Capítulo 3. La mente del jurista y sus formas de percibir el mundo - La mente del jurista. Cómo piensan (y sobre todo cómo no piensan) los operadores jurídicos y sus teóricos - Libros y Revistas - VLEX 1026881994

Capítulo 3. La mente del jurista y sus formas de percibir el mundo

AutorMinor E. Salas
Páginas111-133
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LA MENTE DEL JURISTA. CÓMOPIENSAN (Y SOBRE TODO CÓMONOPIENSAN)...
CAPÍTULO 3
LA MENTE DEL JURISTA Y SUS FORMAS
DE PERCIBIR EL MUNDO
Quizá, queridos lectores, no sois más que una
ficción en el sueño de algún dios, igual que
Sherlock Holmes fue una ficción de la mente de Sir
Arthur Conan Doyle.
M. GARDNER
[27] Experimento del Estado Mental Cero
Generalmente d el derecho; esto es, de qui enes aplican el derecho: de la
mente jurídica, no solo se exige que sea racional orazonable –tal y como quedó
plasmado en el capítulo anterior– sino qu e también se exige que sea objetivo.
Pareciera que tres exigencia s fundamentales qu e se han plante ado, durante
mucho t iempo, a la mente jurídica , son: la racionalidad, la objetividad y la
justicia. En los siguientes capítulos voy a examinar esas exigencias con m a-
yor detalle.
Empecemos con el segundo de los conceptos, el de objetividad. Antes de
pasar directamente al tema en el ámbito propiamente jurídico, se hace necesa-
rio clarificar una serie de cuestiones que atañen a lo que en filosofía se llama
epistemología (o teoría del conocimiento) y ontología (teoría del Ser), más que
al derecho. Por ser esta la situación, las siguientes explicaciones pueden tor-
narse algo técnicas; sin embargo, he tratado, en lo posible, de presentarlas en
el lenguaje más llano y directo posible.
Quiero empezar haciendo un ejercicio, lo que se llama un experimento
mental; o sea, algo que no es «real» y que de hecho no podría llevarse a cabo,
pero que es útil para ilustrar el punto clave de un pensamiento. Voy a llamarle
a este el Experimento del Estado Mental Cero.
El experimento consiste en lo siguiente:
Imagínese usted, estima do lector, que un ser humano –hombre o mujer
da lo mismo– con todas sus capacidades mentales y físicas, aparece de pronto
en e ste mundo; o sea, en nuestro planeta Tierra. Ima ginemos, a demás, que
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MINOR E. SALAS
aparece en la Tierra de hace varios millones de años, cuando aún existían los
dinosaurios (¡si es que de verdad existieron, y no es un invento de Hollywood
para hacer películas taquilleras!). Este ser humano simplemente aparece allí,
como un viajero en el tiempo, de la nada; ex nihilo, como dicen los eruditos.
Con un cerebro plenamente formado, es un adulto biológicamente hablando,
de unos 30 años, con todas sus condiciones físicas y fisiológicas en per fecto
estado. Claramente es un miembro de nuestra especie ( homo sapiens sapiens).
Es más, podríamos asumir, para hacer más interesante el experimento
mental indicado, que se trata del mismísimo ARI STÓTELES; al menos del cuerpo
de ARISTÓTELES con todas sus condiciones físicas y biológicas en p erfectas con-
diciones. Únicamente que no cuenta con una socialización d e tipo alguno y,
por lo tanto, no domina un le nguaje ni tampoco representaciones sociales o
culturales de su e ntorno. Apa rece simpl emente all í, entre unas montañas
rodeadas d e vegetación y a nimales salvajes y fieros. Está con los ojos cerra-
dos, per o de pronto l os abre y mir a a su alr ededor. Mira como ADÁN y EVA
miraron el mun do por primera vez; con inmaculada «pureza», sin sombra o
vic io; una visión d e para íso, o p ara po nerlo m ás técn icame nte: co n
inmaculada «objetividad », pues no hay en su cerebro nada más que unas
facultades fisiológicas para ver, sentir, ole r y escu char su e ntorno. No hay
vicio ni pre juicio. ¿Habrá mente? 171
En este punto del experimento mental, quiero hacerle al lector una pre-
gunta esencial de mi refle xión: ¿Qué ve nuestro hipotético A RISTÓTELES? Sí ,
como lo leyó. ¿Qué ve, observa o mira? ¿Acaso verá una montaña y dirá, «he
allí una montaña con sus riscos, peñascos y abismos? » ¿O ve rá una r oca y
expresará: «esto es una roca dura» (material predilecto en l a construcc ión de
corazones humanos = A. BIERCE)? Y si mira un animal salvaje, ¿podrá decir
acaso: «he a quí un animal, distinto a mí, y ta n indómit o como mi vol un-
tad?» ¿Y l ogrará distinguir los di ferentes colores: el ver de del bosque, el
azul del cie lo y el negro muy ne gro de una noc he sin estrellas, de la que
hablab a el inmorta l D ANTE? ¿Qué verá y cómo lo verá nuestro (pseu do)
ARISTÓT ELES? Y si escuch a u nos ruidos, ¿podr á diferenciar el tr onar del
rayo del latir de su corazón solitario? Y el olor a ti erra virgen o el aire
salado de la ma r, ¿podrá percibirlos ?
Pero si suponemos, como hemos supuesto, que este ser humano se encuen-
tra privado de toda cultura, de toda civilización, de todo contacto con otros
miembros de su propia especie y que tampoco posee un lenguaje: ¿Serán sus
representaciones de este mundo: «brutas», «reales», «objetivas», «verdaderas»,
tal y como ellas son en sí mismas? ¿Y si decimos que no lo son, entonces cómo
son? En resumen: ¿Existe, para nuestro personaje ficticio, la «realidad» objetiva,
171 El enfoque dominante en la psicología durante siglos parece haber sido el dualismo (cuer-
po y mente), popularizado especialmente por DESCARTES. El cuerpo sería físico y sujeto a
las leyes de la física, mientras que la mente sería inmaterial, independiente y no sujeta a
dichas leyes. Es por esta razón que Gilbert RYLE habló de un Fantasma en la Máq uina
(Ghost in the Machine).

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