Capítulo 8. La mente del jurista y sus dilemas éticos
Autor | Minor E. Salas |
Páginas | 221-236 |
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LA MENTE DEL JURISTA. CÓMOPIENSAN (Y SOBRE TODO CÓMONOPIENSAN)...
CAPÍTULO 8
LA MENTE DEL JURISTA Y SUS DILEMAS ÉTICOS
Ciertamente, las personalidades ignorantes, e
incluso psicopáticas, parecen ser mucho más
habilidosas en move r a las grandes masa s de
individuos a su voluntad, que las personas infor-
madas y humanitarias. Y en esto, no parece haber
signos de progreso.
Th. ARNOLD
[63] Los desvaríos de la razón y su influencia en los problemas éticos
Ya hemos confrontado la mente del jurista con varias de sus dimensio-
nes: con el problema de la racionalidad, de la objetividad, de la fundamentación
del saber, etc. Resta ahora un elemento que me parece esencial y que, en algún
grado hemos insinuado en los capítulos anteriores, me refiero a la dimensión
ética del derecho.
En este capítulo examinaré, justamente, esa dimensión.
En particular voy a estudiar –desde el plano de la deontología jurídica–
dos tradiciones o doctrinas éticas contrapuestas: la primera de ellas, dicta que
la acción ética de los individuos debería orientarse según ciertas reglas mora-
les (generales y abstractas); la segunda doctrina promueve, por el contrario,
un enfoque basado en la teoría de los vicios y las virtudes. Se brindan, ade-
más, diversos ejemplos ilustrativos (una suerte de catálogo o «estupidiario»,
como le he llamado en otro lugar en tono algo polémico) 347 de vicios que se
cometen en los Tribunales de Justicia, oponiéndole a dichos vicios unas virtu-
des deseables.
Empecemos, pues, con una confesión per sonal:
Toda mi vida he aspirado al conocimiento. Lo he perseguido. Lo he bus-
cado. Lo he admirado. Ver, y sobre todo entender, son para mí –desde que
347 SALAS, M.E., «El estupidiario de los juristas: Reflexiones a propósito de vicios y virtudes en
los Tribunales de Justicia», en: Revis ta de Ciencias Jurídicas No 150 (83-104 ) Septiembre-
Diciembre, 2019.
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MINOR E. SALAS
tengo memoria– dos de las fuerzas más poderosas. He ambicionado la com-
prensión del mundo y de la sociedad que me rodea, más que casi cualquier
otra cosa: más que el placer, más que la riqueza, más que los honores y recono-
cimientos. Es por ello que, para decirlo en confesión íntima, si al morir me
dieran a escoger conscientemente mis últimas palabras, no dudaría mucho en
elegir aquellas que, al parecer un día pronunció, justo antes de terminar su
viaje, el gigante de Frankfurt: Mehr Licht! Mehr Licht!
Sin embargo, y esto lo digo con no poca conmoción, con los años he
aprendido y he concluido que el conocimiento, tan valioso para mí y quizás
para algunos otros, no es la fuerza principal que mueve la acción humana, ni
a la sociedad, ni a la materia de la que se forja este complejo mundo.
Por el contrario. Pareciera que, en no pocos momentos de una cultura, el
saber (conocimiento, comprensión, verdad, o como desee denominársele), es
más bien un gran obstáculo para el devenir de los eventos. La ignorancia es
mucho más productiva. La estupidez más dinámica. La falsedad y la ilusión
son fuerzas poderosas que gobiernan en la provincia de los hombres y deter-
minan, frecuentemente, el curso de la historia. «El mundo quiere ser engaña-
do»348, sentenció el escritor Sebastian BRANDT y J. HODARA advertía que:
La ignorancia no es únicamente una ausencia cultural, o una conspira-
ción de clase, o una artimaña del imperialismo. Es una estr uctura social.
Se preserva y se disemina porque actores y víctimas obtienen gratificacio-
nes de diferente jaez o soslayan los pánicos de la verdad. La ignorancia
es poder y es alivio emocional y cognitivo.349
De allí que, y para decirlo mediante el uso d e una imagen: paralelo a la
historia del pensamiento humano, paralelo a la historia de las ideas triunfan-
tes y de los grandes avances racionales de una civilización, paralelo a la
historia de las verdades, debería llevarse siempre un gran libro de la ignomi-
nia intelectual, de los desaciertos y desatinos, un registro histórico de eso que
me gustaría llamar, con cierta alusión irónica a la obra de Julio CORTÁZAR350,
justamente: el gran estupidiario del pensamiento humano.
Quizás de esta manera, recordaríamos con más frecuencia nuestros yerros
y absurdos, nuestros errores y horrores, aquello que, para valerme de la ima-
gen del gran Francisco DE GOYA, se podría llamar: los desvaríos de la razón.351
Eso incentivaría, d igo yo, algo de modestia y menos arrogancia. No e n vano
dijo un día CICERÓN que era imposible imaginar una idea, por absurda que ésta
348 Mundus vult decipi. No está claro el origen de esta expresión, generalmente atribuida a
Sebastian BRANDT, pero también a PETRONIO.
349 «Hacia una sociología de la ignorancia», tomado de: http://biblioteca.itam.mx/estu -
dios/estudio/letras24/textos2/sec_1.html Consulta do en marzo de 2013.
350 Hago alusión acá a la obra de Julio CORTÁZAR,Bestiario, Editorial Suramericana , Buenos
Aires, 1951.
351 En realidad, el nombre de la obra de Francisco DE GOYA es: «El sueño de la razón produce
monstruos», un grabado de la serie «Caprichos».
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