de conjunto ne-
cesaria ya que la argumentación es teatralidad. Querría insistir con ello en el
hecho de que el texto no es únicamente reejo o máscara de los pensamientos
del autor sino también producto de circunstancias exteriores como las de lu-
gar que suscita el énfasis y la selección de las ideas a partir de la interacción
orador-auditorio, aún las que provienen del texto mismo, cuyo funcionamien-
to propio tiene objetivos de elegancia, de redundancia y de musicalidad.
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GeorGes ViGnaux
El discurso argumentativo debe así siempre ser considerado como “puesta
en escena” para otros. En consecuencia, la investigación de esos giros, de esas
ondulaciones, de esas composiciones del texto será, en el nivel de lo escrito,
constitutivo del análisis.
Ello implica ciertamente concebir al texto, no únicamente como “concep-
tual”, sino además como efecto de una voluntad de representación ofrecida
por el autor a su público. Es preciso añadir que esta representación tiene sus
leyes fundamentales y su propia unidad espaciotemporal: es ella misma una
función. Esto está ligado a la vez a la especiciadad del discurso y del fenó-
meno argu mentativo y también a la naturaleza propia del lenguaje. En lo que
concierne primeramente a la argumentación es preciso insistir en el hecho de
que la argu mentación es habla [parole] bajo su forma privilegiada y que ésta
es un opera dor activo de la historia y de la vida social: la argumentación sir-
ve para operar y el sujeto opera en y por la argumentación. Ello quiere decir
entre otras cosas, en lo que se reere a la relación con la ideología (problema
sobre el cual volve ré), que el hablante no es solamente “reejo” de la ideolo-
gía sino también creador. Como escriben C. Fuchs y M.Pecheux1, “las forma-
ciones discursivas están fundamentalmente ligadas a las superestructuras a
la vez como efectos y como causas”. El sujeto así no está únicamente habitado
por la ideología, está en relación con ella.
Esta representación por otra parte es también ella misma función y lo es
porque se basa en el lenguaje. Es ilusorio soñar con disociar en la observación
del lenguaje-producto lo que sería de naturaleza retórica y lo que no lo séría2.
A lo sumo podemos esperar denir sus manifestaciones fundamentales. La
cuestión de la verdad es así una mala cuestión aunque sea históricamente el
en foque tradicional de las relaciones entre el pensamiento y el lenguaje. No
más que la retórica, en efecto, el lenguaje no se relaciona con la verdad, con la
esen cia de las cosas: no quiere verdaderamente instruir sino transmitir a otros
una representación que es subjetividad. Y ello es así porque, para retomar los
térmi nos de F. Nietzsche3 a los cuales no suscribiré literalmente, “el hombre
que for ma el lenguaje (der sprachbildende Mensch) no capta cosas o aconteci-
mientos sino excitaciones (Reiz), y no restituye sensaciones (Empndung) sino
única mente copias (Abbildung) de sensaciones. La sensación que se suscita
por una excitación nerviosa, no capta a la cosa en sí misma: esta sensación es
gurada en el exterior por una imagen”. Y si Niestzsche se basa en el carácter
intrínseca mente ajeno del medio (sonido o escritura) es preciso añadir que la
esencia de las cosas captada o no captada es además una cuestión “fuera de
lugar”. El dis curso en tanto lenguaje no es otra cosa que nuestra relación con
lo observado y nuestra manera de operar sobre esa relación. Nietzsche añade:
1 Consideraciones teóricas a propósito del tratamiento formal del lenguaje, Documents de
linguistique quantitative, Fac, Sciences, París, n° 7, p. 14.
2 “No hay en absoluto una ‘naturalidad’ no retórica del lenguaje a la que pudiéramos
apelar: el lenguaje mismo es el resultado de artes puramente retóricas. La fuerza (Kraft)
que Aristóteles denomina retórica es la fuerza de distinguir, de hacer valo rar, para cada
cosa lo que es ecaz e impresiona, esta fuerza es al mismo tiempo la esencia del lenguaje.”
(F. Nietzsche, “Rhétorique et langage”, Poétique, 1971, 5, p. 111.)
3 Ibid,, p. 112.

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