Del empleo de las facultades del hombre o del trabajo - Libro primero. Del derecho de propiedad - De la propiedad - Libros y Revistas - VLEX 976427077

Del empleo de las facultades del hombre o del trabajo

AutorLouis A. Thiers
Páginas47-50
47
CAPÍTULO V
DEL EMPLEO DE LAS FACULTADES
DEL HOMBRE O DEL TRABAJO
Del ejercicio de las facultades del hombre nace una segunda propiedad, de
que es origen el trabajo, y que la sociedad consagra por el interés de todos.
El hombre tiene facultades muy desiguales con relación a las de este o el otro
miembro de su especie, pero que son incontestablemente suyas. ¿Qué uso hará de
ellas? ¿Se las ha dado Dios, como la voz al pájaro, para cantar inútilmente en los
bosques, distraer su ociosidad o llamar la atención de los que pasan? Acaso hará
de ella algún día la voz de Homero o del Taso, de Demóstenes o de Bossuet; pero
entre tanto Dios le ha impuesto otros cuidados que el de cantar la naturaleza o llorar
la caída de los imperios. Le ha, destinado a trabajar, a trabajar de un sol a otro sin
descanso, y a regar la tierra con el sudor de su frente.
Nudus in nuda humo, tal es el estado en que ha sido arrojado sobre la tierra,
dice Plinio el mayor. El hombre provee a todas sus necesidades a fuerza de trabajo.
Para vestirse necesita arrancar al león o al tigre su piel que cubra su desnudez; lue-
go, desarrollándose las artes, necesita hilar el vellón de sus ovejas, unir los hilos por
medio del tejido y hacer con ellos una tela contínua que le sirva de vestido. Esto no
le basta; necesita guarecerse de las variaciones de la atmósfera, construir una casa
que le ponga al abrigo de la desigualdad de las estaciones, de los torrentes de las
lluvias, de los rayos abrasadores del sol y del rigor del frío. Después de proveer a
estas necesidades, tiene que alimentarse, y alimentarse todos los días y varias veces
en cada uno de ellos, al paso que los animales, privados de razón, pero cubiertos
de plumas o de lana que los protegen, hallan, si son pájaros, frutas maduras en
los árboles; si son cuadrúpedos herbívoros, una mesa siempre servida en los pra-
dos, y si carnívoros, una caza preparada en los animales que pastan. El hombre
solo se ve obligado a procurar e su alimento haciéndolo producir o disputándolo
a otros animal es mas ágiles o mas fuertes que él; y como el pájaro o la liebre con
los cuales podría alimentarse, tienen a las o los pies mas ligeros, necesita cortar una
rama del árbol, encorvarla, hacer con ella un arco, y colocar en este arco una echa
para derribar primero a ese animal y después apoderarse de él; nalmente, necesita
arrimarlo al fuego, porque repugna a su estómago delicado la vista de la sangre y

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