De la trasmisión de la propiedad - Libro primero. Del derecho de propiedad - De la propiedad - Libros y Revistas - VLEX 976427081

De la trasmisión de la propiedad

AutorLouis A. Thiers
Páginas55-56
55
CAPÍTULO VII
DE LA TRASMISIÓN DE LA PROPIEDAD
La propiedad no es completa sino cuando es trasmisible por donación o he-
rencia.
Nada hay tan legítimo, d icen los sectarios que combato, como que el hombre
disfrute del producto de su trabajo y que coma los frutos de los árboles que ha plan-
tado. Estos sectarios conceden también la propiedad personal al que la ha creado
con su trabajo. La naturaleza, en efecto, mas fuerte que ellos, los confunde, los obli-
ga a callar en presencia de este hecho, tan sencillo, tan visiblemente incontestable,
de llevar el hombre a su boca el fruto que debe a su cultivo. Aun van mas lejos sus
concesiones, y admiten que el hombre poseerá mas o menos, según que haya sido
durante su vida mas o menos hábil, mas o menos laborioso, y que desde luego uno
tendrá mucho y otro poco; y conceden por tanto esa primera desigualdad de bienes
que resulta de la desigualdad natural de las facultades del hombre. Pero limitan á
esto sus concesiones.
Es muy justo, dicen, que el hombre goce el fruto de su trabajo; pero que el
fruto de este trabajo se trasmita a otro; que este otro goce de él en la ociosidad y
en los vicios que la ociosidad engendra, esto repugna a la mas sencilla equidad;
esto contraria el resultado que la sociedad se propuso al consagrar la propiedad:
el de estimular el trabajo; esto en n, aumenta la propiedad: el de estimular el tra-
bajo; esto en n, aumenta la desigualdad: el de estimular el trabajo; esto en n, se
aumenta las desigualdades naturales que Dios ha establecido entre los hombres,
dotándoles desigualmente, con las desigualdades articiales que hacen que un hijo
perezoso, incapaz, porque ha heredado los bienes de un padre laborioso y capaz,
viva en medio de todos los placeres, al paso que a su lado se halla otro individuo
privado de las mismas ventajas, y que vive en la mas profunda miseria. La propie-
dad, ampliada hasta el caso de ser hereditaria, llega a producir consecuencias que se
hallan en contradicción con su principio, y que no pueden admitirse.
Este es, efectivamente, el punto, no difícil, sino complicado del asunto de que
trato; porque la cuestión, semejante a un río que, alejándose de su origen, da rodeos
mas numerosos, se extiende, se desarrolla y se pone en contacto con otras muchas.

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