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Carta a los juristas españoles

Páginas13-16
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CARTAA LOS JURISTASESPAÑOLES
CARTA A LOSJURISTAS ESPAÑOLES
Volved ahora, después de la guerra, combatida para conquistar vuestro mejor orden
nacional, a las obras de la paz. Alguien que había ya observado, en el último período anterior
a la l ucha, con atención y simpatía, el serio trabajo que habíais comenzado, os envía hoy su
emocionado saludo.
Nadie como el jurista merece ser llamado servidor de la paz. Si la paz, por serlo, debe ser
santificada por la justicia, puesto que aún los hombres no han progresado lo sufici ente para
saberse conducir según sus preceptos, aquéllos no tienen otro medio para promover y conser-
var la paz sino el Derecho, que es la humana en camación de la justicia. Cuanto mejor es el
ordenamiento jurídico de una nación, tanto más segura es su paz.
Construir y mantener un ordenamiento jurídico es u n cometido técnico, como todos los
demás, con la particularidad de que la técnica del Derecho es probablemente la más difícil
entre todas. El Estado tiene necesidad de buenos juristas, no menos, y quizá más, qu e de
buenos médicos , buenos inge nieros y buenos c omerciantes. Sin buen os juristas es van o
esperar que un Estado pueda estar jurídic amente bien ordenad o.
Por otra parte, la técnica en todos sus ramos tiene como indispensable premisa a la
ciencia. En Italia, donde se estudian ahora con cariño los problemas del método, qu e son, pues,
los problemas de la ciencia misma, estamos ya casi de acuerdo en el pensamiento de que la
ciencia no es fin en sí misma, sino que tiende a servir la práctica, como, por lo demás, se sirve
de la práctica para volverse a proporcionar su materia prima. Hace ya muchos años, nuestro
gran Vittorio Scialoja, al que tanto debe el Derecho italiano y, nos atreveríamos a decir, el
Derecho del mundo, advertía que era preciso hacer ciencia útil, queriendo decir así que lo
estudiado por la ciencia labora por la vida.
Esto no quiere decir que no exista ni sea útil la ciencia pura. Cuando se habla de
ciencia pura se alude a un trabajo científico, estimulado por el solo placer del conocer, e
impulsado, por virtud de este placer, a los extremos límites del esfuerzo. Quien no confunda
los estímulos operantes en cada estudio científico con los fines complejos de la ciencia, se d a
cuenta de que, no solo no h ay contradicción entre ciencia pura y ciencia útil, sino, todavía
más, de que no hay ciencia más útil que la ciencia pura. Cuanto más tiende a elevarse el
estudio científico, tanto más logra ver en extensión y en profund idad; y cuanto más v e, tanto
más goza descubriendo aquellas leyes de la naturaleza qu e constituyen las bases de la técnica.
Puede haber sido el solo afán de los d escubrimientos el que ha g uiado a Pasteur a escrutar l o
infinitamente pequeño, o a Newton lo infinitamente grande; pero ¿cuánto bien ha p roducido
este afán a la humanidad».
Hace falta desechar, c olegas españoles, que la ciencia del Derecho sea algo menos que
sus hermanas en cuanto a las necesidades de la práctica, que tiende a satisfacer, y en cuanto
a los beneficios que de ello reporta. El Derecho, como cualquier otro sector de la realidad,

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