De la invasión de las cosas por la extensión de la propiedad - Libro primero. Del derecho de propiedad - De la propiedad - Libros y Revistas - VLEX 976427092

De la invasión de las cosas por la extensión de la propiedad

AutorLouis A. Thiers
Páginas87-100
87
CAPÍTULO XIV
DE LA INVASIÓN DE LAS COSAS
POR LA EXTENSIÓN DE LA PROPIEDAD
Lejos de ser invadido el universo por la extensión progresiva de la propiedad
le vemos por el contrario, cada día mas adecuado a las necesidades del hom-
bre, mas accesible a su trabajo, y la propiedad civiliza al mundo en lugar de
usurparle.
Toda propiedad tiene por origen verdadero el trabajo, y sino tiene desde
luego este origen, no tarda en adquirirlo después de cierto tiempo de trasmisión
regular. Concedemos esto, si se quiere, responden algunos adversarios de la pro-
piedad; pero no por eso es menos cierto que con el trascurso de dos siglos, todo
queda ocupado, tierras, capitales, instrumentos del trabajo, y que los últimos que
llegan no saben donde establecerse ni como emplear sus brazos. Yo llego a este
mundo, dice uno de los economistas de la época, algunos miles de años después
de las trasmisiones sucesivas, mas o menos legítimas; y lo encuentro invadido por
los propietarios de las tierras o por los propietarios de los capitales. Si quiero ser
labrador hallo en todas partes cercas y zanjas que me cierran el paso y me indican
que el campo que yo deseaba cultivar pertenece a otro. Si quiero dedicarme a otro
trabajo, por ejemplo, a serrar y cepillar madera, a hilar el cáñamo o a limar el hierro,
hallo que la madera, el cáñamo, el hierro, los capitales, en n, se hallan en poder de
manos avaras que me los niegan, rehusándome todo crédito o exigiendo un interés
tan grande que después de pagarlo no me quedaría nada para vivir. ¿Qué haré? El
mundo entero, el cielo, la tierra, el agua, ¿no están invadidos por ávidos y celosos
poseedores?
Esta objeción es tan débil como la anterior. Llegáis al mundo algo tarde, es
verdad; hay muchos terrenos ocupados; y aceptando las palabras de Cicerón, que
compara la propiedad a un teatro, en el cual están tomados todos los asientos, os
responderé: los propietarios de este teatro hicieron mal sin duda, en no reservaros
algún lugar; ¿pero seríais mas afortunados si el teatro no existiese? Pero existe, y
esto causa en vosotros ese mal que yo también deploro: el disgusto de saber que
otros se divierten sin contar con vosotros. Pero, lo repito: los propietarios hubieran
podido muy bien no construir ese teatro, lo cual os disgustaría doblemente; y si

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